Despierta cuando aun tienes vida y no padeces de tristeza,
ante la realidad que te acompaña en tu caminar mundano,
sintiendo en el alma el amargo sentido de una constante pobreza, que destruye cruelmente el orgullo de sentirte borincano.

No es meramente la desdicha de mi pueblo lo que preocupa a mi corazón.
Veo como se consumen las raíces, el orgullo que produjo esta isla tan querida.
Azotada por la ambición de unos pocos que han llevado hacia ese rincón,
los despojos de la grandeza de mi gente y en el suelo tirada mi islita malherida.

Cruel ha sido la suerte de mi terruño, que a pesar de su esfuerzo no abandona su desdicha,
pues los rufianes corroen con su desmedida corrupción los cimientos y baluartes de mi bandera.
Someten a mi gente al peor y cruel castigo de ver capeada su atesorada dicha.
Y empujan sus sueños a la inevitable situación de estar sometida a la soberanía extranjera.

Es tiempo de pensar no en nosotros, sino en nuestros hijos y el futuro aterrador que les espera.
Si cedemos a las fuerzas de este mal que nos aqueja, no cumplimos con el deber sagrado,
de cuidar y proteger el bienestar de nuestro futuro llevando la lucha a la trinchera.
Morir con la certeza de que la patria no se vende, ni ver nuestro orgullo desterrado.

José M. García Velázquez© 2007