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MADRE BENDITA.

Te llevaste el alma de la casa.

Dejaste triste nuestra vida,

vacía tu alcoba,

tu cama

y todos los rincones que te extrañan.

El pez que de tu mano comía,

sabiendo que te ibas,

a esperarte adelantó,

para que allá lo cuidaras.

Los pajarillos

que en los árboles

con impaciencia te decían

-señora ¿dónde está?

¿porqué con nuestro pan se tarda?-

en éste frío invierno

por ti claman mamacita,

como si el pan de nuestras manos

no les supiera a nada.

Las piedras y cuentitas

que en cajas esperaban

que tu mano en joyería las formara,

siguen ahí mamita,

esperando,

preguntándose

-¿Porqué no somos un collar,

o una pulsera,

unos aretes

o un rosario?

¿Porqué estamos aún en estas cajas?-.

Tus estambres

quedaron algunos por ahí,

y la cobija que me hiciste

seguirá conmigo aquí en mi cama,

imaginando al darme su tibieza

como si me abrazaras.

Feliz que has aliviado.

Ya no sufres,

no te angustias

y el dolor por fin te dejó.

Descansa madre santa.

Tu camino en éste mundo

fue pesado y difícil

y como valiente guerrera

peleaste la batalla.

Ahora

que las espinas de tu cabeza han caído,

ponemos tus hijos en tu frente

una corona de laurel y guirnaldas,

en tu pecho una rosa roja de amor vivo

y a tus pies ha puesto Dios

la cruz redentora que te salva.

Dora Elia.

9 de Enero 2013.

(Derechos de autor)



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MADRE BENDITA.

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