De Mis Armas de mujer
ya me deshice,
que cuando gané nada quise
y cuando perdí seguí queriendo.
La tormenta puede volver a herirme,
a tocarme debidamente
las palabras
que no dejan de encontrarme.
Ahora respiro despacio
templándome la voz,
tirando las flores de arcilla
que me dejaron algunos amantes.
El sueño se volvió gris
sin brillo,
un desagradecido hueco,
en los sueños rancios.
Ahora tengo primaveras
en la savia de mi vida
latiendo en mi piel,
y aprendo a sanarme
con la vida tocando mi aire.
Ahora sueño en florecer
con este amor limpio
que brota en mis manos.
Isabel Garrido
(Derechos de Autor)