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La crisis actual de la música cristiana (Cuarta parte)

Ocho áreas en crisis del ministerio musical.

Después de describir la crisis del carácter e ilustrar la inmadurez de algunos ministros al no tener un carácter sacrificial y dispuesto a pagar el precio del ministerio, a continuación, hablo de un área en crisis más.

3. La crisis de las letras.

Además de tener ministros musicales que no están reflejando un carácter semejante al de Jesús, otro problema que seguimos teniendo es el de las letras de las Canciones. Si no lo sabías, las canciones son imagen y semejanza de sus autores, reflejo de su madurez cristiana y de la mente transformada que están adquiriendo a media que conocen más al Señor. En este sentido, aunque a continuación hablaré acerca de la superficialidad en la composición cristiana de parte de los compositores, si tú eres director de adoración, cantantes o músico en tu iglesia local… es más… si tú eres un cristiano que consume música cristiana… y tus canciones predilectas son débiles doctrinalmente, raquíticas bíblica y teológicamente e irrelevantes literariamente hablando, entonces mi reprensión no solo es para los compositores sino también los músicos de la iglesia local y miembros de una congregación que suelen disculpar la supercicialidad con la que los “salmistas” (entre comillas) están componiendo.

En la breve ocasión que tuve hace algunos años para conversar con el pastor Miguel Núñez y le pregunté sobre el arte de componer, me dijo: “lamentablemente todavía hay mucha superficialidad en la composición cristiana. Y creo que la razón número uno es que a menos que el compositor conozca a Dios profundamente no va a poder producir algo que tenga Su tamaño, que tenga Su majestad, que tenga Su grandeza. Cuando tú no vives a Dios porque no le has conocido como Él debe y desea ser conocido, tú no puedes hacer que otros vivan a través de tu composición lo que tú no conoces… Lamentablemente estamos componiendo muchas veces de la superficialidad de nuestras vidas”.

La superficialidad del músico de conformarse con estudiar la Biblia de vez en cuando o simplemente con escuchar un sermón una vez por semana, de haberle dado la espalda al hábito de la lectura y de profundizar en el conocimiento teológico, todo esto se ve reflejado en el fruto de su arte y en sus canciones pobremente escritas. A mayor profundidad intelectual, las letras serán más relevantes; a mayor superficialidad, tendremos lo que ya estamos viendo hoy.

¿Qué estamos viendo? No solo letras que contradicen las Escrituras, que, aunque son pocas y no tantas como a veces se piensa, mi mayor preocupación con la composición cristiana no son las letras que dicen cosas incorrectas, sino que un gran porcentaje de ellas no dicen mayor cosa, por no decir que no dicen NADA.

El problema de las canciones, por ej., de adoración congregacional, es que no nutren la mente cristiana y no la alimentan con el conocimiento correcto de Dios. Más bien, muchas canciones parecen estimular más las emociones con sus melodías pegajosas y sus extraordinarios arreglos, que con líricas que hábilmente describan quién es Dios y cómo son sus portentosas obras.

Al finalizar de escuchar muchas canciones de adoración los adoradores dicen: “¡Qué gran melodía!” o “¡Qué gran arreglo!”, pero no: “¡Qué gran Dios tenemos!” ¿Por qué? Porque los compositores no han entendido que la música y la melodía están al servicio de la letra, no al revés. Se centran más en lo musical y lo sonoro que en lo que realmente importa: la letra. Y si la letra no dice mayor cosa, entonces seguiremos asombrándonos por lo emocionante de los acordes y lo conmovedor de las melodías, pero no por las descripciones poderosas del carácter de Dios y de sus obras que produzcan admiración, devoción y por qué no, temor del Señor en el cristiano.

Por ejemplo, haz este ejercicio el próximo domingo en el servicio de adoración. Cuando estés adorando notarás que muchas canciones se parecen unas con otras. No solo en la rítmica pop o el protagonismo de las guitarras eléctricas y los efectos sintetizados, sino en la forma en cómo usan los nombres y los atributos de Dios. Si prestas atención, verás que las canciones cristianas muchas veces consisten en poner nombre tras nombre de Dios sobre las figuras melódicas o atributo tras atributo a medida que avanzan los compases. Por ejemplo: “Victorioso, Santo, Poderoso, Grande, Digno” y así sucesivamente, pero lo que no verás (o verás muy poco) son canciones que toman uno solo de esos atributos y se detienen a describirlo. ¿Me estoy dando a entender?

Probablemente no.

Lo diré de otra manera… Mira, poner nombres de Dios y atributos uno tras otro, ¡cualquiera lo hace! ¡Cualquieraaa!!! Pero escoger solo uno y detenerse a describirlo en crescendo a través de un par de estrofas y en un clímax de coro que te lleve a una adoración excelsa, no cualquiera lo logra. ¿Por qué? Porque para eso se requiere profundidad teológica, mejores habilidades literarias ¡y mucho trabajo intelectual! ¡Mucho! Nuestras canciones de adoración son tan pobres líricamente hablando que pareciera ser que los autores cristianos o se están copiando los unos a los otros o creen que la iglesia evangélica es tan tonta como para comprarles la idea de que son grandes compositores.

Alguien dirá: “¡Pero componer de esa manera es mejor que nada! ¿No crees?” Claro que lo creo. Por lo menos se está haciendo algo, ¿no? Pero siendo muy pero muy agudo con mi crítica: eso no es lo que necesita la iglesia. La iglesia necesita letras que desafíen su forma de pensar durante la adoración, que la desafíen a mirar a Dios de una forma más esplendorosa, a temerle con suma reverencia y a deleitarse en él y sus obras con entusiasmo inteligente. Como bien me lo explicó Steve Green la vez que lo entrevisté para mi blog:

“Una mujer le escribió a C. S. Lewis y le dijo que ella quería escribir novelas de ficción para niños y le preguntó cómo ella podía ser una mejor escritora. Y él le respondió: “Ustedes los americanos usan muchos adjetivos. Ustedes dicen: ´El bosque era tenebroso´. Mejor sería que describieran el bosque y que el lector concluyera que el bosque es tenebroso”.

Cuando yo leí eso pensé que lo mismo podría ser en nuestras canciones. Mejor sería describir a Dios, pero eso cuesta… Pensar, estudiar, ¡eso cuesta! Si lo hacemos bien en las canciones, nuestros oyentes, sin que les digamos nada, concluirían: “¡Wow! ¡Dios es digno de mi adoración!” O: “¡Él es más bueno de lo que yo pensaba!” Yo tengo que escribir canciones que describan a Dios, su gracia, su amor, su santidad, de una manera donde sin que yo les diga nada, la gente llegue a una conclusión propia, una conclusión que será una alabanza que brote de ellos y que será real”.

¿Ves a dónde te quiero llevar? A que comprendas que la composición de canciones cristianas va mucho más allá de pegar nombres y atributos de Dios en rima, sino en tomar uno de ellos y describirlo creativamente en una canción que al final provoque en quien la oiga o cante tal admiración por Dios que nos hagan recordar los grandes Himnos de antaño, las grandes canciones de adoración que han marcado la iglesia contemporánea y por qué no…los Salmos de David, Asaf, los hijos de Coré, Moisés y Salomón. En parte, ¿no será a esto a lo que se refirió Pablo cuando escribió: “cantando entre vosotros con Salmos, himnos y cánticos espirituales (Efesios 5:19)?” O, en otras palabras: “cuando canten al Señor háganlo con canciones del calibre de los Salmos, himnos y cánticos que aparecen en el gran libro del Salterio”.

Si tú me sigues en Facebook habrás notado que periódicamente suelo expresar mi desagrado con las letras de adoración que prácticamente no dicen nada. Una de esas veces lo hice a causa de dos singles que dos bandas de adoración reconocidas lanzaron y bueno, por respeto a ellos no dije y no diré sus nombres, pero dichos “sencillos” eran los primeros en darse a conocer de sus nuevas producciones. Cuando las oí dije: “¿Estos son los sencillos? ¿Estas son las canciones más destacadas que supuestamente harán que la gente se interese en comprar el disco completo? ¡Qué barbaridad!”

Oye, ambas canciones eran muy emocionantes, pero doctrinal, bíblica y teológicamente hablando no decían NADA. Eran más emoción y entusiasmo que otra cosa. Por eso, al finalizar mi breve crítica en mi muro hacia dichos singles, terminé diciendo: “Esto solo me confirma que las canciones de adoración congregacional pueden ser tan nutritivas como una hamburguesa del MacDonald´s”.

No habían pasado dos horas cuando un cantante de una banda de adoración muy reconocida me escribió vía Inbox para preguntarme la razón de por qué había escrito lo que escribí y quiénes eran esas bandas de las que estaba hablando. Debido a que él y yo nos conocemos desde hace algunos años le dije los nombres y quiénes eran. Le dije que yo respetaba dichos ministerios pero que me sorprendía lo pobre de las letras que estaban lanzando como carta de presentación de las nuevas grabaciones. En ese momento hice algo muy atrevido y si este cantante está leyendo este artículo probablemente le incomode que yo revele nuestra conversación. Sin embargo, no estoy diciendo su nombre ni el de su banda y confío que él sabrá que en mi corazón solo abrigo aprecio hacia su persona y ministerio. En este sentido, cuando él me preguntó por las canciones y las bandas que propiciaron mi post, me atreví a decirle: “Fulano, con todo respeto quiero decirte que tu banda no se libra de la crítica que he hecho. Ustedes, como una de las bandas que está marcando la tendencia de la adoración congregacional en las iglesias en Latinoamérica, también deberían reflexionar en el tipo de canciones que están produciendo porque también las de ustedes necesitan escribirse mejor y proponer algo que verdaderamente nutra la mente cristiana de los adoradores”.

A partir de allí me concentré en animarlo a escribir letras más amplias y que aportaran más que solo pegar atributos de Dios uno tras otro sin detenerse a describirlos. Además, le animé a reflexionar en el libro de los Salmos cuyas canciones son 90% amplias y 10% cortas. ¿Te has fijado en este detalle? Hoy en día la composición cristiana es todo lo contrario, el 90% son canciones súper cortas y 10% letras amplias. Es decir, ¡estamos haciendo las cosas al revés!

Ahora, como yo sabía que él y su banda visitarían en pocos días El Salvador, le dejé mi número de teléfono celular y le dije que al venir me llamara para reunirnos, como otras veces lo habíamos hecho, y que me gustaría ahondar más en ese tema.

No me llamó.

Seguramente al venir su agenda estuvo muy apretada como para vernos; sin embargo, mi responsabilidad de motivarlo a ser más profundo en su forma de componer la cumplí. Ahora depende de él y de su banda, y de todos ustedes que me están leyendo, que profundicemos en nuestro conocimiento de Dios y su Palabra para que podamos reflejarlo fielmente en las próximas canciones que escribamos. ¿Por qué? Porque si no lo hacemos, la música cristiana seguirá estando en crisis. ¡Por eso!

Continuará…



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