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¿Abrir las piernas o abrir el corazón?

La promiscuidad viene en muchas formas, muy diferentes de aquella definición lapidaria de la OMS, que sigue vigente, aún en nuestros días, que establece que si tienes relaciones sexuales, de cualquier tipo con más de dos (se lee 2) personas al año, eres considerado científicamente Promiscuo. Pero además del sexo duro y puro que mantienen algunos por placer, o que usan como excusa para reforzar una autoestima ya deteriorada, encontramos a los promiscuos sentimentales.

¿Cómo reconocerlos? El Promiscuo Sentimental, es un individuo que no sólo se involucra instantáneamente, sino que se enamora, se obsesiona, y posteriormente se despecha con una facilidad pasmosa. Cada dos por tres, el promiscuo sentimental entrega su corazón, para verlo vuelto añicos, circunstancia que el atribuye a su mala suerte en el amor, pero que al final, no es más que una excusa para pasar de una relación a otra. Este tipo de personas, adictas al drama, se caracterizan por su incapacidad de estar solas, no creen en eso de “mejor solo que mal acompañado”, aman (y lo dicen) después de la segunda salida y se convencen, e intentan convencer a los demás, que esta vez es diferente.


El promiscuo sentimental, ve con malos ojos al Promiscuo Sexual, no comprende el desprendimiento afectivo con el que realizan sus actos. El promiscuo sentimental no tiene sexo, sólo hace el amor.

También hay que destacar, que dentro de la tipología del promiscuo sentimental, entran otras subespecies, tal y como las mujeres (mayoritariamente, pero no las únicas) que se convencen a si misma, en un profundo acto de autosugestión de que están enamoradas, y que el susodicho es su príncipe azul, para poder medio disfrutar del sexo con el sujeto en cuestión. Y digo medio disfrutar porque en el fondo lo siguen haciendo con vergüenza y complejo de culpa, porque saben que en verdad no lo aman, lo que querían era unos minutos de placer.

Pero el promiscuo sexual tampoco es un santo, no me malinterpreten. El promiscuo sexual busca en los encuentro furtivos una escapatoria a su soledad. Soledad que viene dada principalmente por la combinación de sus altos estándares en materia amorosa y a su recóndita incapacidad de comprometerse. El promiscuo sexual, sin saberlo busca un poco de amor en cada encuentro, algo más allá que el disfrute personal de una noche de sexo, pero cuando lo encuentra, huye despavorido ante su torpeza emocional.

El promiscuo sexual, no recuerda la cantidad de besos, de caricias, de gemidos, pero si mantiene bajo llave la cantidad de veces que se ha enamorado. Y anhela, con un mezcla de miedo y expectación, volverse a enamorar.

Evidentemente, estas dos categorías no son rígidas, pueden estar contenidas en un mismo individuo, en momentos diferentes. Tampoco son definitivas y mucho menos excluyentes, pero son más frecuentes de lo que imaginamos.


Y tú, ¿Qué prefieres abrir las piernas o abrir el corazón?


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