Cuando me encontré esta noticia de un día de agosto de 1.967, pensé en dos cosas, primero en el tipo de Historias que tenían relevancia para ocupar una columna en un periódico de tirada nacional y segundo en el miedo atroz que siempre tuve a las Tormentas el tiempo que viví en Boñar.
Pero tormentas de rayos, truenos y relámpagos acompañadas de rachas de viento y lluvia , o aquellas otras de nieve, tan espectaculares como raras y tremendas por la abundancia del sólido elemento que dejaban, las que acontecían antaño, cuando Franco, que dicho sea de paso en lo que si debía de tener "mano" es en algunas cosas propias de la naturaleza, cuando era verano hacia calor , en invierno hacia frio, salían las lilas en primavera y en otoño las hojas de las acacias plataneras invadían el patio de las escuelinas... las tormentas que acontecían antaño eran más tormentas. "El que no teme a la tormenta no teme a Dios", decían.
La veta de uranio, el embalse del Porma, la subestación eléctrica... cada uno explicaba la concentración de tormentas sobre el techo de Boñar como podía... una venía de Cistierna, otra de La Vecilla y otra por Las Arrimadas, hay que bajar los "limitadores" antes de que llegue y desear que no se junten, eso sobre todo!. En el tiempo estaban muy cerca historias como las de la señora de Voznuevo, el pastor de Candanedo, las ovejas de la collada de Sabero, la historias del rayo que entró por una ventana y salió por la otra de una casa de la Corredera y sus cientos de versiones que a niños y grandes con el mismo temor que yo hacían palidecer en cuanto oíamos el más mínimo trueno, aún sin adivinar nube negra alguna.
