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Volver a comenzar



A veces aunque sabes que las cosas pasarán no te animas a creértelo. Ves las señales por todos lados asomarse, y son claras como el agua, pero te niegas a creerlo, a abrir los ojos, porque sabes que el despertar será demasiado doloroso, y prefieres creer una mentira.

Y a todos nos pasa. Hasta que esa realidad, te golpea en la cara como una puerta y no tienes más opción que enfrentarla. E incluso entonces, hay quienes prefieren fingir demencia y no actuar. 

Pero a veces, no tienes esa opción. Hace unos meses, una amiga tuvo que sufrirlo, las sospechas le envenenaban la mente pero ella, que Siempre había tenido confianza en su marido, decidió ignorarlo, hasta que no pudo hacerlo más. Desde entonces, ha tenido que tomar una serie de decisiones, que cambiaron su mundo por completo, y aunque el dolor no ha pasado, poco a poco tiene la tranquilidad de ahora ser dueña de la verdad, y de su vida.

Hace unos años, muchos, lo viví yo también, y después, hace no tantos, tuve una revelación similar, esta vez no en cuestiones de Amor, sino laborales. En ambos casos, sé que hice lo correcto.

Terminar relaciones, amorosas, laborales, de amistad, dejar partir lo que te lastima y tratar de encontrar nuevas posibilidades, son parte de lo que la vida nos obliga hacer para crecer, y las debemos tomar como una oportunidad. Es sólo que a veces no es tan simple.

Porque la vida te prueba, cuando más cómodo te sientes. Cuando por fin te ha dado un respiro y crees que eres feliz, que tienes todo lo que querías y que quizá puedas lograr más, y de pronto, sabes que no es así. Otra vez el sentimiento de que algo no encaja, de que te estás engañando a ti misma, y en realidad todo está sólo por regresar el caos. Y regresa.

Y entonces tratas de cerrar los ojos, de negar la evidencia, hasta que no puedes hacerlo más. 

Y después, llega la pérdida. 

Y por primera vez en mi vida, la pérdida no llegó acompañada del odio, ni de la decepción. No hay terceros a quien culpar, no hay un motivo tangible que permita descargar mi ira sobre él, pero aún así, la pérdida está ahí, y no se presentó sola, esta vez decidió hacerlo en banda.

Y en una semana, perdí dos amores, el que ha sido el amor de mi vida siempre, y el que era, a falta de niños, el objeto de nuestro cariño paternal. 

Y los dos se fueron, casi al mismo tiempo, y ambos, sin poder culpar a alguien más. 

Mi chucho, mi gatito lindo, nos dejó a causa de una enfermedad incurable, contra la cual no se vacuna, y sabiendo que nada habría podido hacer por él. Y sin embargo, no puedo dejar de pensar si debí haber hecho más por él, si quizá algo habría sido distinto si yo hubiera actuado de otra forma. 

Y ese mismo sentimiento me llega por otras razones, por otras pérdidas, y las respuestas se queda en el camino, y así, busco una resignación que no aparece, y una fuerza que espero se encuentre por ahí.

Volver a empezar, todo se trata de eso, de sacar la persona que soy, que fui, y buscar mi lugar otra vez. 

Pero no sé dónde está. La comprensión de saber que Esto es necesario, choca con el dolor de mi alma desgarrada, que se niega a creerlo. Encontrar a esa chica independiente que no necesitaba de nadie para ser feliz, parece tarea imposible cuando en realidad, “nadie” han sido siempre un montón de gente, personas que ofrecían amables sus abrazos, apoyo, e incluso más. Y que ahora están tan lejanos, que aunque su presencia persiste, su vacío se siente el doble. Y la pérdida de ese ser, que sin proponérselo se había vuelto mi mayor soporte, precisamente por su incapacidad para dejarme caer. 

Y te pone a pensar, que al final, no sabes si en realidad lo que tú hacías, que creías era lo mismo, resultaba mucho menos importante para él de lo que era para ti, porque las pequeñas tareas, los mínimos detalles, siempre pasan desapercibidos, y en cambio los errores, se suman en todo momento.

Pero aún así me esfuerzo por seguir, por demostrarme a mi misma que la imagen que tengo de mi es la real. Que a pesar de todo, esto es solo un dolor más que con el tiempo pasará.

Y es que son justo pequeños detalles los que me recuerdan el vacío. 

Ir al supermercado y comprar cosas que hacía siglos no compraba, tardar el doble en llenar la lavadora, porque mi ropa es tan poca y tan pequeña que no ocupa ni la mitad. 

Olvidarme del mundo de los deportes, fumar en cualquier parte de la casa, poner la música a todo volumen e incluso, apagar la tele.

Y sin embargo, llenar la cama de almohadas para no sentirla tan inmensa, recordar que debo alimentarme 3 veces, enfrentarme sola a ruidos extraños e insectos, recordar cerrar las ventanas, comprar cosas, apagar las luces. Son todas pequeñas idioteces que me recuerdan que no está y que el mundo no se detiene con el latido de mi corazón.

Y las cosas importantes, su sonrisa, sus abrazos, sus miradas, las conversaciones, las risas, las peleas, las lágrimas que a pesar de todos mis esfuerzos no logro controlar por momentos, y lo peor, la felicidad, que en cuanto recuerdo que no podré compartir, se vuelve una inmensa tristeza. 



Y me digo a mi misma que saldré adelante, y que todo esto pasará, y lo que es peor, me lo creo. Y la única razón de que esto sea un problema y no una bendición, es pensar que al final, me recuperaré y saldré adelante, y dejaré de sentir dolor, y tristeza, y quizá amor, y a pesar de todo, no quiero que ese amor se pierda, porque aunque mi cerebro siga pensando que esto era necesario, mi corazón aun cree que todo tiene solución. Y sé que cuando el dolor desaparezca y la resignación lo sustituya, el amor se volverá otra cosa, y entonces, irremediablemente, nos habremos perdido para siempre.   



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