Niños: en el invierno del 2013, su tía Magalie, al verse sin mejores planes vacacionales, en sólo 20 días terminó las ocho temporadas y la mitad de la novena de How I Met Your Mother. ¿Qué cómo lo hizo?

Empecé a verla por mero aburrimiento vacacional. Me enojaba perder el tiempo en una serie tan boba pero no podía dejarla de ver. La continué por mero morbo visual y narrativo. La forma de contar la Historia, se me hacía tremenda y única. Nunca antes había visto una serie que se basara en los saltos de tiempo para entender el capítulo actual. No diré que abusaron de este recurso, estuvo pensada y diseñada así desde el principio. Es más, si se ve de atrás para adelante también funciona. Lo sé, porque puse a mi amiga a verla al revés. Y me atrevo a asegurar que How I Met Your Mother es la Rayuela de las series de televisión.  

Para los que hemos visto series como modo de vida,  es una muy buena, mas no espectacular. No tiene el impacto de un The Sopranos o Breaking Bad, no tiene la espontaneidad cotidiana de Seinfeld, no es Friends, que enmarcaron una generación. La televisión siempre ha sido un hilo conductor de la cultura pop, rige modas, dicta tendencias y la gente que presume no verla temo decirle que se está perdiendo de mucho. 

Es cierto que los 90 fueron la época dorada de las series: Seinfeld, Friends, Fraiser. En el nuevo siglo, series como The Office, 30 Rock, Mad Men y recientemente House of Cards, Breaking Bad y True Detective han hecho que dejemos nuestra vida social afuera y nos encerremos por horas a ver capítulo tras capítulo. HIMYM es un caso especial, a lo lejos parece la historia que más básica de un sitcom, cinco amigos en Nueva York y sus relaciones (blah, blah, blah), pero los trucos narrativos que implementan Carter Bays y Craig Thomas, son únicos en su especie, la historia de Ted Mosby y sus amigos estaba lista desde el primer capitulo. Somos partícipes de esta historia solo como invitados y como base tenemos únicamente la versión de un Ted en el futuro contándonos su vida.

Hay un narrador poco confiable, al cual se le pueden ir algunos detalles o incluso volverse ridículo (los momentos musicales lo fueron), pero es un narrador que te cautiva con su ternura y su ingenuidad. El presente de HIMYM es nuestro futuro, los eventos sociales que acontecen en la serie, en este universo ficticio ya pasaron, si los celulares hicieron que las platicas en un bar fueran menos divertidas en la vida real, había un capitulo donde los protagonistas pasaban por esto. Sería fácil decir que así es en todas las series pero el formato de HIMYM le da una atemporalidad única a los gags, las Slap Bets, las intervenciones y la Duckie Tie, seguirán presentes en la cultura pop por mucho tiempo.

Odio pensar que me enganché en el cuento de hadas más largo de la historia, porque eso es lo que es. Un cuento que ha durado ocho años, donde todos los clichés de valores morales, amistosos, sexuales y amorosos están cumplidos. Donde la vida de los personajes apesta de manera muy moderada y, por momentos, cae en lo ridículo. Según dictan los cánones del “y fueron felices por siempre” el amor debe triunfar al final. La fuerza de HYMYM radica justamente en eso. En su esperanzadora idea del amor y la amistad, en donde no importa cuantas tragedias amorosas sufras o que tanto busques en los lugares incorrectos, al final habrá alguien para ti… Ay Mosby, a veces eres tan cursi, que nos haces como tú.

La empatía que causa la historia es de admirarse, pues vivimos en un tiempo en donde ya pocos creen en el destino, en la suerte y en una serie de decisiones que afectan el rumbo de nuestras vidas, somos cínicos y necesitamos que Marshall y Lilly nos recuerden que para algunos el amor es para toda la vida.

Carter y Bays nunca pretendieron más, sabían que esta era una historia sencilla, una anécdota universal, como un hombre conoce a una mujer y eso tan básico lo contaron de la forma más complicada posible. Al final no importa lo que se cuente si no como se cuente y estos dos escritores llevan nueve temporadas manteniéndonos (y a los hijos de Ted) en el sillón.

La historia tiene grandes momentos y grandes capítulos, “The Slutty Pumpkin”, “Robin Sparkles”, “El juego de los Butt…Umm de Robin”, “The Naked Man”, “Swarley”, por mencionar solo algunos, son los highlights de la serie. Que como la vida misma tiene algunos en donde hay días grises donde no pasa nada (como en varios capítulos de las temporadas seis y siete), capítulos en donde como espectador te impacientas y quieres que Ted se apure a conocer a la madre más misteriosa del mundo.

El rompimiento de la narrativa que en capítulos como “The Pineapple Incident” funciona tan bien que a veces demuestra el temor de los escritores para corregir sus propios errores, un buen ejemplo: el capítulo donde Robin empieza a hablarle a sus hijos, que te saca de contexto pero no te deja jugar y rompe la burbuja a los cinco minutos. Me gustan los personajes simples en una historia simple, el corazón de la historia me parece adorable, los saltos en el tiempo son un gran acierto y que la última temporada sea contada por horas, me parece grandioso aunque tedioso.

Por otro lado, te hace creer en las señales, en el poder del “Serendipity” y no le teme a contar una historia de cuento de hadas donde causa y efecto son el ingrediente diario de nuestra vida y que nunca sabemos que una decisión que nos puede parecer insignificante, como tomar una calle en lugar de la otra, nos puede llevar a un destino diferente. Y esto está bien, como dijo el novelista victoriano Wilkie Collins: “Hazlos reír, hazlos llorar – pero sobre todo, hazlos esperar”.

Al momento de escribir este texto, estamos a dos semanas del final de la serie, ya conocemos a la futura esposa de Ted, ya nos mostraron la historia de la sombrilla amarilla y la boda más larga de la historia está a punto de llevarse a cabo, ustedes, como Ted ya saben qué ocurrió y sí, déjenme decirles que it’s gonna be legen… wait for it…