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La temible linea cuatro.




       La linea cuatro no es una linea de guerra, pero parecía, era el encuentro de cinco personas desconocidas venidas de diferentes países que se juntaban para hacer un trabajo grupal. La velocidad era un imperativo, tomar las botellas llenas de este dulce que encantan a los americanos o mejor dicho a los norteamericanos, y que esta fabrica ubicada en algún lugar de Nueva Jersey, hacia de a miles. 

Estaba comandada por una hispana muy anciana que parecía  tener todos los años juntos, quien manejaba la linea con prepotencia salvaje y una exigencia mas allá de lo que podían hacer las manos de las que caían en sus garras. La famosa linea cuatro tan  temida como su líder, estaba conformada por una faja que corría por delante de las trabajadoras que transportaban las botellas y de las que ellas debían tomar con las manos e ingresarlas en unas cajas. 


La obligación dispuesta por la maquiavélica señora, líder de esta linea, era tomarlas e introducirlas en las cajas a la mayor velocidad posible sin advertirles que después de algunas horas, sus dedos estarían dañados con ampollas y heridas producto de ésta labor. Todas pasaban por la misma experiencia o llamado también  “bautizo”. Las señitos, esta demás decir todas inmigrantes, previo al ingreso de la linea cuatro, se forraban los dedos con esparadrapo, a fin de no lastimarse nuevamente. Pero, no todo terminaba allí, era mas bien el comienzo de la pesadilla. 


Cada mañana las venerables damas se apostaban en sus puestos ya con cierta experiencia lideradas como siempre por la villana supervisora  Marita, una anciana, que por su acento se notaba su procedencia andina de algún país sudamericano. Todos sabían de esa doble personalidad que contrastaba primero con esa búsqueda a sus colegas cuando llegaba al warehouse, abrazándolos por iniciativa propia, sin que los demás le prestaran mayor atención. Les parecía una mujer buscando un cariño nunca recibido, acaso en su niñez. El cambio era evidente dentro de la linea cuatro. Allí era un demonio, que podía empujar a sus subordinados, y patear las cajas manifestando su mal humor, presentando un espectáculo para sembrar temor.


Las más veteranas en esta labor eran rapidísimas para llenar sus cajas. Las nuevas y recién llegadas miraban sorprendidas como podía “paquear” tan rápido. Mientras ellas andaban en la mitad de su primera caja, las veteranas ya había llenado las tres suyas. Era imposible competir y se sentían reducidas e inútiles, más, recibiendo un terrible “bullyng” por esta demora. La tensión crecía durante esas diez horas paradas con las piernas que se querían reventar de cansancio.

 

No faltaban los gritos y empujones para apurarlas, lo que terminaban en frecuentes fricciones, como algunos codazos y arañazos. Así era la linea cuatro, lugar donde se desfogaban todos los dolores de los inmigrantes que habían sufrido su transito por la frontera, donde desembocaban sus desdichas de dejar su país endeudados hasta el cuello. Y cuando aprendian el oficio y se sentían un “poquito mas importantes” aplastaban a las recién llegadas a veces con una rabia irracional. Era el paso obligado de la dureza de este país con los inmigrantes ansiosos de conseguir el “Sueño Americano” y que pese a las frustraciones se mantenían de pie, a seguir luchando en esta selva de obstáculos en la que no debes ni puedes perder.


- Oye no te saques la malla de la cabeza

- ¿Oye, tu abuela, tu eres mi jefa?

- No, pero te lo digo por tu bien

- No me jodas, es mi problema.

- Mira estupida!



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