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Adorar con la mente, la adoración olvidada (Undécima parte)

Pensaba terminar esta serie sobre adorar a Dios con la mente en la entrada anterior, pero decidí sumar dos entradas más. ¿Por qué? Porque si bien he hablado principalmente de cómo adorar a Dios más allá de las cuatro paredes del templo, es decir, en tu vida cotidiana, quiero que regresemos al templo. Que entremos y hablemos acerca del tiempo de cantos. Así que aquí va otra forma de adorar a Dios con la mente.

11. Adoramos a Dios con la mente cuando adoramos en el templo inteligentemente.

Lamentablemente, un gran porcentaje de iglesias en Latinoamérica no adoran a Dios con su mente durante el tiempo de cantos. Vamos, no estoy hablando de que se distraen mientras cantan o porque se ponen ansiosos para que termine el culto y se vayan a la casa y ver un partido de fútbol. Nada de eso, estoy hablando de que muchas veces la forma en cómo se dirige adoración no permite que se adore inteligentemente. Pero antes, mira los siguientes dos textos que nos animan a que cuando adoremos en medio de la congregación, usemos nuestro intelecto para glorificarlo. Mira:

Cantad a Dios, cantad; cantad a nuestro Rey, cantad; porque Dios es el Rey de toda la tierra; cantad con inteligencia. (Salmo 47:6-7, RV60).

Aquí el salmista nos dice cuando cantemos a Dios estemos conscientes de la magnitud de lo que estamos haciendo delante del “Rey de toda la tierra”. Nos está motivando a que cantemos utilizando nuestras facultades intelectuales y de este modo, discernamos la majestad del Dios que adoramos. Esto no es cuestión de entrar al templo, dejar el cerebro en la puerta, emocionarse con la música y hacer lo que se nos antoje sin ninguna clase de reflexión. No, hay que expresarnos en alabanza con la consciencia debida de a quién estamos cantando.

Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1).

Aquí Pablo nos motiva a que presentemos todo nuestro ser como ofrenda de adoración y que hacerlo es nuestro “culto racional”. ¿Sabes lo que significa la expresión “culto racional”? Significa que cuando adoremos usemos la mente y la razón. Por ningún lado la Biblia enseña que nos olvidemos de nuestras facultades mentales cuando adoremos. Al contrario, este texto nos dice que nuestro culto debe ser racional, es decir, empleando el raciocinio, la mente y el intelecto.

En mi opinión, hay por lo menos tres obstáculos —seguramente hay más— que impiden que una iglesia reunida adore a Dios con la mente y son:

a) La mala selección de canciones.

Seamos sinceros, los ministerios musicales que se caracterizan por grabar álbumes de adoración no están proporcionándole a la iglesia en Latinoamérica buenas opciones de adoración. Sí, ofrecen Canciones y música con excelente sonido y calidad; pero las letras son pobres bíblica, doctrinal y teológicamente. Claro, no todas, ¡pero sí la mayoría! Un gran porcentaje de canciones cristianas son raquíticas en descripciones apropiadas de Dios, desnutridas de poesía escritural y anoréxicas en cuanto a contenido relevante.

Fíjate, hay canciones de adoración que hablan de Dios, y cuando lo hacen, sus versos dicen que Dios es bueno, es grande, es poderoso, es fiel, etc. ¿Y sabes? Apilar atributos de Dios y montarlos sobre una estructura melódica, eso cualquiera lo hace. Sí, en serio. Eso cualquiera lo hace. Lo que no hace cualquiera es tomar un solo atributo de Dios y describirlo teológicamente de forma poética y melódica. ¡A ver! Tú que escribes canciones, intenta hacerlo y crea una canción que describa poética y teológicamente un solo atributo de Dios. ¡Te va a costar! ¡No te será fácil! ¿Por qué? Porque para eso requerirás estudiar y reflexionar y entonces ponerte a trabajar. Pero poner en una canción que él es asombroso, poderoso, majestuoso, etc., ¡eso cualquiera lo hace! Uno de los problemas de las canciones de adoración contemporánea es que los compositores se conforman con pegar atributo tras atributo y seleccionar cuál rima más, y entonces se jactan de que han escrito una gran canción. ¿Es en serio?

En palabras del cantante estadounidense Steve Green:

«Mira, una mujer le escribió a C. S. Lewis y le dijo que ella quería escribir novelas de ficción para niños y le preguntó cómo ella podía ser una mejor escritora. Y él le respondió: “Ustedes los americanos usan muchos adjetivos. Ustedes dicen: ´El bosque era tenebroso´. Mejor sería que describieran el bosque y que el lector concluyera que el bosque es tenebroso”. Cuando yo leí eso, pensé que lo mismo podría ser en nuestras canciones. Mejor sería describir a Dios, pero eso cuesta… Pensar, estudiar, ¡eso cuesta! Si lo hacemos bien en las canciones, nuestros oyentes, sin que les digamos nada, concluirían: “¡Wow! ¡Dios es digno de mi adoración!” O: “¡Él es más bueno de lo que yo pensaba!”… Yo tengo que escribir canciones que describan a Dios, su gracia, su amor, su santidad, de una manera donde sin que yo les diga nada, la gente llegue a una conclusión propia, una conclusión que será una alabanza que brote de ellos y que será real».

Vamos, yo no digo que sea un delito cantar canciones simples como las que ya describí, pero si queremos propiciar que la iglesia adore con la mente y que su intelecto se expanda ante las descripciones del carácter de Dios y de sus obras, deberíamos aspirar a otro tipo de letras. Y disculpen si lo que voy  decir a continuación va a sonar trillado, pero es la verdad: ¡deberíamos imitar el modelo de los Salmos y de los himnos de antaño! Claro, yo no digo que en los últimos 30 años no se hayan escrito canciones de adoración dignas de entrar al Salón de las Grandes Canciones de la Historia Cristiana. ¡Claro que sí! Sin embargo, las de la última década dejan mucho que desear.

Probablemente ya me hayas visto decir esto antes, pero si estudias los 150 Salmos de la Biblia verías que el 90% de ellos son letras amplias y solo el 10% son letras cortas. Es más, según algunos estudiosos y comentaristas del Antiguo Testamento, más del 70% de judíos del antiguo Israel de esa época eran analfabetas. No sabían leer. Ahora volvamos al presente, el 90% de las canciones de adoración congregacional contemporánea poseen letras cortas y el 10% son amplias. ¡Totalmente al revés del modelo de los Salmos! Y si a esto le sumas, que solo el 1% de cristianos puede que sea analfabeta, ¿qué pasa entonces? ¿No será que los ministerios de adoración menosprecian la capacidad mental del pueblo de Dios? ¿Por qué no emplear letras más amplias y con mejores contenidos para que no solo nos emocionemos en la adoración, sino cantemos con mayor entendimiento? ¿Por qué no aspirar a cantar canciones con letras más nutritivas como las que escribieron los salmistas e himnólogos de antaño, principalmente que ahora casi el 100% de cristianos saben leer?

Para reflexionar, ¿no?

Continuará…



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