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Un divertido desfile

Finalmente anoche fui con el Enano a ver el desfile de Carnaval que se hizo acá en la Avenida Artigas, en Atlántida.
Ya al atardecer cuando salí a andar en bicicleta tomé por esa calle para volver a casa y estaban ubicadas desde temprano todas las sillas.
De hecho no se podía salir hacia las calles laterales una vez en ella, ya que los cruces también tenían sillas, así que tenías que seguir las 7 u 8 cuadras equipadas para el desfile.
Había algún aburrido tempranero sentado esperando un defile que demoraría un par de horas más en comenzar.

Tal era mi embole que allá por las 10 de la noche arranqué, pasé a buscar al enano que estaba en casa de sus primos y fuimos a disfrutar del espectáculo.
Voy a tener que buscar formas más dignas de matar el aburrimiento.

A los 20 minutos de estar allí, mi hijo ya me decía que estaba cansado y se quería sentar, y recién había pasado una comparsa.
Delante mío un argentino le decía a la mujer algo del tipo "
boludo, pero son todos blancos boludo, el candombe no es de Negros, boludo?". A todas luces ignoraba que los lubolos por definición son blancos, no negros, y los carteles dicen casi sin excepción "negros y lubolos". Allá él y sus dudas existenciales.
Comencé a buscar con la vista un lugar donde sentar al enano un rato.

Finalmente encontré un lugar donde él podía acomodarse a mi lado y yo ver el desfile, que a eso había ido.
Cuando llegó la segunda comparsa el enano ya había descansado, por lo que comenzó a decirme a grito pelado que "
no veo nada, papiiiii", tratando de hacerse escuchar por encima de los tambores.
Tanto gritó que una señora, muy amable lo agarró de la mano y lo ubicó delante de ella, en primera fila.
De esa forma quedé atrapado allí, un par de metros más atrás, tratando de no perderlo de vista, sin poder irme de esa posición, cosa que desee hacer durante la siguiente hora y media en que los dos tipos que estaban delante mío dejaban claro que tenían vocación de ser el "alma de la fiesta" allá donde iban, incluídos los desfiles de carnaval.
Y mientras ellos gritaban estupideces a quienes desfilaban, con preferencia por mujeres y afeminados, 3 o 4 más, que sospecho eran amigos suyos, daban risotadas cada vez, lo que no hacía más que sumar entusiasmo a los dos chistosos de tribuna.
Me hubiera encantado poder reírme con ellos, hubiera bastado con que dijeran algo mínimamente gracioso para que yo me hubiera esforzado en esbozar alguna sonrisa y unirme a tan alegre grupo, pero no pude.

Por suerte en un momento en que yo evaluaba seriamente pasar por arriba de todos para buscar a mi hijo, él se dió vuelta y me gritó que se quería ir, a lo que obviamente accedí encantado.
A veces uno olvida por qué detesta algo hasta que tiene ocasión de volver a probarlo.

Los tambores, muy lindos, pero a los 20 minutos me tenían podrido, las señoritas, a veces bien, pero obviamente no son mi tipo y me aburro, la multitud, molesta, un fastidio, y si incluye a los chistosos cerca, peor.
Todo muy folclórico, muy pintoresco, pero si dura más de media hora es sobredosis, no hay caso. Será que estoy viejo che, aunque creo recordar que nunca he disfrutado mucho éstas cosas.

Nada como volver a casa, servirse un trago, y desintoxicarse con algo de música que no incluya tambores.
Para el caso hoy, algo viejito, de los ochentas, Sisters Of Mercy,
More, que en el silencio de la noche va muy bien.



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