El viaje a los Alpes, principalmente a Turín y el Valle de Aosta, tuvo, al regreso, parada y fonda en Carcassonne.
Tenía yo ganas de hincarle el diente a esta Ciudad que se me había escapado en otros viajes a Francia. Ya que se iba era obligado dormir en ella pues me habían dicho que si hermosa era con la luz diurna, aún mejor resultaba de noche, con el añadido de poder hacer las fotos libres de turistas.
El recinto amurallado de Carcassonne, la Cité, está considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y merece absolutamente una visita, al recrear con gran precisión lo que sería la arquitectura y vida de una ciudad fortificada medieval. Se trata por la complejidad de su arquitectura militar y dimensiones la mayor fortaleza de Europa.
Esta ciudad goza de una dilatada e intensa historia. Sus primeros vestigios urbanos datan del 800 a.C., siendo ya una ciudad significativa en la época de la república romana.
En el siglo VIII estuvo ocupada unos años por los árabes y alcanzó una especial relevancia histórica en los inicios del siglo XIII con la guerra de religión contra los cátaros (albigenses) y, posteriormente, los conflictos territoriales entre la Corona de Aragón y los reyes de Francia.
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