La pasada semana, el Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas (TIJ) ordeno al Estado de Israel que, vaya con cuidado para no cometer genocidio a la hora de destruir al pueblo palestino.

Ya sé que, no dijo eso exactamente, pero, también es cierto que el tribunal no hablo de que se pare la guerra. Con el argumento de legítima defensa, es obvio que se garantiza el proceder del Gobierno de Benjamín Netanyahu, ante la masacre humana que lleva a cabo para luchar contra un acto terrorista.

Muchos Jueces, muchas togas, muchos gorros, incluso alguna peluca y poca justicia es, según mi opinión, lo que, he visto por los medios audiovisuales de información.

Entiendo que los señores jueces, se presenten vistiendo con decoro y aseados. Aunque no hace falta tanta parafernalia para que sean tomados en serio por el pueblo, ya que este que escribe, es parte del pueblo y se mueve por las tascas, que de haberlas las hay, y escucha y ve, como sus conciudadanos se horrorizan ante las informaciones que llegan por los periodistas que se juegan la vida para hacer arribar al pueblo lo que está pasando en Palestina.

Lo que, en ese territorio ocurre, nada tiene que ver con perseguir al terrorismo, ya que Israel, puede entrar con tropas y maquinaria pesada, -tanques- para buscar a los terroristas y colaboradores de ellos. No hay ninguna necesidad de destruir al pueblo y matar a ciudadanos que nada tienen que ver con el terrorismo. Los señores jueces pueden ver las imágenes como la mayoría de los pueblos en occidente. Todos -excepto fascistas- afirman que, lo que Israel hace en Gaza es genocidio.

Si los señores jueces tienen dudas para consolidar de lo que pasa en la franja de gaza, les recomiendo, se despojen de la parafernalia, y salgan a las tabernas de las ciudades y escuchar lo que se dice, se les acabarán las dudas.

A los jueces los llamo, señores, por respeto, en vez de señorías, ilustrísimo o lo que el protocolo mande, ya que esa manera de hablar la reservo para quienes están en Gaza, haciendo lo que pueden y jugándose su vida para salvar otras. Mientras unos señores jueces, sin remordimiento de conciencia, ni escrúpulo alguno, no se atreven a llamar por su nombre, el cual no es otro que, genocidio de un mal nacido.