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Una batalla diferente

A finales del siglo XI había penetrado una nueva fuerza en la Península, los almorávides, que habían asumido a las débiles taifas y unificado de Nuevo la España islámica. De su ferocidad y resistencia daba buena cuenta el rey castellano, Alfonso VI, derrotado por el caudillo Yusuf en Sagrajas. Los almorávides habían sorprendido a los castellanos por la fiereza de su aspecto, sus poderosos escudos de piel de hipopótamo y el estruendoso redoble de sus tambores. Además, luchaban en formación compacta y destacaban por su rudeza, habituados a las inclemencias del desierto. Se trataba, en definitiva, de un pueblo feroz y disciplinado que infundía terror en sus Enemigos y desconocía la derrota.

El Cid pidió ayuda a los reyes cristianos para defender Valencia, pero ésta no llegó a tiempo. Sin poder confiar más que en sus Fuerzas, tomó la iniciativa y atacó el campamento almorávide por sorpresa huyendo después al galope. Los almorávides prepararon sus caballos y salieron en su busca dejando el campamento desguarnecido. Así, las tropas que quedaban en Valencia lanzaron un nuevo ataque y aniquilaron a los acampados. Al rehacerse, los almorávides carecían de fuerzas para tomar la ciudad. Se trataba de su primera gran derrota en España.

En Oliva el Cid no pudo hacerse con el control. Las tierras olivenses estaban pobladas por los moros más feroces que habitaban la península. Desde hace tres años la defensa mora estaba apoyada por la más dura de las guerreras de las tierras de la meseta.

La Batalla empezó a lidiarse el jueves. Veníamos cansados de un largo y mágico viaje pero demostramos que apoyados por nuestras armas líquidas éramos difíciles de vencer. Desde el primer día no dimos tregua y fuimos destruyendo con nuestras risas y nuestros bailes a todos los enemigos que osaban atacarnos.

El viernes tuvimos un pequeño desfallecimiento por falta de avituallamiento pero nos repusimos rápido y volvimos a atacar con más fuerza si cabe el sábado con una nueva arma. Un arma muy fuerte que nos permitió repasar el domingo de mañana la batalla librada el sábado por la noche.

El domingo escasos ya de fuerzas, decidimos darlo todo y acabar definitivamente con los pocos enemigos que aún confiaban en su victoria. Y así fue, desde el primer momento y junto a nuestros vasos llenos desterramos a todo aquel que nos retó.

Fuimos felices y ganamos de nuevo y digan lo que digan, para nosotros Oliva siempre será mora…

Espero librar muchísimas batallas como ésta junto a ti mi vida porque sólo tú la haces más especial de lo que ya es…

Como siempre pekeñaja, te echo muchísimo de menos…





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