Get Even More Visitors To Your Blog, Upgrade To A Business Listing >>

La decisión

La mañana se esta haciendo eterna. Ana no para de darme palique contándome aventuras de amigas que trabajan de au pair en Irlanda y no hay ni una que sea positiva. -¿Pero por qué siguen ahí si tan mal les va? No creo que sea por la cerveza.
Ana se encoge de hombros y sigue taladrándome. ¡Es increíble las ganas de hablar que tiene esta mujer a las siete de la mañana! Y la máquina estropeándose cada dos por tres para joder aun más. A las diez tengo que ir a las oficinas a recoger el finiquito y a aguantar el sermón del jefe de personal diciéndome que si me lo he pensado bien y vendiéndome un futuro prometedor en esta mierda de empresa.
¡Pues claro que lo he pensado! ¿Qué otra cosa podía hacer después de lo de Bea? Me es imposible estar tan cerca de ella y no tocarla y encima tener que ver como se besa con Juan. Han pasado tres meses y la herida sigue sangrando. Estaba preciosa el día que me lo dijo. Era sábado. Su pelo largo enmarcaba su cara morena, llevaba aquellos tejanos que me volvían loco y la camiseta que le regalé para su cumpleaños ¡Ni siquiera me ahorro ese detalle! Su expresión triste contrastaba con el brillo de sus ojos que se negaban a seguir el juego a su dueña. Lo soltó de golpe: “Estoy enamorada de Juan, lo siento” y se fue de mi vida sin darme ninguna otra explicación. No la volví a ver hasta el lunes. Ella y Juan llegaron juntos besándose y riéndose felices sin tener en cuenta mis sentimientos. Fue el peor día de mi vida ¿Alguien sabe lo que es trabajar ocho horas al lado de tu exnovia soportando su indiferencia y los guiños cómplices con su actual novio que para mas inri es tu jefe de sección?
Mi decisión no solo ha venido determinada por eso, también me ha empujado ello mi madre. La convivencia es casa es difícil últimamente. La lista de novios de mamá es impresionante desde que decidió dar un giro a su vida. Y no es que me importe, sencillamente es que no me acostumbro a hacer cola en el baño para ver salir a un tipo diferente al de la semana anterior, y desayunar con él y reírle las gracias y aguantar con una sonrisa imperturbable los comentarios, a veces bastante desafortunados, que me hacen sobre lo magnífica que es mi madre. La gota que colmó el vaso fue un domingo, hace tres semanas más o menos. Fui al cine con unos amigos y cuando acabó la peli decidimos ir a tomar algo a un pub nuevo que inauguraban esa noche. Pasamos por mi casa para cambiarme de ropa ya que llevaba unos tejanos bastante viejos y deportivas y no sabía si me dejarían entrar así. No me di cuenta de nada hasta que abrí la puerta de mi habitación y me encontré a mi madre desnuda, tumbada sobre mi cama, y al novio de turno haciéndole el amor frenéticamente. El espectáculo fue demasiado para mí. No se dieron cuenta de mi presencia así que cerré con cuidado la puerta y me largué sin cambiarme. Al día siguiente empecé a arreglar los papeles para irme a Irlanda.
No sé como me irá, los niños no me gustan especialmente. Yo buscaba trabajo en un McDonals o algo así pero me salió esto y pensé que no estaba tan mal. Tenía casa, comida, un sueldo y el fin de semana libre para mí. Mi única obligación encargarme de una niña de siete años. ¡No podía ser tan difícil! Además yo siempre he tenido mano izquierda con los niños.
Bueno ya esta. Después de una hora de despedidas, besos, consejos y tonterías varias por fin puedo irme de esta asquerosa fabrica de una vez y mañana ya estaré en mi nuevo hogar al cargo de una niña que espero no sea demasiado pesadita.
Aquella mañana el cielo estaba gris cosa que no era ninguna novedad. Desde que llegué, la primera imagen que tengo al sonar el despertador, es el cielo gris a través de la ventana de mi cuarto. Y lo peor es que conforme iba pasando el día la cosa no se arreglaba. El gris se hacía más intenso y cuando menos te lo esperabas empezaba a llover y lo hacía hasta la saciedad, mojando una y otra vez las calles de aquel pueblecito del norte de Irlanda.
Aquel día, después de ducharme bajé a preparar el desayuno para Juliet y para mí. Se me presentaba una mañana complicadilla. Después de llevarla al colegio, el super. Margaret me había dejado una lista enganchada en la nevera de todo lo que hacía falta. Tengo intención de ir a la biblioteca a ver si tengo suerte y puedo pillar uno de los ordenadores. Hace días que quiero enviar un par de mails a los colegas y no he tenido tiempo ¡Me van a matar! Prometí hacerlo cada semana y apenas si lo he hecho tres o cuatro veces en los seis meses que llevo aquí. Parece que fue ayer cuando subía al avión todavía dudoso y enfadado con el mundo.
Extraño a mi madre, a pesar de todo la echo de menos. Sin embargo aquí no se esta tan mal, la familia que me ha tocado en suerte es bastante maja. Tienen sus manías pero con seguirles la corriente ya esta. La niña es un encanto, no habla por no hacer daño, es tranquila y muy inteligente. Le he cogido mucho cariño. La estoy enseñando algunas palabras de español y le gusta. Dentro de poco lo hablará mejor que yo.
Los padres, Margaret y George, son muy serios, demasiado para mi gusto pero claro la edad también influye. Ella tiene cuarenta y seis años y él cincuenta y uno. Se casaron ya mayores y tuvieron a Juliet casi de casualidad cuando ya habían abandonado toda esperanza. Ambos son ejecutivos de una multinacional alemana y pasan mucho tiempo fuera de casa y aunque la criatura les llena de felicidad todavía no han sido capaces de renunciar a parte de su vida profesional para dedicarle mas tiempo. Los dos viajan constantemente y hay semanas en las que la niña y yo nos quedamos completamente solos. Juliet entonces suele venir a mi cama con cara de susto, le leo un cuento y dejo que duerma conmigo. No sé que me pasa con esta niña que desde que la vi me tiene el corazón robado y no puedo soportar que lo pase mal. Y eso que a mí los niños ni fu ni fa. Creo que es la soledad, apenas conozco a nadie aquí. Además cuando me mira con esos ojos de almendra caramelizada y se ríe arrugando la nariz me recuerda tanto a mi madre que no puedo evitar abrazarla y darle un beso. Esos besos y abrazos que durante tantos años hemos evitado darnos mi madre y yo.
Tengo que decirle a Margaret que últimamente la niña no esta bien, se cansa con mucha facilidad y no duerme bien por las noches. El pediatra le ha recetado un jarabe reconstituyente porque cree que esta un poco baja de defensas, cosa normal en época de crecimiento pero si sigue así tendrán que hacerle pruebas.
No puede ser cierto lo que esta pasando, llevo todo el día dándole vueltas como es posible que de la noche a la mañana una enfermedad tan terrible como esa tenga que padecerla una niña que no ha hecho daño a nadie.
Los padres están desconsolados y yo no sé que decirles. Margaret no para de llorar a escondidas y cuando esta con ella se ríe de una forma tan artificial que ha conseguido que Juliet le tenga miedo.
-Mi mamá esta rara- me dice continuamente. Yo le doy un beso y le digo que su mamá esta cansada porque trabaja mucho intentando que la voz no se me quiebre y no se me escapen las lágrimas que de golpe se acumulan en mis ojos.
Nunca he sido un chico demasiado sensible pero la situación me esta sobrepasando, justo cuando Bea era ya un recuerdo lejano y los malos ratos en casa de mi madre ya no me parecían tan malos tiene que aparecer esa palabra maldita en mi vida: leucemia. ¿Cuántas veces la habré leído, oído o dicho sin darme cuenta de lo que realmente significaba? Nunca nos paramos a reflexionar sobre las cosas que afectan a los demás. Nos parecen lejanas, abstractas y ajenas hasta que nos toca a nosotros. Ahora era Juliet con tan solo siete años la que tenia que enfrentarse a lo que significaba esa palabra.
Toda la familia esta trastornada, sin embargo ella sigue siendo la niña feliz que conocí hace un año. No parecen afectarle las noches sin dormir, el cansancio ni la multitud de pruebas dolorosas a las que esta siendo sometida.
El tratamiento cruel hace que su cuerpo se vaya consumiendo porque los medicamentos aun no saben distinguir entre células buenas y células cancerosas y las destruye a ambas a la vez. Su única esperanza es un transplante de medula ósea. Pero necesita a alguien compatible y aquí radica el problema. Los padres han sido descartados, no tiene hermanos y los tíos tampoco han resultado ser los donantes adecuados. Todo esta en manos del destino ahora. Encontrar un donante ya es por si algo difícil pero que además sea el adecuado era casi un milagro.
Los días iban pasando lentamente y no se adivinaba ningún final feliz. Pensé en regresar pero la familia se apoyaba en mi, como si fuese el motor de sus vidas, la única persona dispuesta a sacarlo todo adelante. No podía irme ahora.
Decidí hacerme las pruebas mas que nada por quedar bien, si hubiese sabido el resultado no sé si lo hubiera hecho. ¿Cómo podía yo predecir que iba a salir algo así? Llevo todo el día dando vueltas por las calles de Londres. Tengo un lío mental impresionante y no sé que hacer. Juliet esta ingresada en St. Andrew’s Hospital muriéndose y yo soy el único que puede hacer algo por ella pero a qué precio.
Cuando el médico me llamó y dijo que quería hablar conmigo en privado no podía imaginarme lo que se me avecinaba. Por salvar una vida se podían destrozar tres. Claro que siempre podía callar, salvar a la niña y desaparecer para siempre de sus vidas.
Pero ¿y yo qué? ¿Mis sentimientos no importaban? ¿Cómo podría olvidar algo que deseaba saber desde hace tantos años?
Me tuvieron un buen rato en observación mientras fingían que tomábamos café, supongo que pensaron que era algo demasiado fuera de lo normal como para que no saliera de allí como un cohete dispuesto a hacer cualquier locura.
-No hay ninguna duda, su mapa genético es idéntico al de su padre. Usted es hijo de George Harris- dijo el doctor Svenson.
-Eso no puede ser-balbuceé mientras en mi mente se completaba el rompecabezas de mi vida. Recordaba a mi madre tratando de explicarme porque mi papá no estaba nunca en casa cuando era pequeño. Mi abuela diciéndole a mi madre que los errores se pagan y el precio del suyo era no poder hacer una vida normal. Mi madre llorando a escondidas cansada de trabajar y de estar sola. Con quince años cuando me entere de la verdad ya estaba de vuelta de todo y no pensé en la dimensión real de lo que mi abuela llamaba el desliz de tu madre. Por desgracia muchas chicas se quedan embarazadas en su adolescencia y no pasa nada. ¡Qué equivocado que estaba! Ahora si que entiendo lo que debió de pasar por la mente de mi madre. Una chica no se suele entregar a nadie a no ser que este enamorada y menos en los años de su juventud en los que el sexo era un tema todavía tabú.
Muchas veces he pensado como sería ese padre que nunca conocí pero jamás imaginé que fuese alguien como George, inteligente, emprendedor, elegante, siempre en su lugar... En mis fantasías mi padre era un ser despreciable, un borracho ligón que utilizó a mi madre a su gusto. Tampoco pensé que mi padre podía ser extranjero. Un simple turista inglés que enamoró a mi madre y que no volvió a pensar en ella nunca más. ¡Un amor de verano! Eso soy yo. El fruto de un amor de verano.
-Piénselo durante un día, joven. Pero recuerde que la vida de la niña depende de usted. Y aunque haya sido un duro golpe lo que ha descubierto no olvide que ella es su hermana.
¿Cómo podía olvidarlo? Si durante todo el día no había hecho otra cosa que pensar en ese padre recién descubierto, en mi madre que se moriría de la impresión cuando se enterara, en Juliet que no tenía culpa de nada. ¿Y Margaret? ¿Cómo se lo tomaría ella? Durante más de quince años había pensado que su marido era perfecto y de golpe se iba a enterar de que tenía un pasado que ella desconocía, de que había dejado embarazada a una chiquilla, se había largado y que ese hijo era yo. Podía ser el fin del matrimonio. Yo no sabía exactamente como se llevaban en la intimidad. Delante de mi no se hacían gestos de amor. Era una pareja muy fría y los únicos mimos que se les escapaban iban dirigidos a Juliet.
Hace frío, ha empezado a oscurecer y la niebla lo cubre todo. Mis pasos me llevan de nuevo al hospital, a lo lejos se distinguen las luces borrosas de las ambulancias en la entrada de urgencias. ¿Cuántas personas mueren diariamente en una ciudad como esta? Pero ella es tan inocente, tan frágil, tan niña todavía. Ella no puede morir. Ella es mi hermana.
¿Y qué importa si no nos lo dijeron ni a ella ni a mí? ¿Y qué importa si nuestro padre en una noche de alcohol y fiesta sedujo a una chiquilla de diecisiete años para luego abandonarla sola y preñada? ¿Y qué importa si jamás le importó lo que hizo? ¿Y qué importa los malos momentos que pasamos en casa por falta de dinero mientras él lo derrochaba a manos llenas? ¿Y qué importa las noches que desee tener un padre como el de los otros niños? ¡Maldita leucemia! Te estas llevando a Juliet y gran parte de mi vida y yo no sé que hacer.
La recepcionista me saluda como siempre con esa sonrisa perfectamente ensayada y perfeccionada durante todos los años que ha pasado atendiendo al público. Tres pisos en un ascensor abarrotado y llego a la UCI. Faltan 10 minutos para que dejen entrar a las visitas. Margaret y George están en un rincón de la salita de espera, se les ve muy abatidos, una leve mueca intenta ser una sonrisa de bienvenida para mí. Les saludo con un gesto y me dirijo al despacho del Dr. Svenson.
Es primavera. Hace mucho calor, el sol brilla como nunca. Ya no recordaba este sol de España, hace casi tres años que me fui y ahora vuelvo para continuar con mi vida. Ya se distinguen las luces de Barcelona, diez minutos más y el avión aterrizará en el Prat. Mi madre se va a casar, no me lo puedo creer. Media vida buscando el hombre ideal y ha resultado ser el vecino del quinto que después de años de suspirar en silencio por ella se ha decidido a decírselo. ¡Hay que joderse!
Juliet esta preciosa, a sus diez años es ya una muchachita alta y bien formada. Atrás quedó la pesadilla y ahora simplemente ha de seguir unos controles rutinarios. Me la hubiese comido a besos para evitar su llanto en el aeropuerto, pero tenía que irme. No podía seguir escondiéndome más tiempo.
Margaret y George están mas unidos que nunca, últimamente hasta se daban un beso que otro delante de mí. Imagino que la enfermedad de su hija les habrá hecho replantearse las cosas de otra manera.
Yo estoy bien. Recordar a Bea ya no me duele. Saber que George es mi padre ha dejado de preocuparme. Yo no tengo padre, él simplemente estaba allí cuando ocurrió como podía haber estado cualquier otro por lo que he decidido no darle la menor importancia. Nadie excepto Juliet sabrá jamás la verdad. Todavía me pregunto como una niña tan pequeña pudo ser tan adulta como para afrontarla, sonreír, besarme y seguir como si nada haciéndome prometer que esto seria nuestro secreto. Un secreto de hermanos.
Hoy el sol brilla en lo alto y me siento feliz.



This post first appeared on Cajón De Sastre, please read the originial post: here

Share the post

La decisión

×

Subscribe to Cajón De Sastre

Get updates delivered right to your inbox!

Thank you for your subscription

×