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10 años de Titanic

Titanic (1997)

Director: James Cameron
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Kate Winslet, Billy Zane, Kathy Bates, Frances Fisher, Gloria Stuart, Bill Paxton; Bernard Hill

Pues sí, lo que son las cosas: entre finales de 2007 y principios de 2008 se cumplen diez años desde el estreno de Titanic (en España un 8 de Enero de 1998, y servidor puede presumir de haber asistido a la “premiere”). Ustedes se preguntarán qué coño hacemos dedicándole espacio en esta web a una película calificada por muchos como mediocre, y con un hilo argumental que perfectamente se me habría podido ocurrir a mí mientras cursaba el primer año del parvulario. Pero al margen de eso, hay que reconocerle sus méritos a este gigantesco mamotreto fílmico, cuya historia tras las cámaras resulta tan interesante o más que el mamotreto en sí, y que a buen seguro acabará inspirando alguna película basada en el rodaje, tal como ocurrió en su día con Ciudadano Kane (RKO 281) o La Reina de África (Cazador blanco, corazón negro). Nos referimos a una película que, transcurridos diez años desde su estreno, todavía atesora un buen puñado de récords; alguno tan bizarro como el de una pareja de vejetes italianos que, si no me equivoco ahora mismo, puede jactarse de haber visto una misma película en pantalla grande 78 veces. Nos referimos a uno de los últimos grandes fenómenos mediáticos de la historia del cine junto con Matrix y El Sopor de los Anillos. Pero mientras Matrix cautivó básicamente a gente joven y el Sopor lo hizo con freaks pajilleros, Titanic terminaría cautivando a todo tipo de público sin importar edad, gustos o condición social, aunque estuviese inicialmente dirigida a una variada ralea de mojabragas y babosos.

Titanic será, muy probablemente, la última película que veamos aguantar en la cartelera de un cine seis meses seguidos o más, y la última que genere el descomunal bombardeo mediático que ésta generó, hasta el punto de que yo no recordaba nada igual desde los tiempos de Star Wars. El más agradecido por tal éxito es sin duda James Cameron. Este ex camionero canadiense con fama de cabezota, perfeccionista e hijo de puta, se empeñó en sacar adelante un proyecto que casi nadie creía realizable por culpa del altísimo coste que acarreaba la enorme infraestructura necesaria para ponerlo en pie. Titanic se convirtió en la primera película en la historia de Hollywood que unió los recursos de dos “majors” (Fox y Paramount), y requirió años de planificación previa por parte del equipo que trabajaría en ella, incluyendo el diseño de novedosos sistemas de filmación submarina abisal a cargo de Michael Cameron, hermano de James y, como él, un enamorado del mar. El absorbente y complejo proceso de producción obligaría al realizador de Terminator a posponer “sine die” un proyecto de remake de El Planeta de los Simios protagonizado por uno de sus escasos amigos en la Meca del cine: Arnold Schwarzenegger.

Si para poner en marcha el proyecto Cameron había hecho gala de una de sus virtudes más reconocidas (la cabezonería a toda prueba), para ponerlo en pie haría gala de todas las demás: sus ansias de perfección llevaron a levantar un enorme decorado – calco del barco original en cuya construcción, dentro del tanque de agua más grande del mundo, se involucró a empresas que habían trabajado en la construcción del propio Titanic entre 1909 y 1912; incluso en detalles insignificantes como el de los pescantes que sujetaban los botes salvavidas, fiel reproducción de los originales. Todo eso, unido a diversos y continuos retrasos, tuvo como consecuencia que los costes se disparasen, haciendo honor a la fama de “manirroto” del director. Finalmente, resultó que para ser rentable Titanic tendría que ser, y de largo, la película más taquillera de la historia. La presión se dejó sentir en el “set”, acrecentando las habituales exigencias de Cameron (ya de por sí muy duro y exigente en los rodajes, y si no que se lo digan a Ed Harris) para con actores y equipo técnico. Baste decir que tanto Leonardo DiCaprio como Kate Winslet juran por activa y por pasiva que ni borrachos aceptarían volver a trabajar con semejante ogro. Los recelos llegan incluso a extras como el reputado especialista español Jordi Casares, que tras resultar herido en cuatro ocasiones por culpa de los excesivos rigores impuestos en la producción, no vacila en soltar sapos y culebras sobre Cameron cuando alguien tiene la osadía de recordarle aquella pesadilla.

Aun admitiendo que buena parte del éxito de Titanic se debió a una agobiante campaña promocional, motivada por el hecho de que la película tenía que ser un éxito sí o sí para evitar la ruina de sus productores, tampoco se pueden negar las virtudes de un filme que brilla sobre todo a nivel técnico. Curiosamente, aquella monstruosa campaña publicitaria orquestada al ritmo de la horrenda “My heart will go on”, perpetrada por una Celine Dion más pastelosa que nunca, ha terminado por volverse contra una cinta que con los años ha perdido buena parte de su fuelle. Pero cuando la gente, a base de bombardeo mediático e innumerables reposiciones en la tele, acabó hasta el gorro de un tinglado que se sabía de memoria, Titanic había convertido en multimillonarios a quienes habían apostado por ella, y catapultado a un grupo de artistas que, en muchos casos, siguen viviendo de los réditos de su participación en este pelotazo (caso de Billy Zane, por ejemplo).

En cuanto a James Cameron, no hace falta decir que los enormes esfuerzos y sufrimientos padecidos se vieron sobradamente compensados. Convertido en una especie de “nuevo Spielberg”, famoso, respetado y rico (ya lo era antes, pero después de Titanic lo fue aun más), pudo tumbarse una buena temporada a la bartola, levantándose de ella sólo para saciar su pasión por los mares rodando una serie de documentales sobre el Bismark y el propio Titanic (bastante buenos, por cierto), y para participar ocasionalmente en series de TV. El ejemplo de este hombre, que también sacó tajada del Titanic más allá de lo estrictamente cinematográfico (conoció a la que sería su quinta esposa durante el rodaje), es el de cómo una tenacidad de hierro y una capacidad de trabajo infinitos, unidos a una rara habilidad para tratar a la gente como al ganado, pueden lograr imposibles.

De Titanic se podrán decir muchas cosas, y puede que no todas precisamente buenas; pero Tito James seguramente respondería las críticas con un “ahí queda eso, capullos”. La verdad es que dejando a un lado el guión, escrito por un Cameron en plan “Juan Palomo” (produce, dirige, escribe, monta y no protagoniza seguramente porque no le dio la gana), lo que queda no es precisamente material destinado al vertedero de basuras: visualmente es espectacular (no digamos ya en pantalla grande), y la escena del hundimiento, filmada casi a tiempo real en 80 minutos de metraje, es toda una lección magistral que justifica por sí sola ver la película en una sala de cine. Puede que no 78 veces como aquella simpática pareja de ancianitos italianos, pero sí un par como hizo un servidor, cosa que admite sin sonrojarse. Podría escudarme en la excusa de que la historia del Titanic siempre me fascinó desde pequeño, lo cual es verdad. Pero no voy a ocultar que me lo pasé muy bien en el cine (particularmente la primera vez, en medio de un ambiente excepcional) y que la cinta me pareció muy entretenida. ¡Qué le voy a hacer!. Si es que, en el fondo, yo también soy un baboso y un pastelero.


Algunos enlaces de interés:

* Ficha de la peli en La Biblia y FAQ abierto allí con ocasión del décimo aniversario del estreno (todido en inglés, eso sí). Algunas de las preguntas me reafirman en el convencimiento de que la mayor parte de la población de este planeta es gilipollas.

* Encycplopedia Titanica. En inglés.

* Aquí un curioso artículo escrito por un capitán de barco a raíz del estreno de la película, en el que desmonta algunos mitos relativos a la historia del Titanic y su trágico viaje.

* Artículos en la Wikipedia: Aquí en castellano; y aquí, un poquito más completo como siempre, en inglés.



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