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Lo que siempre quise y nunca pude decir sobre el don de profecía (Décimo tercera parte)

Esta es la última entrada de la serie y, si recuerdas, la inicié hablándote de un conocido mío a quien le profetizaron erráticamente. Él aún se está recuperando de la desilusión. Para muestra un botón. A continuación, te comparto parte de una conversación que sostuvimos para que tengas una idea de lo hundido que estuvo. Luego de mostrarte la conversación, brindaré algunas Cosas que creo que se deben de hacer para restaurar a personas que han sido confundidas y lastimadas con profecías fallidas.

Estas fueron sus palabras en una de tantas conversaciones que hemos sostenido:

«Siempre creí que Dios me guardaría de malas decisiones, pero es algo que no puede evitarse. Por más que haya creído muchas cosas, la realidad dicta que lo que uno creyó era falso. Si crees en algo o te enseñaron algo, lo más probable es que no sea cierto y te toca sufrir las consecuencias. Sé que no es culpa de Dios, pero creí que Él me guardaría. Ahora solo sé que estoy solo en esto. Creí tantas cosas, pero quizá aplica a otros. No pensé que los que estaban cerca de Dios me iban a hundir. Sé que debo hacer una reingeniería, pero me preocupa que tenga que redefinir a Dios, la Biblia, la iglesia. Todo es teoría, no hay nada de tomar en serio porque igual no es seguro que tomes una buena decisión. Parece que la mejor decisión es no decidir porque de seguro será una mala decisión y no habrá manera de salir. Y si vuelvo a empezar, puede que me equivoque, no hay seguridad de lograrlo. Me siento huérfano, bastardo, que no tengo Padre celestial. Estoy aturdido, luchando por no volverme loco. Noel, ¿dónde estaba Dios entonces? ¿Cómo puedo volver a creer? Tomé malas decisiones, me siento fracasado, incapaz de tomar una decisión. Me siento como un bote sin brújula, incapaz de escoger, es un golpe a lo más profundo de mi fe. Ya no puedo creer en tantas cosas y terminar aceptando que la culpa es de uno por haber creído. Pero la vida es otra cosa, un juego de ruleta y no hay nadie detrás de la ruleta. Aunque creamos que Dios está ahí, quizá no está, solo es una ruleta. Sé que Dios existe, pero quizá Él no es un Dios personal».

Yo sé que te estarás preguntando qué fue lo que le profetizaron y que lo dejó tan aturdido, pero no puedo entrar en detalles. En fin.

Las preguntas finales son: ¿qué se hace para restaurar a alguien que ha sido confundido y lastimado con profecías que no se han cumplido? ¿Cómo se le ayuda a recuperar la fe en Dios y la confianza en la iglesia y su liderazgo cuando se le profetizó mal? He aquí algunas sugerencias:

1. Escúchalo

Partamos del hecho de que una profecía emitida y que no se cumplió es haberle mentido a alguien. Y peor aún, mentirle en el nombre del Señor. Esto significa que quien recibió la profecía, la creyó y fue engañado. Obviamente, esto lo hará sentirse defraudado, no solo con la persona que profetizó, sino con Dios mismo. Entonces, ¿qué hacer si alguien desilusionado te busca para recibir ayuda? Escucharlo. El apóstol Santiago escribió:

Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira.
Santiago 1:19.

Así que sé pronto para oír, escucha todo cuanto te diga. Pregúntale sobre qué pasó exactamente, cómo se siente y cómo le ha afectado todo cuando le dijeron. Si no conoces a fondo lo que realmente ocurrió, no lleves respuestas elaboradas. A veces la mejor primera consejería consiste en solo escuchar, mostrar interés y estar a la par de quienes están dolidos en su corazón.

2. No lo persuadas

Luego de escucharlo y conocer los pormenores de lo que pasó, lo peor que puedes hacer en ese momento es sacar tu arsenal “teológico-continuista” para persuadirlo a que siga creyendo en los dones del Espíritu. En ese momento, lo que ellos menos quieren saber es quién tiene la razón dentro del debate doctrinal. Eso sí, lo que podrías hacer es recordarle que a veces se cuelan en la iglesia falsos profetas y en otras ocasiones, no es que quienes profeticen sean falsos —aunque generalizar sea lo más fácil—, sino que algunos que dicen tener un don de profecía simplemente son personas inmaduras y emocionalistas, y he ahí por qué desatinaron. Aun así, dependiendo el grado de desilusión que ellos estén experimentando, puede que no te presten mucha atención a lo que les digas. Realmente lo más importante cuando alguien está sumido en la confusión y el dolor es quedarte callado, escuchar mucho y ser lo más empático posible.

3. No denigres.

Definitivamente, cuando te topes con un caso de un cristiano o una familia que fue embaucada con una o varias profecías, no les tildes de tontos ni de ingenuos. Puede que hayan actuado así, pero tú estás allí para consolar y restaurar. Tú no quieres que se aparten de la fe, tú no quieres que dejen de congregarse en tu iglesia ni tampoco que le den la espalda al Señor. Quieres mostrarte como un hermano mayor amable, protector y comprensivo; por lo tanto, no denigres diciendo: “¡Qué barbaridad! ¡Cómo pudieron ser tan inocentes de creer eso!” o “¡Qué increíble! ¡Pensé que eran más inteligentes!”. No, decir eso no ayuda. Así que vence la tentación de señalarlos de inmaduros y demasiado crédulos.

4. Enfócalo

Ya te conté que parte de lo que me motivó a escribir esta serie fue lo que le ocurrió a alguien cercano a mí. Y arriba te puse parte de una de las conversaciones que sostuvimos vía redes sociales. En una de ellas, él estaba tan deprimido, se sentía tan culpable y atormentado que me asusté. Lo dije en la primera entrada de la serie, pensé que si él hubiera tenido un arma, se pegaba un tiro. Como llevábamos media hora conversando y la plática se iba poniendo cada vez más tensa, le llamé a una amiga que es psicóloga, le conté a grandes rasgos qué era lo que ocurría y que sentía temor de que mi amigo se suicidara. Me dijo: “Déjalo que se exprese, solo déjalo que hable. ¡Eso sí! Cuando te dé la oportunidad, ¡enfócalo! Enfócalo en las cosas positivas que posee: la vida, su esposa, sus hijos, su trabajo, etc. Eso le ayudará a no solo pensar en cosas obscuras, sino también en cosas con más luz”.

5. Acompáñale

Este punto es el más importante, no solo porque ellos lo van a necesitar; sino porque es la parte más larga dentro del proceso de recuperación. Piensa en una persona o familia a quienes les profetizaron falsamente como personas que sufrieron un accidente de tránsito. Puede que solo haya sido el susto del choque, pero hay casos donde verdaderamente colisionaron, el auto quedó destruido y ellos tuvieron que ser trasladados al hospital. En algunos casos, según el nivel de engaño al que los hayan inducido, puede que su estancia en el hospital —espiritual y emocionalmente hablando—, dure semanas o puede que algunos meses. Y tú, como consejero, tendrás que estar con ellos para acompañarlos presencialmente, en oración constante y con consejo bíblico, sólido y oportuno.

Yo estoy en esa etapa con mi amigo. A esta altura está más estable y está aprendiendo a ver a Dios con nuevos ojos. ¿Va a volver a creer en el don de profecía? No lo sé y no me interesa. ¿Va a recuperar la vitalidad espiritual y ánimo en su vida cristiana? ¡Eso espero! Mientras tanto, si tú eres “continuista”, tú responsabilidad y la mía es conversar con nuestros hermanos en la fe, nuestras familias, el liderazgo y nuestras congregaciones que el abuso de los dones espirituales existe y que debemos frenarlo a toda costa.

Noel Navas.



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