¡Qué pequeña mi vida!,
pienso mientras recojo las migas de pan
después de cada comida y las guardo con cuidado,
estos gestos diarios que me recuerdan a mi madre.
Me pregunto si seguiré guardando Esas migas para los pájaros
que salen cada día al encuentro de sus pasos
cuando la ven llegar, con el delantal
sujeto por los vértices y su mano alzada,
como sembrando vida.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy,
pían los gorriones que la conocen
y ella canturrea…
tú me acostumbraste
a todas esas cosas
y tú me enseñaste
que son maravillosas…
No sé si es su voz o la mía, las confundo.
Yo respondo para mis adentros el estribillo…
pero por qué no me enseñaste
cómo se vive sin ti.
Begoña Abad