Imagen: Google
.
La miro
desde la cama revuelta,
donde su olor y el mío
se abrazan todavía.
La miro,
y pienso, sonriendo
que es un exceso,
de la naturaleza,
dar tanta belleza
a un sólo cuerpo.
La veo mirándose
con desparpajo
en el espejo
preguntándome
que buscará
en el liso cristal
que ella no tenga?
Me mira sonriendo
y amanece un sol
tras la cortina de sus ojos
otra belleza,
fascinando mi vida,
esa que no tiene espejo,
la del alma.
Me llena,
desde su plenitud
sin importarme, un ápice,
mi decadencia.
mabel escribano
d.r.