Europa, debería mirar por el retrovisor para observar lo se deja atrás, y compararlo con lo que va adelantando, para darse cuenta de lo que llega por delante nada tiene que ver con lo de detrás.
En los años sesenta, los europeos de entonces, con Alemania, Francia y Reino Unido, los españoles todavía no estábamos, era el futuro de Europa para el siglo XXI. Los extremismos estaban arrinconados en el recoveco de los malos sueños. Quedaba atrás la extrema derecha que llevó a los pueblos a la última

gran guerra. ¡Nunca más!, se oía por las calles limpias y plazas donde jugaban niños y niñas, todos juntos. Avenidas y plazas eran un remanso de paz y los sin techos, si alguno quedaba, se le atendía.
Eso pasaba en occidente. Pero occidente también es más allá de Europa y, allí, cruzando el charco se encuentra la cuna donde duerme, se agita y vive el capitalismo salvaje, EE.UU.
Origen de la democracia, también del liberalismo y de la extrema derecha que, alejada de Europa, encontró cobijo entre el capitalismo extremo.

Mientras, la Europa de los sueños se hacía grande, y al amparo del paso del tiempo y la llegada del nuevo siglo y milenio, la extrema derecha se aventura a salir de su recoveco, donde dormitaba invernando, y aquí, en Europa, está volviendo a brotar, como las malas hiervas lo hacen en los sembrados. Aunque ya se sabe, hay que arrancar las malas hierbas. Lo conoce bien el trabajador del campo.

Alemania ha dado el primer paso para arrancar la mala hierba, la Ultraderecha. Días atrás, miles de ciudadanos salieron en Berlín para, según los informativos, poner “cortafuegos a la ultraderecha”. No nos durmamos y, al menos, los europeos, unámonos a favor del cortafuegos a la ultraderecha, que está entrando con fuerza por el medio oriente, por Israel, con el beneplácito del gran capital EE.UU y del TIJ, que no ha tenido las agallas suficientes para condenar y determinar que se pare el genocidio de Gaza. Por ahí, entra la ultraderecha.