Cuantas personas dejan su país para irse a vivir a otro, bien sea lejos o cerca, pero igual es como salir de tu casa y quedarse en la calle.

Cuando me fui de mi país natal, aborde ese avión, tan contenta, iba feliz llevaba una sonrisa de oreja a oreja, casi se me enfrían los dientes. Estoy segura que la aeromoza se reía, porque yo la contagiaba. Y mi maleta pesaba, pero no por la ropa, mas bien por las ilusiones que tenia.

Al cabo de un año regrese de visita a mi país, visite a mi madre, a mi padre, hermanos, amigos...lugares. Caramba que enorme sorpresa, cuando vi las montañas, eran tan hermosas. Y pensar que siempre estuvieron allí, y nunca antes me di cuenta.

La relación con mi familia hasta mejoro, todo era felicidad. Cuando me toco volver a abordar el avión de regreso, ya no había sonrisa. Solo lagrimas, las cuales me acompañaron por todo el camino. Las sillas del aeroplano iban mojadas con mis lagrimas y mis ojos pegados a la ventanilla, mirando nubes y mar, dejando atrás el pedacito de tierra que me vio nacer.

Tu país, siempre será tu país, tu gente, tu canción, tu cultura. En tierra ajena siempre serás extranjero, un intruso, entre tantos. Y la sensación de "sentirse como en casa" desaparece y no vuelve más.

Una vez pensé en regresar, pero ahora todo a cambiado. Ya no es lo mismo, ya no hay mamá, ya no hay papá, solo recuerdos, hermosos por cierto. Cuando esto me sucede siempre recuerdo un poema. Antonio Machado tenia razón:

“Caminante, son tus huellas
el Camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al Volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas en el mar...

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar”

Si señor así se siente, él que deja a su país.