En Abril de 2020, en pleno confinamiento, Giorgio Agamben escribía: «..el umbral que separa a la humanidad de la barbarie ha sido cruzado«.
Argumentaba su afirmación en varios puntos:
El primero se refiere a los cuerpos de las personas muertas. ¿Cómo podíamos aceptar, sólo en nombre de un riesgo que no se podía especificar, que nuestros seres queridos y los seres humanos en general no sólo murieran solos, sino -algo que nunca había sucedido antes en la historia, desde Antígona hasta hoy- que sus cuerpos fueran quemados sin un funeral?
Ese mismo mes, tal vez el mismo día, quizá simultáneamente Begoña M. Rueda escribía este poema:
Una mujer llora
desconsoladamente
en los brazos del que parece su hijo
en los aparcamientos del hospital.
Al parecer
llegaron tres en el coche
y sólo dos regresan a casa,
se pondrá bien
se escucha murmurar al muchacho
en un intento por consolar a su madre,
ya verás cómo todo
queda en un susto.
«Entre el grito y el callar, entre el significado que es todos los significados y la ausencia de significación, el poema se levanta. ¿Qué Dice ese delgado chorro de palabras? Dice que no dice nada que no hayan ya dicho el silencio y la gritería. Y al decirlo, cesan el ruido y el silencio. Precaria victoria, amenazada siempre por las palabras que no dicen nada, por el silencio que dice: nada.» Octavio Paz.
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