Get Even More Visitors To Your Blog, Upgrade To A Business Listing >>

Columna de opinión.

Considero, y a continuación pluralizo sin orgullo, que Hemos adoptado la costumbre de informarnos con las vísceras. La inmediatez que ofrecen las redes sociales ha generado que la mayoría de las veces recibamos la información con el puro estómago; y para estas alturas si algo hemos hecho es justo eso: estómago para recibir toda clase de noticias. A la par del estómago necesario para escucharlas, hemos desarrollado una capacidad casi infrahumana para tener una opinión acerca de todo, sin importar cuánta información tengamos o no al respecto.

Pero los caminos del indignómetro son inciertos y completamente impredecibles. Todo parece indicar que hoy en día nos provoca más molestia y morbo el "chismecito" con protagonistas famosos, que cualquier hecho, por desgarrador que este sea. Es decir, en un acto por demás incongruente criticamos a varios que explotan su imagen en redes y paralelamente les hacemos el caldo más gordo al seguir hablando de ellos hasta convertirlos en tendencia.

El teléfono no podría estar más descompuesto. El RT de Twitter, el compartir de Facebook y el "Copy-paste" de cualquier medio digital han logrado que la información viaje no sólo rápidamente sino como caballo desbocado.  Y ahí, inmersa dentro de todo ese fango, está la verdad, lo que sea que esto sea.

Llevamos ya años manoseando la palabra "polarización" y quejándonos amargamente de ella. Hemos culpado a cierto personaje de fomentarla, de alimentar a los demonios de los "buenos" y los "malos" diariamente, y sin embargo, nosotros hemos ofrecido sacrificios a los mismos ángeles caídos. Hemos perdido la proporción divina de las cosas para teñir todo de dos colores: blanco o negro; y así, hemos perdido la capacidad de ver. A ojos de los jueces 4.0 las cosas están bien o mal: punto. Y ese "bien" y "mal" dependen única y exclusivamente de su propio código de valores.

Y como en la canción, tantas historias como estrellas y tantos valores como historias. El resultado: un montón de ruido y cero nueces. Aparentemente estamos esperando a Alguien que nos dé una mano para salir de tanta mierda, pero estamos tan cegados por la "opinionitis" que difícilmente podremos ver cuando ese alguien llegue. Porque cada quien tiene en su cabeza un mapa mental de cómo debe lucir y qué debe y no debe hacer ese ser divino. Cada generación tiene su propio ideal y esquema y nadie está dispuesto a escuchar, ya no digamos a ceder, porque mi opinión, sustentada o no, me hace ser mejor que tú y te callas.

Difícilmente vamos a ver el cambio o la renovación, porque quien la comande tendrá que ser alguien que haga todo de una manera completamente distinta, ajustándose a los tiempos que vivimos hoy pero pensando siempre en los tiempos que queremos vivir a futuro; alguien con la fuerza necesaria para enfrentar la opinión pública e ignorarla lo más posible, no así las necesidades reales de quienes integran esa misma opinión. Lo anterior implica moverse y moverlo todo, pero a este país, aun estando acostumbrado a los sismos, moverse le causa pánico y prefiere los simulacros.

Siendo así, seguirán viniendo muchos falsos mecías porque por ahora para eso nos alcanza la esperanza de cambio, para verlo todo como quisiéramos que fuera y generando así la neblina necesaria para no ver lo que en realidad es. 



This post first appeared on The Chocolate Box., please read the originial post: here

Share the post

Columna de opinión.

×

Subscribe to The Chocolate Box.

Get updates delivered right to your inbox!

Thank you for your subscription

×