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Un violinista


Del comercio a la realidad, como una apología el sentimiento básico tras la procreación y como pegante universal, así un sábado septembrino se resalta en el calendario con filigranas de corazones y cupidos renacentistas.....y así empieza mi historia:
No puedo olvidar aquel código morse entre ambos, yo era testigo de primera mano, era como ver parir un niño de a pocos, entre cambios de imagen, invitaciones a tomar café, charlas entre dientes,  en lo fenomenológico que es el amor, la realidad alrededor de ellos se transformaba; eran un agujero negro que al mero estilo de Hawking, consumía todo a su paso: chucherias de cafetería, temas inocuos, palabras, suspiros, tiempo.....Mi mejor amiga de la universidad se transformaba y sacaba su armamento, y el, no oponía defensa alguna y caía, y ella caía con en ese agujero negro antes mencionado.
Ayer en Colombia era el día del amor y la amistad, pero la inclemente academia me dejo una reposición de una clase casi invisible e insignificante para mí en lo imbuida que estaba entre el derecho constitucional y administrativo. El problema surge en desplazarse de 2 puntos tan distantes como inaccesibles un fin de semana; tras escusas y un esfuerzo sobrenatural entre trasmilenios, gente de caminar pausado y el hambre de un almuerzo anhelado pero inexistente llegue a mi universidad, subí 4 pisos y llegué.
La clase transcurrió sin mayor emoción, no hay nada más mata pasiones que la tipicidad, y las fotos coladas de facebook de la insoportable del salón mostrando sus carnes en vestido de baño. Al final, empezó el preludio del violín.
En la búsqueda de un arroz chino vegetariano, no se pudo hacer de 3 algo que en principio es de 2, así, que mientras el agujero negro se hacia más amplio y  buscaban el expresso americano con leche deslactozada, escape.
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No hago una diatriba para el amor(como ya lo hice antes), sino una apología a aquellos que son la arista del triangulo sin querer serlo, esas celestinas bonachonas nadando entre el mar ajeno y futuras madrinas de matrimonio. No es incomodidad, es ser la dulce nota de racionalidad. Recurriendo al agujero negro de Hawking, ser el astronauta parado justo en el borde de aquel ente come luz que detiene el tiempo a su alrededor, pobre astronauta, a sabiendas que el caerá en el y harán del triangulo un  cuadrado equilátero.


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