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Confinados

El ser humano está hecho para vivir al aire libre, bajo el sol, para relacionarse, tocarse, sentir y disfrutar de la vida. Pero con las medidas sanitarias para luchar contra la pandemia, todo Esto, de momento, se ha acabado. Hemos sido encerrados en nuestras casas, limitados en todos los aspectos de nuestra vida, condenados durante meses a vivir angustiados, soportando pérdidas, obedeciendo órdenes en condiciones psicológicas muy opresivas. Estamos agotados. Y las consecuencias empiezan a notarse.

Los niños, adolescentes y adultos, cuando no pueden moverse, relacionarse y encontrar gratificaciones, languidecen y se marchitan. Como los animales atrapados y las plantas descuidadas. No pueden divertirse espontáneamente. No pueden hacer planes de futuro ni adquirir nuevos hábitos porque todo es incierto. Y una gran parte de la población ya sufre las secuelas de ello: fatiga, aburrimiento, falta de privacidad, irritabilidad, ansiedad, depresión, problemas alimentarios, aumento de las tensiones domésticas, insomnio e incluso, en algunos casos, ideas suicidas... Estamos soportando desde hace tiempo toda clase de limitaciones en las relaciones familiares, amorosas, amistosas, sociales, laborales, económicas, actividades de todo tipo... Además de las insalubres condiciones físicas y emocionales a las que sometemos a los niños: mascarillas, distanciamiento social, ventanas abiertas en las escuelas, pseudorrelaciones mediante pantallas, etc.

De alimentar todo esto se encargan los medios de "comunicación", que atemorizan y corroen el corazón de millones de personas que quieren "saber" lo que ocurre, como si esto fuera posible. Se aferran a las pantallas para "informarse", con la esperanza de que todo acabe pronto y vuelva a ser como antes... Como sucede en los tiempos de guerra.

¿Cómo podríamos sobrellevarlo mejor? No es fácil dar consejos psicológicos para problemas que no son psicológicos. En mi opinión, Tal Vez sería aconsejable que cada persona intentase conservar (o hallar) un poco de espacio, algunos momentos para "desconectar" de todo esto y cuidarse algo mejor. Podríamos organizar nuestro tiempo de otros modos, hallar satisfacciones alternativas o recuperar otras que tal vez abandonamos hace tiempo. Por ejemplo, jugar más con los niños, leer, escribir, pintar, conversar, cultivar alguna afición, cuidarnos físicamente, ver buen cine, escuchar buena música, cocinar, estudiar online, iniciar pequeños (o grandes) proyectos de carácter creativo, profesional, solidario, etc... Y, sobre todo, dar la espalda a la televisión y demás medios de contaminación. Nos conviene cierta precaución, pero también toneladas de higiénico escepticismo.

En definitiva, quizá lo mejor que podemos hacer en estos tiempos es redescubrir el Presente, la habilidad de vivir día a día, prestándonos más atención a nosotros mismos y responsabilizándonos más sabiamente de nuestras vidas. Después de todo, lo más importante suelen ser las cosas y personas más cercanas y actuales, no las más lejanas, ni pasadas, ni futuras, de modo que aún podemos disfrutar muchísimo de ellas. Sin olvidar, por otro lado, que todos estamos exhaustos por la situación, y muchos también furiosos. Y que tenemos todo el derecho del mundo no sólo a compartir nuestros sentimientos y quejas, sino también a protestar socialmente, a exigir una mejor gestión y el fin de este encierro, de este maltrato, de esta guerra.



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