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¿Por qué Dios usa a los cantantes cristianos que viven en pecado? (Primera parte)

En los más de 10 años que llevo con La Aventura de Componer me he topado con casos como:

-Un cantante internacional muy conocido que está casado, pero a la vez tiene una novia aquí en El Salvador, pero él sigue ministrando por las iglesias de Latinoamérica como si nada.

-Un cantante de mi país cuya esposa está en El Salvador, pero él reside en los EE. UU., vive con otra mujer allá y viaja con ella cantando en distintas iglesias hispanas presentándola como su esposa.

-Un cantante cristiano de mi país que tuvo conversaciones impropias vía WhatsApp con varias señoritas menores de edad a las que quiso seducir y a pesar de haber sido confrontado con evidencias, negó las acusaciones y sigue ministrando en algunas iglesias de aquí.

-Un ministerio de alabanza de mi país con algunos integrantes que son homosexuales, cuyo pastor avala sus conductas, el resto de integrantes también y que tienen una agenda que les permite ministrar en varias iglesias de aquí.

-Un cantante internacional que practica la homosexualidad y muchos de la industria cristiana lo saben, pero no han querido confrontarlo para detenga su ministerio porque o suponen que ya superó su problema o esperan que con el tiempo cambie.

-Un cantante internacional que abusó de un menor de edad, pero en su momento nadie tuvo el valor de denunciarlo ante las autoridades (ni siquiera la víctima) a pesar de contar con las evidencias, y él sigue ministrando tanto en su país como en otras partes como si nada.

-Etc.

Fíjate, no estoy hablando de cantantes de la industria musical anglo, me refiero a cantantes cristianos latinos que han grabado álbumes y que ministran en iglesias ya sea en mi país o en iglesias a lo largo y ancho del continente. Y obviamente no puedo decir los nombres de los implicados porque los casos no son públicos, sino que se han manejado de manera privada. Si fueran públicos, ahí sí podría mencionar sus nombres. Sin embargo, ¿cómo me enteré de los casos? Por amigos pastores, líderes o músicos que en los últimos años me pidieron consejo sobre cómo manejar estos asuntos o qué hacer al respecto. ¿Existían o existen testigos y evidencias de las acusaciones? ¡De todos! ¿Qué les aconsejé? Que los confrontaran personalmente conforme el Señor Jesucristo enseñó en Mateo 18:15-17, primero a solas, luego con dos o tres testigos, etc. ¿Por qué no se han hecho públicos los casos? Bueno, esta respuesta ya es más compleja.

A grandes rasgos puedo decirte dos cosas: 1) Las leyes sobre temas de divulgación de información íntimo-sexual son muy estrictas, por lo tanto, no puedes hacer públicos este tipo de contenidos sin correr el riesgo de una demanda. 2) Porque los conocedores de estos casos, cuando se logró confrontar a los implicados, han negado los señalamientos. Y si se llegó a la etapa de confrontación de dos o tres testigos conforme enseña Mateo 18:15-17, vuelven a negar todo. Después de allí, lo más que puedes hacer es confrontarlos ante los pastores de las iglesias en las que se congregan, pero después de eso no puedes hacer más debido a lo que expliqué en el numeral uno. Es decir, divulgar información íntima es un delito penado por la ley.

Las preguntas son: ¿por qué estos cantantes siguen ministrando como si nada en sus respectivos países o a lo largo y ancho del continente? ¿Por qué hay músicos cristianos que viven en pecado y no detienen sus agendas ministeriales para buscar sanidad y restauración? Y más importante: ¿por qué pareciera que Dios respalda sus ministerios musicales y hasta los usa poderosamente cuando ministran en las iglesias?

Para comenzar, partamos de que todos los cristianos luchamos con el pecado. ¡Todos! La lucha interior entre el bien y el mal, la carne y el Espíritu, la vieja naturaleza y la nueva está presente en todos los creyentes. Por lo tanto, ninguno de nosotros es superior a cualquier ministro de la música que pudiera estar involucrado en este tipo de pecados. La diferencia entre ellos y nosotros es que ellos son figuras públicas, bastante o medianamente conocidos y que han grabado uno o varios álbumes. Pero aparte de eso, ellos son iguales a nosotros. La diferencia estriba en el aura de celebridad que les rodea y que nosotros no poseemos. Pero todos somos iguales dentro de la batalla espiritual en contra del pecado. Nadie es superior a nadie.

Dicho lo anterior, creo que hay dos posturas a través de las cuales podemos encontrar la respuesta al fenómeno de los ministros musicales que viven en pecado, pero que aparentemente el Señor usa mientras siguen viajando y ministrando por todas partes . La primer postura la denomino: «No es Dios, ¡es la música!». Y la segunda: «No es por ellos, ¡es a pesar de ellos!». Permíteme explicar en esta entrada la primera y en la siguiente, la segunda.

Cuando digo que una forma de entender este fenómeno es a través del argumento: «No es Dios, ¡es la música!», me refiero a que puede de que no sea Dios el que esté respaldando y usando a estos ministros. “¡Ah…!”, dirá alguien, “¡Ya vas a decir que quien los usa es el diablo! ¿Verdad?”. No, lo que creo es que la naturaleza musical de sus ministerios camufla, disfraza, oculta, encubre y disimula un respaldo divino que no necesariamente hay. Permíteme y me explico un poco más.

Cuando tú escuchas música cristiana —por ejemplo, baladas de adoración—, es común escuchar a los creyentes decir: “¡Vieras cómo siento la presencia de Dios con esa canción!” o “¡Wow! ¡Yo siento que el Espíritu Santo me toca cuando lo oigo a él!” Y vamos, yo no digo que eso no pueda ser así; sin embargo, muchas veces no es la presencia de Dios o el Espíritu Santo quien los toca. Entonces, ¿por qué las personas se sienten conmovidas? ¿Por qué se emocionan y hasta lloran? Por el poder intrínseco que posee la música. Repito: yo no digo que no pueda ser Dios, pero no estoy seguro de que detrás de los ministros de alabanza que viven en pecado siempre haya un respaldo divino sobre sus ministerios; sino que muchas veces los cristianos le atribuimos a Dios cosas que provoca el poder innato que posee la música per se.

Por ejemplo, tú podrías conocer a un cantante profesional, pero agnóstico, que no cree en el Evangelio y lleva años viviendo en fornicación con su novia. Pero has de caso que por error el pastor de tu iglesia lo invita a cantar pensando que es un cantante cristiano porque dentro del repertorio que a veces interpreta, incluye canciones cristianas. Fíjate, él no es una persona regenerada, pero canta música religiosa. Entonces, tu pastor lo invita y lo presenta ante la congregación como un ministro de la música. El asunto es que cuando comienza a cantar toda la congregación se pone de pie para unírsele y a aplaudir junto con el cantante; además, la gente se ve contenta y entusiasmada con el tiempo de alabanza e incluso, al momento de cantar las canciones más lentas se ve a algunos hermanos alzando las manos y otros hasta llorando durante la “ministración”. Yo pregunto: ¿Dios está respaldando a este cantante inconverso? ¿Realmente el Espíritu Santo se está moviendo a través de ese músico? ¡No necesariamente! Lo que sucede es que la música tiene poder en sí misma. Por lo tanto, si a dicho poder le sumas la predisposición de la congregación de querer adorar y hasta querer desbordarse delante de Dios, eso hace que la gente se emocione y hasta lloren con las canciones. ¡Sí! ¡A pesar de que quien esté dirigiendo al frente no sea cristiano!

Muchas veces no es que Dios respalde a los cantantes y sus ministerios musicales, sino que el poder de la música de influenciar nuestros estados de ánimo, de conmover las fibras del alma y de tocar profundamente el corazón hace su efecto. Pero como la mayoría de los cristianos no saben discernir estas cosas —¡y no es que sea fácil eh! —, le atribuyen al poder de Dios toda la emocionalidad que sienten cuando realmente es el poder de la música que lo produce. En este sentido, la postura «No es Dios, ¡es la música!» en cierto modo explica por qué sucede lo que sucede cuando ciertos directores de alabanza en pecado ministran.

«¡Pero qué de sus agendas ministeriales!», exclamará alguien, «¿Acaso no has visto que viajan por todas partes y que cientos de iglesias los solicitan para sus eventos!». De nuevo, la música tiene poder, pero no solo la música, sino también la publicidad y las redes sociales. Mira, si realmente eres talentoso, produces un álbum con excelente música, inviertes una buena suma de dinero y te representa un gran manager o agencia publicitaria, puedes posicionar tus canciones en todas las radios cristianas y seculares que quieras y hasta conseguir participar en los congresos y conciertos cristianos más multitudinarios. Lo que quiero decir es que no deberías dejarte impresionar por todo el andamiaje farandulero de la música cristiana. Que tengan millones de seguidores en redes sociales o que tengan una agenda de eventos abultada, no significa que Dios esté en medio de eso. Esas cosas se pueden conseguir a fuerza de marketing y he ahí por qué hay cantantes y músicos cristianos que andan por todas partes ministrando, pero en lo secreto viven vidas desordenadas delante de los ojos de Dios y a escondidas del cuerpo de Cristo.

Continuará…



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