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Hiroshima, mon amour

Ella: De la misma manera que existe esta ilusión
en el amor, esta ilusión de ser capaz de no olvidar nun­ca, también yo he
tenido la ilusión ante Hiroshima de que jamás olvidaría. Igual que en el
amor.

El. — Tú no has visto nada de Hiroshima.
Nada.

Ella. — Lo he visto todo. Todo

Ella Oye…Igual
que tú, yo conozco el olvido.

El. — No, tú no conoces el
olvido.

Ella. — Igual que tú, estoy dotada de memoria. Y conozco el
olvido.

El. — No, tú no estás dotada de memoria.

Ella.
— Como tú, también yo intenté luchar con todas mis fuerzas contra el olvido. Y
he olvidado, como tú. Como tú, deseé tener una memoria inconso­lable, una
memoria de sombras y de piedra.

Ella. — Luché por mi cuenta, con
todas mis fuer­zas, cada día, contra el horror de no comprender ya en
absoluto el por qué de recordar. Y como tú, he olvidado... *

Sabía que si giraba mi espalda, jamás le volvería a ver. Sólo era cuestión de contar unos minutos , sólo unos tantos y él quedaría ya atrás, lejos de mi campo visual, de mi vida, de mis recuerdos. Me acordé de una escena de Reconstrucción y pensé en los innumerables momentos en los que sin pensar los libretos se repiten. Eso es patético. Contengo las lágrimas. sé que este adiós significa el olvido, que probablemente su rostro se confundirá entre la multitud, será un magnífico producto de la cotidianidad, y luego más nunca le recordaré. Es costumbre de humanos aferrarnos al concepto de amor de la misma manera que un enfermo terminal se aferra a la idea de Dios; ambas cosas a la larga son lo mismo, su único fin reside en prolongar nuestra muerte y la humana incapacidad de aceptarla. -Al comino- pienso, pero el gesto inevitablemente perdura; del mismo que habla Kundera, del gesto, del gesto inmortal. Será él en el doloroso gesto, en las pequeñas manos, en los ojos, en esa innumerable y valiosa información que ahora reposa en mí y siento moverse bajo mis costillas, palpitar en mi vientre, lo que me haga recordarle. Pretendimos una familia, dar recompensa a esos años de espera, de amarnos con la locura transcrita hoy en el lacerante dolor del olvido. –No. Yo no he visto nada en Hiroshima.
___
DURAS, Marguerite. Hiroshima, mon amour


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