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La muerte de un verso, la muerte de un beso.

Tags: beso verso obra

Ignoro si lo saben o no, pero esta semana alguien ha matado un verso; y de paso, ha matado un beso también.


El responsable ha sido el autor del beso y propagador del verso. Ha decidido borrarlos, erradicarlos de la existencia, en una operación quizás indolora para ellos, pero muy dolorosa para nosotros, como espectadores, y, sobre todo y ante todo, para él, que había puesto toda su ilusión en su obra, un mural del que tenía ganas de que prosperara y ayudara a sus conciudadanos alegrándoles algo la vida.

Sin embargo, resulta que no todos lo veían así, y se atrevieron a mancillar la obra, a ensuciar el beso y a deshonrar el verso. El autor, perplejo, como todos los que tengamos un mínimo de sensibilidad, no supo qué hacer en principio. Podía haber decidido dejar el mural impertérrito, con la lacra de la deshonra, reflejando esta sociedad nuestra tan llena de imperfecciones y contradicciones; a fin de cuentas, un mural acaba convirtiéndose en un espacio público que es espejo de nuestra vida.

También podría haberse pasado la vida limpiando la mancha, haciendo que cada amanecer su obra pareciera inmaculada e impoluta, sin los efectos secundarios de la necedad de los demás. O podría haber eliminado el verso "ofensivo", dando la razón a los intransigentes e incultos, dejando que estos controlen nuestra vida y nos deformen a su imagen y semejanza.

Al final, ha querido ahorrar sufrimientos a unos y alegrías a otros, y sobre todo, padecimientos a esa obra de la que tan orgulloso se sentía, y le ha practicado una eutanasia. Antes de que el beso y el verso sufrieran más humillaciones, mejor una muerte que nada tenía de anunciada y mucho de triste improvisada realidad.

Y así estamos, asfixiados entre una sociedad que no acaba de madurar y es incapaz de erradicar actitudes y comportamientos deleznables, y otra que piensa que para conseguir dicha erradicación es necesario reescribir y malinterpretar la Historia y el Arte que nos han precedido, los que para bien y para mal han hecho lo que somos.

Esta vez las víctimas han sido el humorista Angel Idígoras y el poeta Vicente Aleixandre. Para cualquiera que se haya molestado lo mínimo en conocer la obra de ambos, no hay ninguna sospecha de actitudes ni opiniones despreciables en la misma. Uno pretendió dar vida a un barrio de su ciudad natal con un mural que exaltaba algo tan maravilloso como un beso. El otro fue un artista que sufrió persecución y exilio por parte de una dictadura que no aceptaba su manera de pensar, de escribir ni de vivir.

Sin embargo, que los nuevos "macarras de la moral", los que sustituyen a los que Serrat poéticamente masacraba en su canción, se abstengan de cantar victoria. Han muerto un beso y un verso, sí, aunque están muy equivocados si piensan que la cosa queda ahí. Los besos y los versos son aves fenix que renacen de sus cenizas porque muchos de nosotros estamos ahí para que se mantengan y se sigan propagando. A quienes no les gusten, están en su derecho. Pero ese derecho no les ampara para seguir decidiendo, como otros lo hicieron no hace tanto tiempo, sobre nuestra forma de pensar, sobre lo que nos gusta leer, admirar y vivir. No aceptaremos la intransigencia, venga de donde venga.


¡Salud!


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