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Se nos fue Julio Melgar

En mi época de entrevistador para La Aventura de Componer, Julio Melgar fue de los primeros compositores con quien conversé. Por eso, si lees la entrevista que le realicé, verás que fue en 2008. Es decir, seis meses después de lanzar el blog.

Logré la entrevista gracias a un Amigo en común con él que organizó su primera gira aquí en El Salvador. Con el tiempo, este amigo se convirtió en “El mejor amigo salvadoreño” de Julio Melgar. Al punto que si mi amigo viajaba a Guatemala con su esposa, se hospedaba en casa de Julio. Y si Julio y su esposa venían a El Salvador, mi amigo los hospedaba.

Así que ese 2008 estuve con ellos durante dos días de la gira. El primer lugar que visitamos fue San Miguel, a dos horas de la capital, y bueno, después del concierto de la noche y de cenar, a eso de las 10 pm, Julio y yo nos sentamos para conversar sobre su forma de componer canciones. No había pasado un minuto cuando mi amigo que trajo a Julio y otro amigo más, nos interrumpieron para pedirme que los acompañara aparte. Al estar a solas, ese otro amigo me regañó y me acusó de ser un desconsiderado por no dejar que Julio se fuera a descansar. La verdad es que él era quien quería irse a dormir, no estaba preocupado por Julio, estaba interesado en su propio descanso, no en el del cantante. Aun así, yo solo me quedé callado, me entristecí un poco y después de la reprimenda, volví a donde Julio. Al hacerlo, Julio notó que mi semblante estaba cabizbajo y me preguntó qué me ocurría. “Es que me acaban de reprender y me dicen que no te entreviste más porque te tienes que ir a descansar”. “¿Ah, si?” me respondió, “pues yo decido si me quedo aquí con vos o me voy a descansar. ¡Así que dale! Continuemos con la entrevista”.

Me lo dijo en un tono tan paternal que recuperé la paz y hablamos como cuarenta minutos tranquilamente.

Después de esa vez —debido a que Julio y yo tuvimos ese amigo en común— él vino varias veces a El Salvador. Y cuando venía, en ocasiones mi amigo me invitaba a unirme para acompañarlos a algún concierto, ir a comer con la banda o simplemente salir a charlar. Ahora, yo nunca me consideré un amigo cercano de Julio, pero si nos encontrábamos en algún evento podíamos saludarnos y conversar, como pasó en un par de congresos de adoración a los que asistí. Por cierto, una vez que Julio estaba en el aeropuerto de El Salvador y le urgía comunicarse con mi amigo, Julio me envió un email pidiéndome que le ayudara a contactarlo. Es decir, aunque no fuimos grandes amigos, sí hubo una relación de aprecio a la distancia… ¡hasta que pasó algo!

Realmente no puedo entrar en detalles, pero en 2014, Julio no cumplió un compromiso de cantar en un evento que yo intermedié y desde ese día decidí dejar de escuchar su música. Lo grave del desplante —independientemente de lo que lo motivó — fue que repercutió en mi credibilidad ante la institución que representé. Simplemente. Así que, debido a que canceló el compromiso sin justificación, no quise saber más sobre su ministerio. ¡Hasta que pasó lo que todos sabemos!

Tres años después, en diciembre de 2017, se dio a conocer la noticia del cáncer de Julio Melgar y cuando me enteré, ¡quedé en shock! Simplemente no podía creerlo. “¡Tan joven y con tanto potencial y con cáncer!”, pensé. Es cierto, yo quedé desilusionando por aquello que pasó, pero que lo haya estado no significaba que yo lo aborreciera y mucho menos que lo odiara. Como mi amistad con mi amigo en común con él permaneció, le llamé de inmediato para preguntarle por Julio y su familia. Conversamos largamente, incluso, me contó algunas cosas que no voy a relatar en esta entrada, pero que sí haré a través de una serie que titularé: “Julio Melgar, la enfermedad y las voces de sanidad” que, con autorización de mi amigo, publicaré en unas semanas. ¡Así que pendientes!

Mi punto es que en diciembre de 2017, al nomás enterarme de que Julio enfermó de cáncer, en cuestión de un chasquido de dedos, el mal recuerdo del desplante aquel desapareció y comencé a orar fervientemente porque Dios lo sanara. Prácticamente experimenté la Escritura que dice: “Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él…” (1 Corintios 12:26). Vamos, Julio era mi hermano. No fuimos grandes amigos como sí lo fue con otros, pero era mi hermano. Es más, ¡hasta recuperé mi fervor por su música! Llevaba 3 años sin escucharla y por el mes de marzo de 2018 me invitaron a enseñar a una vigilia. El asunto es que durante el tiempo de adoración cantaron: “Creo en ti” y me puse a llorar a la vez que intercedía fervientemente por su sanidad. Incluso, un sábado de junio del año pasado nos invitaron a mi amigo y a mí a enseñar en un congreso de alabanza y a eso de las 3 pm, cuando ya estábamos por irnos, mi amigo me dijo: “Noel, Julio está aquí en la ciudad, pero nadie lo sabe, ¿vamos a tomarnos un café con él?” Y nos reunimos durante un par de horas en el Juan Valdés de La Gran Vía tipo 4 pm. ¿Me explico? Aunque nunca fui un gran amigo de Julio, sí había un aprecio y cariño. Eso sí, jamás le reclamé aquello. Eso ya estaba perdonado y dejado en el pasado. Lo importante era la amistad, pasarla bien esa tarde y, sobre todo, acompañarlo en oración durante su proceso.

Por cierto, cuando se celebraron los dos conciertos del 11 de marzo en la Iglesia Tiempos de Gloria en Guatemala y donde muchos cantantes se reunieron para orar y recaudar fondos a favor suyo, mi amigo viajó para estar una semana entera con Julio y su familia. Previo a su viaje, conversamos ampliamente sobre la enfermedad de Julio y, por información muy puntual que él conocía, sabíamos que Julio ya había sido desahuciado por los médicos. Sí, todos oramos hasta el final para que Dios lo sanara, pero mi amigo y yo percibimos que era muy probable que Dios lo llamara a su presencia. ¿Ahora comprendes por qué escribí el artículo:  ¿Qué pasaría si Julio Melgar no sana? Mi intención al escribirlo fue traer una dosis de equilibrio ante la ola de profecías y comentarios que aseguraban que Julio sobreviviría. Por eso, quienes reaccionaron con hostilidad ante ese artículo, fueron los creyentes en la confesión positiva. Porque, aunque todo lo que escribí estaba apegado a la enseñanza fiel de la Escritura, para ellos no importa lo que diga la Biblia. Lo que importa es el poder de sus confesiones, declaraciones y decretos. Y como viste, al final, quienes profetizaron falsamente que Julio sanaría o que declararon imprudentemente que sobreviviría, quedaron avergonzados por no haber abrazado la prudencia a la que nos llama la Palabra ante este tipo de situaciones.

Por último, antes de que mi amigo viajara a los eventos del 11 de marzo en Guatemala y sabiendo que Julio había sido desahuciado, le dije dos cosas. La primera, le recomendé que, independientemente de que sanara o no, sería prudente que Julio dejara firmado un traspaso de su propiedad intelectual a su familia para que administraran los derechos de autor de sus canciones. Con ese documento legal, las ganancias que su música generara llegarían a su esposa e hijos porque seguramente necesitarán ese dinero en el futuro. Por cierto, mi amigo me contó después de que regresó que habló del tema con la esposa de Julio y ella me mandó a dar las gracias por ese simple consejo.

Y la segunda cosa que le dije a mi amigo antes de irse, fue: “Dile a Julio que le mando un abrazo de todo mi corazón, ¿oíste?” Él y yo sabíamos que existía la posibilidad de no volverlo a ver, así que me prometió que lo haría.

Pero ya Julio Melgar se nos fue y de solo recordarlo emerge de mí un sentimiento muy especial. ¡Ni se diga cuando escucho varias de sus canciones que son mis favoritas! Julio terminó su carrera y ahora está con el Señor… Señor a quien él amaba adorar. Así que ahora es el tiempo de unirnos en oración a favor de su esposa y sus hijos que son quienes más están sufriendo en este momento, además de nunca olvidar el gran ejemplo de adorador que Julio fue.

¡Gracias, Señor, por habernos prestado a Julito!

Noel Navas.



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