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De lo comercial

Hace algunos días, un buen amigo me confesó -no sin cierto resquemor- que le gustaba muchísimo la última canción de David Bisbal, "Premonición". Con un gran sentido de culpabilidad, me habló de cómo, cuando la escuchaba camino del trabajo, en la radio del coche, experimentaba algo parecido a lo que les ocurre a los del anuncio del SEAT Ibiza con Shakira: flipaba en colores. Lo más sorprendente de todo es que yo me sentía igual que él; también me encantaba la canción de Bisbal pero no tuve las agallas suficientes para reconocerlo en público.

La verdad es que, a menudo, intentamos esconder ciertos Gustos que, socialmente hablando, no nos convendría tener. Procuramos correr un tupido velo en torno a aquellas cosas que muchos considerarían “raras”, “comerciales”, “carcas” o “inútiles”. Si compartimos ciertas aficiones y gustos con la gran mayoría, pasaremos a formar parte de esa masa estúpida y deforme que todos odiamos tanto y, en cambio, si coincidimos, en cuanto a preferencias, con un grupo reducido de personas, probablemente, nos llamarán freaks que, hoy en día, es uno de los peores insultos que te pueden echar a la cara.

Contando con que “ser freak” y tener “gustos de freak” (sin meter en el mismo saco, por supuesto, a los seres patéticos de la telebasura) puede ser la actitud más sana e inteligente que pueden adoptar nuestros jóvenes, hay que tener claro que, en esta vida, no hay que moverse absolutamente en lo blanco o en lo negro. Sí. Hay que ser coherente y consecuente –o al menos así lo aprendí yo- pero no hay que obcecarse en nada. No hay que considerarse o considerar a alguien estúpido por escuchar algo que escuchan todos o que no escucha nadie, ya que lo verdaderamente poco inteligente es escuchar, por credo, siempre, la misma música o defender cierto estilo o época músical como si se te fuera la vida en ello.


Me sigo preguntando: ¿Qué hay de malo, pernicioso, raro o estúpido en escuchar a alguien como Bisbal? Y lo menciono a él, pudiendo hablar sobre miles de “parias” comercialoides, musicalmente denostados, que se bañan en dinero líquido a pesar de las muchas críticas. ¿Es malo escucharlo porque le gusta a mucha gente; porque le falta originalidad; porque tiene mucho dinero; porque sus letras son ligeras o porque es un triunfito? Pensamos que no es un comportamiento inteligente y adulto, sin embargo no nos percatamos de que, lo verdaderamente interesante es escuchar de todo. Es por ejemplo, disfrutar bailando el “Toxic” de la Spears, a la vez que se te pone la piel de gallina al escuchar un aria de la Callas (¡Qué grande!)

Y es que, en esta vida, no todos son John Lennon o Bruce Springteen, no todos cantan como Mercury o como la Callas… Sin embargo, en el espectro musical muchos tienen cabida. La mayoría de las veces, incluso, nuestro cerebro lo necesita: Asian Dub Fundation para no dormirte en un viaje, un disco de Enya para empezar a soñar. No siempre nuestro coco ansía leer a Dostoievski o a Joyce, muchas veces preferimos algo más ligero pero menos profundo con lo que, simplemente, disfrutar: una novela de Agatha Christie o el último bestseller cuya portada tanto te llamó la atención. Ahí mismo reside el encanto de una buena mente humana: saber apreciar una novela como “Crimen y Castigo” y, a la vez, disfrutar, como un niño, con la última aventura de Harry Potter.

Porque, en definitiva, uno no debe cerrarse Nunca, ni a épocas ni a estilos. Me gustaría llegar a abuelita con un gran arsenal de gustos habitando, para siempre, en mi cerebro. Me gustaría que, entonces, me siguieran gustando tanto como ahora, tanto como ayer, libros, canciones, películas que leí, escuché o ví y que produjeron algo positivo en mí. Me gustaría, también, que no estuviera cerrada a las cosas diferentes (y no por ello menos buenas de las que existen hoy o existieron ayer) y que fuera capaz de empaparme de las últimas tendencias de mi existencia. Que mis cosas envejecieran dulcemente conmigo, y que mi cerebro nunca lo hicera y se mantuviera joven, dialogante y respetuoso con los gustos de mis nietos. Pensar que nunca existieron épocas mejores y que los que no supieron envejecer no fueron nuestros gustos sino los cerebros cuadriculados de algunos.
El conocimiento nos hace libres, amigos.


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