La huelga del Campo, en Europa en lo que corresponde a Francia y España, pienso se pasa de la raya, es más, la destrucción del producto del campo va totalmente a favor de a quienes combaten.

Los productores del campo, se quejan de lo poco que se les valora su trabajo, ya que, con lo que le pagan intermediarios, almacenistas y los grandes supermercados, que ponen los productos al Consumidor final, no llegan ni siquiera a cubrir gastos.

Para protestar y que, el gobierno les hagan caso, sacan sus herramientas -tractores- a la calle provocando el caos en las ciudades. Reclaman sus derechos a ser protegidos por su labor.

Los franceses en defensa de su legitimidad, vacían los camiones que cruzan su frontera provenientes de España, arrojando la mercancía -producto de la tierra- a la carretera. En su protesta, los españoles les imitan y proceden directamente a lanzar el género al asfalto.

Al gobierno puede que lo pongan contra las cuerdas, pero a los causantes de la situación, Esos que, sin hacer nada, les compran lo que laboran, esos, salen beneficiados.

Veamos, en la época contemporánea en la que vivimos, nos vemos sometidos a las reglas del capitalismo en su forma de la ley de oferta y demanda. A más demanda sube el precio, a más oferta baja.

El resultado es que, tirando lo que han recolectado hace que se encuentren en el mercado menos, tomates, por poner un -ejemplo- y los compradores, tanto el consumidor final, como las empresas manufacturaderas de la alimentación, paguen más. Por lo tanto, suben los precios en la cadena alimenticia.

Pero si en vez de tirar los tomates, los regalan a lugares sociales, escuelas públicas, hospitales de la red pública de la sanidad y sobre todo, lo dan en las puertas de los supermercados al consumidor final, hay sí que harán daño de verdad a los especuladores, en especial a esos que almacenan para poner los artículos a la calle cuando halla más demanda que oferta y suba el precio.
Tirar lo recogido pienso que no beneficia a los que trabajan el campo.