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Centro Comercial parte 2/18: La Quincalla María


¿De dónde era la señora María?

Comencé a escribir estas notas sobre los comercios que quedaban cerca de la casa de mis padres a partir de hacerme esa pregunta y no encontrar en mi memoria la respuesta. Busqué varios días en mi cabeza, siempre en vano, porque probablemente nunca lo supe.

¿Era española?, ¿portuguesa?.... acaso  ¿italiana? o ¿venezolana…andina, tal vez?

Solía vestir de negro y blusa blanca y tenía ese tipo físico que comúnmente se asocia a las mujeres mayores europeas de mucho tiempo atrás, señoras de cuerpo ancho, cabello recogido, estructura fuerte y carácter a tono.

La Quincalla María ocupaba, cuando nos mudamos a la Paraguachoa en 1973, la esquina de la Avenida El Rosario y la Quinta Transversal, al costado de la casa de los Berlaty (donde vivía Noemí, entonces reconocida cantante de boleros, a quien veíamos en La Feria de la Alegría), por un lado, y por el otro, la casa de los Figarella, en cuyo muro exterior  se sentaban años después Toyo y Tato a ver pasar a los amigos, a los que se bajaban de las camionetas por puesto enfrente de la sexta transversal y a los que pasaban con su carro. El Bar Nico quedaba cruzando la calle.

Para entrar a la Quincalla María había que bajar dos escalones desde la acera oeste de la avenida El Rosario y cruzar una reja baja de hierro pintado de negro, siempre cerrada con un pestillo. La mayoría de las veces había que tocar un timbre para entrar, antes de poder cruzar una puerta de vidrio enmarcada en dos vitrinas, donde solían destacar los adornos de vidrio o porcelana y en navidades algún juguete. 

En la esquina había un poste de luz a cuyo lado colgaba un aviso luminoso donde se anunciaba en letras negras sobre plásticos blancos el nombre del negocio.

El espacio interno, con pisos de baldosas de granito blanco, negro y gris, era escaso, aunque multiplicado por espejos, y estaba totalmente aprovechado con vitrinas llenas de muchos productos, pero en las que el niño que era yo solo veía las cajas con trenes eléctricos marca Lima, las pistas de carrera de carros eléctricos, los carritos Machtboxo Marjorette, los paqueticos de discos de Viewmaster que prometían imágenes de esos países que yo no conocía. Incluyo llegaron a vender videojuegos en la época en que soñábamos con una consola Atari, que finalmente compré en Margarita a finales de los 70s y las figuras de la Guerra de las Galaxias, que exhibían junto a carros a control remoto marca Rico.



A la señora María la acompañó siempre una asistente, una muchacha bastante más joven, casi una niña cuando la conocí, aunque luego la vimos crecer hasta prácticamente hacerse cargo del negocio ¿sería su hija? no lo parecía, pero tampoco propiamente una empleada. Ella buscaba otra talla u otro color cuando mi abuela o mi mamá pedían algo y se quedaban, mientras tanto, hablando con la señora María, mientras yo evitaba ver los juegos de vasos de cristal de arques, los ceniceros de vidrio, los centros de mesa y los floreros checoeslovacos, las imágenes religiosas de madera, los pañitos tejidos, los collares de perlas de imitación, los accesorios para anotar los números de teléfonos o los muñecos de peluche o los zapatos Paseo, de los que una vez me compraron unos blancos, para concentrarme solo en aquello que me gustaba.

La Avenida El Rosario tenía dos quincallas, la de la Señora María y otra, de cuyo nombre no creo acordarme, ubicada dos cuadras más arriba, en la acera de enfrente, en medio de la panadería y la tienda de fotografía, pero a mí, que siempre fui el encargado de los mandados en mi casa, rara vez me pidieron subir esas dos cuadras, y muy rara vez subí hasta ese otro negocio, aunque era de mayor tamaño (y vendía más o menos los mismos productos que la Señora María).

Todavía tengo mi Viewmasterrojo y blanco, donde veía el mundo lejano en tres dimensiones. Mi hermano creo que tiene los trenes eléctricos Lima, los suyos, los míos y los nuestros. El local creo que derivó hace unos años en venta de lotería, no podría asegurarlo. No he bajado esos dos escalones entre la acera y la tienda desde hace como 40 años.

¿De dónde era la señora María? Ojalá alguno de mis antiguos vecinos pueda leer esta nota y me aclare esa pregunta que de niño nunca me hice.



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