No estoy de acuerdo con el dicho “No hay mal que por bien no venga”, el mal nunca viene bien, aunque sea verdad que también del debemos aprender, de lo contrario siempre estaríamos en el mismo sitio sin avanzar. El mundo pese a los múltiples males que sufre sigue avanzando.
La pandemia ha sido uno de esas calamidades que ha asolado al planeta, puede que haya sido la más dañina desde que la sociedad tiene datos.
El covid 19, empieza a estar dominado, no erradicado. Es como el fuego que asola los bosques del cual no se está tranquilo hasta que se logra controlar dentro de su perímetro.
Ese mal pandémico, que está afectando al mismo momento a toda la urbe del globo, seguro que en todas partes se está hilvanando algo de que aprender.
En mi territorio, ya saben, en el de la piel de toro, esa España de la discordia permanente, de la cual todos queremos independizarnos, y todos nos sentimos presidentes de gobierno, o entrenadores de fútbol, según veamos por la televisión el telediario, o un partido de balón pie.
En esa España, pienso que, el mal el cual ha devastado a buena parte de la sociedad, en especial la más débil, no debería ser endémico, aunque me preocupa que así sea, ya que a males habituales estamos muy acostumbrados.
Si algo debiéramos aprender de este mal es que, un país de 47 millones de habitantes, la tercera potencia en cuanto territorio y habitantes de la UE y la cuarta de Europa, no puede basar su economía únicamente en la dependencia del turismo, siendo además turismo de low cost. Debemos estar obligados a crear industria que debe dar vida a la población joven y senior, para dar paz y tranquilidad a la tercera edad del país.
España es un país de viento y sol. Eso quiere decir que tiene energía propia. Lo de sol y pandereta debemos ir dejándolo atrás. Puede que seamos el país de la UE, con más futuro. Deberíamos saber aprovecharlo. Esperemos que la pandemia nos haya abierto los ojos y sepamos ver que ese futuro lo tenemos en la energía eólica y solar. Lo que es lo mismo en la energía renovable.
