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La verdad del "contacto cero"

Últimamente leemos con frecuencia que, si tomamos la decisión de romper con la familia, la pareja o cualquier otra persona/s que nos daña sin remedio, es mejor evitar toda relación con ella. Necesitamos lo que se denomina "contacto cero". Y se nos sugiere que, simplemente con esta medida, no sólo nos quitaremos el problema de encima, sino que también nos repondremos de nuestras heridas..

Pero ¿realmente es así? Es cierto que no es posible sanar sin abandonar el círculo tóxico que nos enferma. Nadie puede negarlo. Pero la experiencia nos enseña que, en muchos casos, no es suficiente. Por ejemplo, en las relaciones de pareja, cuando su toxicidad fue una excepción, una anécdota en la vida de la persona, el contacto cero sí proporcionará a ésta alivio, liberación, el regreso al bienestar anterior a emparejarse. Pero en las relaciones tóxicas (familiares, de pareja, etc.) que forman parte de determinadas formas neuróticas de ser y vincularse (inmadurez, miedos, dependencias, problemas de personalidad...), el contacto cero no basta.

Para empezar, casi nunca llega a establecerse por completo. Las personas profundamente heridas por el maltrato no disponen de la autoestima ni la fuerza suficientes para ponerse a salvo del todo, de modo que se resisten consciente o inconscientemente a abandonar a su/s victimario/s. O realizan "escapadas" breves o incompletas (por ejemplo, siguen en contacto por teléfono, internet, etc., ya sea  por iniciativa propia o tolerando con docilidad la persecución abusiva del maltratador/a). También pueden, en un momento dado, retomar la relación. O sufrir duelos muy dolorosos y prolongados...

Por otro lado, aunque con el alejamiento lo peor del trauma quede atrás, eso no evitará que, con mucha frecuencia, vuelva a repetirse. No olvidemos que las relaciones neuróticas son siempre bidireccionales. Es decir, complementarias. Todo neurótico/a dominante o agresivo/a tiende a buscar neuróticos sumisos, y viceversa. Por eso, en general, la mayoría de relaciones sólo duran en función de esta complementariedad. Y cuando cualquiera de las partes es más sana o más madura que la otra, o simplemente incompatible (por ser demasiado ajena o, al revés, demasiado similar), el vínculo será breve o ni siquiera se iniciará.

De modo que, aunque el contacto cero sí conviene en la mayoría de casos (salvo circunstancias de fuerza mayor, como hijos compartidos, negocios comunes, responsabilidades mínimas hacia padres enfermos, etc.), en las personas más neuróticas no sanará sus heridas de fondo, ni evitará la creación de relaciones parecidas, más o menos tóxicas. Sólo la psicoterapia puede ayudar a las personas a concienciar los motivos de estos problemas, a fortalecerse, a madurar. Y, en definitiva, a superar los ciclos conscientes e inconscientes de su dolor.



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