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Adorar con la mente, la adoración olvidada (Sexta parte)

Adorar a Dios con la Mente es utilizar la imaginación, la concentración, la percepción, el razonamiento, la intuición, la memoria, etc. para aquello para lo que el Señor te la dio, para su gloria, para crecer intelectualmente y para convertirte en un mejor servidor de tus semejantes. En esta oportunidad continuaré mostrándote otra forma más de adorar a Dios con ella.

6. Adoramos a Dios con la mente cuando utilizamos bien la imaginación.

Una de las facultades de la mente que he venido hablando durante toda la serie es la imaginación. Todos los seres humanos tenemos mente, por lo tanto, todos podemos imaginar. No importa que no tengas una inclinación hacia alguna rama artística como la música, la pintura, la escritura, el diseño, etc. —ramas que siempre asociamos con la imaginación— ni tampoco importa que no te consideres un inventor al estilo de Thomas Alba Edison, tú también tienes imaginación y la usas más de lo que te imaginas.

Por ejemplo, cuando despiertas y abres los ojos aún sobre tu cama y comienzas a pensar en todas las cosas que harás en el día, estás usando tu imaginación. Cuando te estás rasurando, lavándote los dientes o simplemente lavándote la cara y estás pensando en tu esposa, tus hijos, tu novia o ese ser querido especial para ti, estás usando tu imaginación. Cuando vas conduciendo hacia tu trabajo y estás en medio del tráfico y piensas en qué calle tomar para ahorrar tiempo y llegar más rápido, estás imaginando. Cuando casi llega la hora de salir de tu trabajo y sientes hambre y piensas en ese plato de comida que tu esposa o tu mamá te tendrán listo para cenar, estás imaginando. ¿Me explico? Siempre estamos usando la imaginación, lo que sucedes es que la usamos de forma tan natural que no nos consideramos imaginativos. Pero sí, todos imaginamos y siempre estamos imaginando.

Según la Real Academia de la Lengua “imaginar” es… por favor, presta atención en cada una de las acepciones que brinda el diccionario:

1. Representar en la mente la imagen de algo o de alguien. “Imagina un campo con flores”, “No me la imagino ya con hijos”.
2. Suponer algo a partir de ciertos indicios. “Imagino que te quedarás a comer”.
3. Inventar o crear algo. “He imaginado una forma de solucionar el problema”.
4. Concebir algo con la fantasía.

Como ves, aunque no seamos inventores, diseñadores de moda o diseñadores gráficos, siempre estamos imaginando. A continuación, te comparto tres formas muy prácticas en las que puedes utilizar deliberadamente tu imaginación para la gloria de Dios. Aquí están:

Imagina la Palabra.

Por favor, quiero que leas el conocidísimo pasaje de Josué 1:8 y quiero que notes algo, léelo detenidamente:

“Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que lo tendrás en tu imaginación de día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito”.
Josué 1:8.

Supongo que notaste que substituí la expresión: “sino que meditarás en él”, por: “sino que lo tendrás en tu imaginación”, ¿verdad? Y es que la palabra hebrea que se usa para “meditar” también se puede traducir “imaginar”, incluso puede traducirse “pensar placenteramente”. Interesante, ¿no? Lo que Dios nos está diciendo es que cuando nos acerquemos a la Escritura lo hagamos con la intención de conservarla en nuestra mente y luego —debido a que dice “de día y de noche” — pensemos durante el día en eso que leímos y lo imaginemos.

Esto significa que cuando te acerques a la Palabra debes imaginarte todo lo que estás leyendo, imagina cómo sucedieron las conversaciones, imagina las escenas y los relatos, imagina qué tono estaban usando al hablar o qué sentimientos les pudo haber generado. Lo que te quiero decir es que imagines colores, olores y sabores cuando estudies la Escritura y eso hará de tu estudio bíblico algo verdaderamente emocionante. Por lo tanto, cuando te hayas levantado de tu lectura, llévate todos esos pensamientos en tu imaginación y piensa placenteramente en ellos cada vez que tengas una oportunidad durante el día. Porque al hacerlo estarás glorificando al Señor a causa de “meditar en él de día y de noche”.

Imagina lo santo.

El apóstol Pablo escribió:

“Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu”.
Romanos 8:5.

Fíjate, el texto dice que hay que pensar en las cosas del Espíritu, es decir, del Espíritu Santo. ¿Quién es el Espíritu Santo? Obvio, es Dios. Es el Espíritu Santo de Dios. El asunto es que el Espíritu Santo, es el Espíritu Puro, el Espíritu Limpio, etc. Pensar en el Espíritu Santo es pensar en cosas santas, puras, limpias, etc. ¿Me explico? Por lo tanto, para alcanzar la santidad en la vida cristiana necesitamos ser llenos del Espíritu Santo. Cuando somo llenos del Espíritu, ¿qué sucederá? Querremos vivir en santidad, porque el Espíritu Santo es el Espíritu que produce santidad, que infunde santidad, que te empuja a la santidad. Entonces, como tú ya tienes al Espíritu Santo, ¿cuál es tu responsabilidad ahora? Pensar en las cosas del Espíritu. Pensar deliberadamente en todo lo santo, puro y limpio.

La mayoría de los cristianos —principalmente los hombres— luchamos con los malos pensamientos, con la inmoralidad, con la impureza y hasta con las fantasías sexuales. ¿Cuál es uno de los antídotos de Dios para ella? Pensar deliberadamente… ¿viste que dije “deliberadamente”?… pensar deliberadamente en las cosas del Espíritu. Tienes que disciplinarte, obligarte, exigirte, etc. a pensar en las cosas santas. Así que utiliza bien tu imaginación ya que Romanos 8 dice:

“Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu… ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios… y los que están en la carne no pueden agradar a Dios”.
Romanos 8:5, 7-8.

¿Quieres vivir para su gloria? ¿Quieres agradarlo? ¿Quieres que tus pensamientos sean olor fragante delante de Dios? ¡Piensa en las cosas del Espíritu!

Imagina lo bueno.

El apóstol Pablo escribió:

“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad”.
Filipenses 4:8.

Aquí el apóstol no invita a “meditar” en lo verdadero, lo digno, lo justo, lo puro, lo amable, lo honorable, lo virtuoso y elogiable, es decir, a invertir nuestra energía intelectual en las cosas buenas. La pregunta es: ¿en qué inviertes tu mente? ¿En todo esto que el apóstol recomendó o en cosas negativas? ¿En cosas positivas o en cosas nocivas?

Piensa que tu mente y tus emociones son el cielo y la tierra. Cuando el cielo está nublado, tronando y soplando impetuosamente, la tierra está intranquila y agitada. Pero cuando el cielo está despejado, brillante y con nubles blancas, la tierra está serena y en paz. ¿No es cierto? ¡Y lo mismo para con la mente y las emociones! Cuando tu mente está serena y despejada —pensando en lo bueno— tus emociones estarán bien; pero cuando tu mente está intranquila y agitada —pensando en lo malo— tus emociones también lo estarán. Y por eso es importante pensar bien, porque te ayudará a vivir una vida más tranquila, serena, pacífica, mansa, calmada, aquietada, etc. para la gloria de Dios.

Continuará…



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