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Adorar con la mente, la adoración olvidada (Duodécima parte)

¡Aquí estoy otra vez! De verdad, pensé que con la entrada anterior también daría por concluida esta serie de entradas sobre adorar a Dios con la mente, pero por ser breve no quise ser superficial y he allí por qué me he extendido en este tema de la dirección de adoración y de por qué la iglesia cristiana —aun estando en el templo— puede que no esté adorando con la mente. Pero, ¡hoy sí!, con esta entrada finalizo la serie y te comparto las últimas dos cosas que provocan que una iglesia no adore con la mente a pesar de estar en el templo.

b) La repetidera estilo “mantras”.

No nos engañemos, hay directores de adoración que tienen la mala maña de cantar las baladas de adoración hasta por 15 minutos. Es increíble, amparados en que el Espíritu Santo les ha dicho de que no cambien de canción porque él está haciendo algo en el corazón de la gente, ellos repiten y repiten una sola canción hasta el hartazgo y cuando el tiempo de cantos finaliza dicen: “¡Wow! ¡Qué unción hubo hoy en el culto!” Cuando no hubo eso, sino una repetidera interminable que por eso algunos han denominado a este estilo de dirección: “Adoración 24-7”. Es decir, repetir las mismas 7 palabras 24 veces.

Cuando hace muchos años me metí a estudiar el fenómeno OVNI a la luz de la Biblia, recuerdo que asistí a una conferencia de una asociación Nueva Era en mi ciudad con el fin de conocer qué había detrás de sus enseñanzas y encuentros cercanos del tercer tipo. Lo me pareció muy curioso es que a las conferencias que asistí se habló del ayuno, la meditación y la oración. Sí, tal cual lo lees. Ellos enseñaban que si deseabas tener un encuentro cercano del tercer tipo tenías que prepararte espiritualmente. Fíjate, el fenómeno OVNI es un fenómeno físico, y si es físico, ¿por qué tenías que prepararte espiritualmente para encontrarte con extraterrestres? Ah, porque no es un fenómeno físico, es un fenómeno espiritual vestido de ciencia, pero realmente es un fenómeno espiritual.

El asunto es que una de las noches, antes de iniciar la conferencia, se pusieron a repetir mantras. Vamos, era una conferencia del fenómeno OVNI, había venido un conferencista internacional y habíamos más de 300 personas en el auditorio, ¿por qué entonces iniciaron repitiendo un mantra? ¿Qué tienen que ver los mantras con un fenómeno “supuestamente” científico? Pero allí estaban ellos, “repitiendo…” decían ellos, “…el nombre antiguo de Dios… Om o Oam”. Demás está decir que la experiencia fue incómoda, pero como en las religiones orientales, allí estaban ellos practicando un mantra durante 15 minutos. A todo esto, ¿sabes lo que es un mantra? Es el intento de un adorador de provocar una manifestación divina o acercase más a la divinidad por medio de repeticiones, ya sea de una palabra o de algunas pocas. Eso es un mantra. Por cierto, Jesús advirtió sobre estas repeticiones en Mateo 6:7: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”.

Cuando Jesús dijo que no participáramos de este tipo de repeticiones estilo “mantras”, era porque los encuentros con Dios no se producen repitiendo una misma palabra, un mismo verso o un mismo coro durante 10, 15 y hasta 30 minutos. Así se producen los estados de ánimo alterados, los éxtasis emocionales y las manipulaciones psicológicas, pero no los encuentros con Dios. Jesús nos animó a que adoráramos a Dios con entendimiento, con una mente sobria y estable. Usando expresiones elaboradas conscientemente y que emanen de un corazón que anhela tener profunda comunión con Dios. Jesús advirtió de no invocar al Padre por medio de repeticiones cansonas y que dejan la mente sin fruto; por lo tanto, cuando se repiten demasiadas veces las canciones durante la adoración, no contribuimos a que la iglesia adore con la mente. ¡No señores!

Yo puedo comprender que se cante una canción más allá de la duración normal, es decir, de 3 a 4 minutos, ¡si quieres 5 o 6 pues! ¡Pero no 10 o 15 minutos! ¿Qué locura es esa? Lamentablemente, y sin querer, muchos directores de adoración incurren en manipulación de masas y estados psicológicos alterados por repetir vez tras vez las canciones, ¡algunos veces hasta 30 minutos! ¿Qué es eso? ¡Eso no es dirigir adoración con sensatez! Eso es adorar a Dios al estilo de las religiones paganas que, como dijo Jesús, “piensan que por su palabrería serán oídos”.

Una dirección sana y sobria de la adoración procura que la iglesia adore inteligentemente. Y para lograrlo, además de seleccionar adecuadamente las letras de las canciones, estas deben cantarse el tiempo que sea necesario para que el mensaje que se pretende comunicar quede en la mente del oyente. Cuando ese mensaje ya se comunicó, entonces es momento de finalizar la canción y pasar a la siguiente. ¿Por qué se va a repetir por 15 o 30 minutos una canción si el mensaje ya quedó claro? ¿Acaso creemos que los adoradores de nuestras iglesias son unos tontos que no saben comprender?

Como le leí al cantante español Alex Sampedro en un tuit: «Después de cantar durante media hora “Al que está sentado en el trono… sea la gloria, sea la honra y el poder”, ¡supongo que Dios ya se enteró de que está sentado en el trono!» ¿Lo ves? No es necesarios repetir tanto las canciones si el mensaje ya quedó claro y de paso, si Dios también ya se dio por enterado de lo que le queríamos decir.

3) El excesivo énfasis en lo externo.

Estaba en una reunión de adoración y quien dirigía la alabanza se la pasó pidiendo Cosa Tras Cosa durante el tiempo que le tocó dirigir. “¡Alce sus manos! ¡A la izquierda! ¡A la derecha! ¡Un grito por aquí! ¡Un grito por allá! ¡Arrodíllese! ¡Aplauda! ¡Cante más fuerte”. La pedidera de cosas fue tan abrumadora que yo decía dentro de mí: “¿Por qué no te callas y me dejas adorar en paz?”

Mira, si a las letras pobres y a la repetidera incesante le sumas que muchos directores de adoración le piden a la gente que hagan cosa tras cosa, no es de sorprender que algunos vean a los directores de adoración como chearleaders, en lugar de directores como tal. Como relata Steve Green: «Fui a una conferencia en México, fue de varios días, grupo tras grupo y todo era música de alabanza y adoración. Los que cantaban eran como chearleaders, animadoras que están allí en un partido de futbol. Y decían a la gente: “¡Griten más! ¡Salten más! ¡Alaben más!” Y después de tres horas de oír eso, ¡yo no aguantaba más! Porque había gritado más, saltado más y alabado más. Ellos cada treinta segundos me daban instrucciones de cómo responder… No solo me decían qué hacer físicamente, sino que hasta me decían cómo debía yo responder a Dios. Decían: “Si aman a Dios, ¡haga esto! Si están contentos de estar aquí esta noche, ¡hagan esto!” Ellos se paraban en frente y daban instrucciones a todos nosotros sobre qué hacer, qué pensar y cómo responder».

¡Directores de adoración! ¡Ya basta de hacer eso! ¡Dejen de comportarse como cheerleaders y de sobre enfatizar las expresiones externas de la alabanza! Sí, está bien, motiven, digan algo que edifique, ¡pero sobria, moderada y equilibradamente! La adoración es invisible, no visible. Que, aunque hay cosas visibles que pueden demostrar que la gente está adorando, la adoración en sí es invisible, ocurren en el interior del cristiano y por eso solo la puede ver Dios. Por lo tanto, el hecho de que le pidas a la gente que haga aquí, que haga allá y que haga asá, no necesariamente significa que estén adorando. Por eso, en lugar de dar tantas instrucciones y de pedirle a la gente que haga cosa tras cosa, déjalos que degusten las descripciones de Dios y de sus obras a través de las letras, que perciban la grandeza y la majestad del Señor por medio de las canciones y, por lo tanto, que adoren a Dios naturalmente y sin presiones. ¿Me explico?

Cuando un director de adoración pide demasiadas cosas desde el frente, tácitamente están diciendo: “¡Miren qué bueno director soy! ¡Miren cuán dinámico soy! ¡Mírenme a mí! ¿No soy fantástico?” Claro, seguramente los directores de adoración no lo hacen con esa intención, pero al dar excesivas instrucciones es lo que prácticamente están diciendo. “¡No piensen en Dios! ¡Piensen en mí! ¡No miren a Dios! ¡Mírenme a mí!”

En conclusión, enfatizar desmedidamente las expresiones externas de la adoración puede ser un impedimento para adorar al Señor con la mente, el intelecto y el raciocinio tal cual enseñan el Salmo 47:7 y Romanos 12:1. Así que si eres un director de adoración, ¡modérate! Y se más sobrio para que la gente se concentre en Dios y no en ti, en Dios y no en las expresiones externas… ¡en adorar a Dios con la mente y no en lo que deben o no deben hacer externamente!

Noel Navas.



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