Bobamente estuvimos despiertos hasta las 5 a.m. con una familia de paisas cantando trovas para entregar regalos al amigo secreto y aunque no es que me mate mucho el chucu chucu he de decir que la rumba paisa es de lo más divertida.

Luego estuve donde una tía pero no salí ni porque me pagaran. El que me conoce sabe que yo tengo mis días donde no me provoca ni asomar la nariz por la ventana, mi plan desde un principio fue dormir y ver televisión y así como lo planeé así mismo lo cumplí. Sin embargo, cuando me subí al avión de regreso a Los Angeles se me entró una tristeza al pecho dificil de explicar. Regresar para mi significó volver a la rutina, ni siquiera eso, fue enfrentar la realidad. Estar a pocos meses de que el viaje se terminara, ver que las cuentas pendientes por pagar no bajaban y el inicio de la quimioterapia de mi mamá me tumbó a la cama. Literalmente.

Entonces fue cuando mis jefes me hablaron y me preguntaron si quería regresar antes de tiempo y sin pensarlo dos veces dije que si. Fue algo de beneficio mutuo Pues ellos también estaban a punto de realizar cambios entre ellos y digamos que el hecho de que terminaramos el contrato como tal era algo que nos iba a hacer bien a todos, lo positivo es que se mantuvo mucho la armonía en la casa y la relación personal que existe y espero que siga existiendo entre nosotros. Yo me encargué de hablar con la coordinadora y gestionar con la agencia todo lo relacionado con mi regreso y la compra de mi tiquete, aquí me di cuenta de cosas del programa de Au Pair que me quitaron el aliento y del que quiero hablar en otro post. Esto sucedió más o menos a mediados de Enero y ya para el 28 de Febrero estaba yo en LAX tomando el vuelo # 100 de las 10:37 p.m. con destino a Bogotá.

Mi maleta estuvo lista desde finales de Enero porque la familia se mudó a otra casa y entonces aproveché a dejar todo organizado para no tener que pasar por esa cosa que se siente cuando uno se tiene que ir. Febrero se fue volando, mi niña empezó a quedarse más tiempo en la escuela cada semana para tener una transición suave e indolora, como tal empecé a trabajar menos horas pero con las mismas condiciones y mismo pago, cosa de la cual estoy enormemente agradecida con la familia pues aunque esas son las reglas del programa nunca me hicieron sentir como si yo fuera la chupasangre de la casa, igual también procuraba apoyarlos en otras tareas de la casa pues quedarme aplastando nalga en el mueble definitivamente no me parecía justo ni tampoco es lo mio.

Y sí, se llegó el domingo de los Oscars 2016. La familia me llevó al aeropuerto y la despedida me partió el alma, nunca llegué a imaginar la cantidad de lagrimas que el ser humano puede derramar. En total estuve en tres vuelos con la ruta Los Angeles-Fort Lauderdale-Bogotá-Cali. Dos cosas tengo que decir: el aeropuerto El Dorado es una vil recocha y QUÉ HIJUEMADRE CALOR que estaba haciendo cuando llegué a Cali.

Ya llevo dos semanas en casa, acompañando a mi mamá a sus citas médicas y apoyándola en la recuperación del tratamiento, feliz de poder compartir con ella y devolverle los cuidados que ella me brindó cuando yo era pequeña, es curioso ver el ciclo de la vida y como practicamente volvemos a revivir parte de la niñez. Estoy feliz de poder tomar jugo de tomate de árbol, jugo de mora, jugo de guayaba, comer chontaduro, lentejas, sancocho, hojaldras, bofe, arepa, costilla ahumada y chicharron. En resumidas cuentas: mi estómago está feliz. Llevo practicamente una semana activa en la que he buscado trabajo e ido a entrevistas, cosa de la que también hablaré después... cuando consiga trabajo. Y pues en general adaptandome a la vida que dejé acá, los cambios refrescan y traen cosas nuevas y buenas, trato siempre de mantener ese pensamiento para contener las ganas de salir corriendo.