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Oda al culo

Tan corta pero tan certera, tan sonante como acertada el grupo de símbolos lingüísticos que la etiquetan , delimitar un grupo de músculos y hasta nervios (sí, es un área muy sensible) no lo ha tomado la medicina con mucho beneplácito catalogándola simplemente como el final de al gastroenterología   y la puerta de oro de biopsias, colonoscopias,  supositorios y sabrá Dios y el cine rojo que otras cosas. Ninguna parte del cuerpo ha sido tan blasfemada y alabada, tan operada y redondeada hasta los limites que de la cirugía estética, los biopolímeros o el sentido común, tal vez exagere, pero su bambolear, forma, contextura y envoltura marcan el devenir reproductivo de hombres y mujeres como un dejo de placentero animalismo. Revistas y periodicos le dedican páginas completas a todo color como un dictador árabe o un medallista olímpico, llevando un delgado trozo cuyo color varia entre el blanco, negro o dorado y cubre una minúscula parte de lo que en realidad bordea como el marco de un Monnet, arma de destrucción masiva en al conquista para las mujeres, utopía corporal para muchos hombres.

Qué misteriosa caja de pandora tenemos en la parte baja de la espalda cuando su solo nombre se evoca  en la ira como la indiferencia frente a lo que es inevitable, el idioma Español trata de maquillarlo con nombres que no le atañen para sonar más elegante y darle un envoltorio de seda a la masa de músculos y grasa que se evoca como una virgen hebrea aun cuando en países como España o Argentina se le da a secas el nombre que tiene. Que delicia que se reivindicara a las "posaderas" y se les escriban poemas, canciones y hasta se le dedique una rama de la medicina, ellas no son como los malagradecidos ojos que con delicadeza lloran, se irritan, se enferman y refugian detrás de lentes de contacto o anteojos, que delatan cualquier emoción; no son como los carnosos labios que se deshidratan y mueven torpemente cuando colegas suyos se acercan buscando amor.    

La doble moral de la sociedad, como el llavero de un destino caribeño que termino en mis manos, es algo tan común y criticado que no quisiera tocarlo de nuevo  (pobre puta moral), es, esa misma es la que hace que ignoremos las grandes montañas que pueden asomarse en la cúspide de unas piernas así como ignoramos muchas cosas más, es la indiferencia y repudio frente a lo universal, a lo humano, como si se quisiera ser mejor que eso, aun lo llaman derriere mientras toman té  y desmadran de otros. 



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