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“Adornando tumbas”, Jesús Adrián y el movimiento progresista (Cuarta parte)

Ahora entramos al tema de la adoración más allá del templo. Siendo Jesús Adrián Romero un director de adoración consumado que, aunque en los últimos años se ha concentrado en el pastorado y en un estilo de producciones musicales no congregacionales, uno esperaría que hablara del tema con experticia. Y vamos, no es que él no conozca el tema, pero hay matices extraños y hasta confusos en su forma de desarrollarlo.

Comenzando con los más liviano, en el capítulo “Adoración narcisista”, dice: “Hay algo que me pone a pensar ¿por qué es que a pesar de que adoramos y estamos conscientes de la trascendencia de Dios, cantamos canciones que hablan de su ausencia y nuestro anhelo de estar cerca de él? ¿Habrá algo de la adoración que tal vez no entendemos?” (pág. 123-124).

Y sí, Jesús Adrián tiene razón. Hay muchas letras de canciones que, en lugar de transmitirnos la verdad de la Palabra de Dios que dice que él está presente con su pueblo de forma permanente, dan la impresión de que en lugar de nosotros ser la casa de Dios, somos su hotel. En lugar de transmitirnos la idea de que el Señor vino para quedarse y nunca irse, dejan entrever que él viene y se va, va y luego viene. Y esto último no es lo que enseña el Nuevo Testamento.

El asunto es que dentro de esta crítica entra el propio Jesús Adrián Romero. En la grabación: “Ayer te vi… fue más claro que la Luna” las canciones: “Como la brisa” y “Vuelve a llamar”; en la grabación: “El brillo de mis ojos” las canciones: “Solo el eco” y “Escalera en las nubes” y en la grabación: “Soplando vida” la canción: “Brilla”, en todas ellas, si bien son muy hermosas y excelentemente elaboradas, al escucharlas y analizar las letras transmiten la idea de que Dios viene y se va, ¡y que hay que pedirle que vuelva para que no se vaya más! ¡O sea!

Así que espero que su pregunta de reflexión sea realmente una autocrítica y de este modo no volvamos a encontrarnos con canciones suyas (o de cualquiera) que caigan en la misma categoría que él señala.

Por cierto, un desatino que comete en el capítulo “Celo por la gracia”, es cuando justifica la canción “Indomable” que se incluyó en el disco “Epicentro Live”. Resulta que Jesús Adrián dice: “hace un par de años escribí y grabé una canción basada en Las Crónicas de Narnia, una colección de libros que escribió C. S. Lewis. La canción se llama “Indomable” y está inspirada en Aslan, el león que representa a Dios a lo largo de toda la historia” (pág. 237).

¿De verdad Aslan representa a Dios a lo largo de la historia? Pues C. S. Lewis dijo que no. En “Cartas a los niños” —una colección de cartas que el propio Lewis escribió respondiendo a sus preguntas— explica este tema a uno de ellos: “Yo no me dije a mí mismo: ´Representemos a Jesús como realmente es en nuestro mundo como un León en Narnia’. Yo dije: ´Supongamos que existiera un mundo como Narnia y que en ese mundo el Hijo de Dios, de la misma manera que se hizo Hombre en nuestro mundo, se hizo un León allá, y luego imaginemos lo que hubiera ocurrido´. Si piensas en ello, verás que es algo muy diferente” (1).

Es más, en la última Crónica, Aslan hace algo que el Dios de la Biblia jamás haría: recibir para sí la adoración ofrecida a otro dios. Antes de finalizar “La última batalla”, Aslan le responde a un adorador pagano: “Hijo … todo el servicio que has prestado a Tash, lo cuento como servicio prestado a mí … Por lo tanto, si alguien jura por Tash y mantiene su juramento cueste lo que costare, es en mi nombre por el que ha jurado en realidad, aunque no lo sepa, y soy yo quien lo recompensa” (2).

¿Aslan representa a Dios en Las Crónicas de Narnia? No Jesús Adrián.

De remate, él califica de ignorantes a quienes han criticado su canción y afirma que quienes lo han hecho de seguro no saben de la existencia de estos libros de C. S. Lewis ni quién es su autor. Él dice: “Aunque en general la canción ha tenido buena acogida, ha desatado un sinnúmero de comentarios que realmente muestran el nivel de ignorancia de gran parte de muchos creyentes que actúan como celosos de la verdad… La mayoría de la gente que da este tipo de opiniones no sabe que las películas están basadas en libros, mucho menos qué son Las Crónicas de Narnia, tampoco quién es el autor; sin embargo, comentan con la autoridad de un crítico. No hay nada más audaz que la ignorancia” (pág. 237).

Bueno, quien critique la canción sin fundamento, pues sí, francamente está criticando desde la ignorancia. La cuestión es que Jesús Adrián también cae en ella por asegurar que Aslan representa a Dios cuando “La última batalla” nos muestra claramente que no.

Volviendo al capítulo: “Adoración narcisista”, Jesús Adrián acierta al señalar que en la actualidad la adoración congregacional está muy enfocada en nosotros mismos, pero falla cuando dice que la adoración debe darse al prójimo. Sí, así como lo lees. Él dice que debe darse al prójimo.

Resulta que después de citar la parábola de Mateo 25:31-46, que habla de las ovejas y las cabras que fueron puestas a la derecha y a la izquierda, y del Señor decir: “les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”, Jesús Adrián afirma: “Este es el mensaje más ultra-radical de Jesús. La pregunta: ¿dónde está Dios? Esa interrogante que persigue y obsesiona a personas espirituales, ese cuestionamiento que nos hacemos en nuestros tiempos de adoración cuando le pedimos ver su rostro, es contestada de una manera tan llana y simple, que preferimos evadirla. Después de dos mil años seguimos evadiéndola. Jesús aterriza la definición de Dios, la baja de las nubes, la separa de la adoración narcisista y la dirige al prójimo” (pág. 124-125).

¿Realmente Jesús está diciendo eso? ¿De verdad la adoración debe dirigirse al prójimo?

Esta línea de pensamiento no mejora en el siguiente párrafo: “El Dios que buscamos en el templo, ese mismo al que le cantamos en las reuniones… puede ser encontrado en la cárcel, en un hospital, en un niño de la calle, en el rostro de mi hermano. “Ver tu rostro es como ver a Dios mismo”, le dijo Jacob a su hermano Esaú después de haber estado separado en pleito con él. El mensaje radical de Jesús es que cada vez que hacemos algo por los menos, por los marginados, por los desamparados, estamos entrando en el terreno de la adoración porque lo hacemos por Él” (pág. 126).

O a Jesús Adrián le faltó claridad o está diciendo que nuestro prójimo es Dios. El asunto es que en Mateo 25:45 Jesús no estaba redefiniendo el concepto de Dios. Que, si bien enfatiza el tema de ayudar a los más necesitados, el texto dice que hacerle bien al prójimo es hacerlo para Dios, no porque el prójimo sea Dios, sino que es como si se hiciera para él. El asunto es que después de decir: “estamos entrando en el terreno de la adoración porque lo hacemos por Él”, Jesús Adrián dice que el objeto de la adoración es el prójimo: “en este sentido, el objeto de la adoración es la comunidad. No adoramos la comunidad, pero la adoración nos debe llevar a fomentar la comunidad. El objeto de la adoración es el prójimo” (pág. 126).

No Jesús Adrián, el objeto de la adoración es Dios y solo Dios. Una cosa es decir que el objeto de la adoración es el prójimo y otra decir que Dios es adorado a través de nuestro servicio al prójimo, que supongo que es lo que quisiste decir. Porque si el objeto de la adoración es el prójimo entonces deberíamos postrarnos y adorarnos unos a otros, ¿no es cierto? Y aunque Jesús Adrián trata de matizar al decir “no adoramos la comunidad”, se desdice al añadir de inmediato: “el objeto de la adoración es el prójimo”. Y, por lo tanto, está diciendo que nuestro prójimo es Dios y que debemos adorarnos mutuamente.

El problema de estos párrafos es que debieron haberse redactado mejor para no dejar la impresión de que debemos adorar a Dios al mismo nivel de nuestros semejantes como si estos fueran Dios. Ambas son cosas diferentes y la idea que presenta es confusa. Confío que no fue su intención dejar entrever que el prójimo es digno de adoración, pero ni modo, los párrafos allí están y la idea pudo haberse desarrollado de mejor manera.

Por último, la pasión de Jesús Adrián porque la iglesia no olvide la justicia social y la ayuda a nuestros semejantes es un énfasis que la iglesia evangélica debería prestar atención ya que efectivamente, amar, ayudar y extender la mano es adoración tanto como es la adoración que ofrecemo en el templo. En este sentido, yo creo que el movimiento de iglesias emergentes acierta cuando señala que muchos evangélicos somos más teoría que práctica. Solemos desbocamos por el conocimiento teológico y doctrinal pero no por demostrar con nuestras acciones que todo eso que sabemos puede traducirse en acciones que impacten positivamente a la comunidad. Por eso, casi al finalizar el capítulo “Adoración narcisista” Jesús Adrián, apelando a Isaías 1:15-17, lanza unas palabras sumamente punzantes con relación a este tema:

“Sin justicia social, la adoración es un ejercicio vano. Es solo religiosidad. De hecho, la adoración que no nos lleva a la justicia social, es repugnante para Dios” (pág. 128).

¡Ops!

Notas: 

(1) Lewis, C. S. Letters to Children”, pág. 45

(2) Lewis, C.S. “La última batalla”, Editorial Rayo, Harper Collins Publishers, NY, EE.UU., Pág. 791-792.



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