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El jardín del sabio



Un Sabio estaba en su jardín recogiendo frutas. De repente, oyó un ruido y vio a un hombre corriendo: 
 -¿Pero a dónde vas tan deprisa? le preguntó. 
 – Mi vecino me persigue con un fusil: cree que he sido yo quien ha quemado su granero. 
– Vete deprisa, yo lo arreglaré. 

Entonces llega el otro hombre: 
-Por qué corres así? le pregunta el sabio. Estás sin aliento. Siéntate un momento. 
 – No, debo atrapar a un individuo que ha quemado mi granero. Voy a darle un escarmiento que recordará toda su vida. 
 – Pero ahora ya debe estar lejos. Observa estas frutas, son deliciosas. Siéntate y saboréalas. 

 El hombre acaba sentándose y disfrutando con las frutas, y el sabio le hace también admirar las flores y los árboles del jardín, el cielo azul, etc. Esta pequeña pausa le cambia su humor, y renuncia a perseguir a su vecino proponiendo incluso al sabio ayudarlo a recoger sus frutas. Diréis que ésta es una historia inverosímil. No tanto...  

 El sabio sabía que si se ponía en medio del camino diciéndole al hombre enojado: «Párate, no vale la pena correr así », el otro le hubiera empujado sin escucharle, y hubiera tenido que utilizar la fuerza. Entonces, ¿qué hizo? Desviar su atención ofreciéndole unas frutas. 

 Para impedir a los humanos hacer el mal, más que oponerse a ellos, es mejor intentar desviar sus energías." (Omraam M. Aivanhov)


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