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Y el violinista en el tejado se partió el cuello

A petición de Daniel Fierro.


En la perversión de las artes la primera en caer fue la música, obviando razones de mercado y dividendos que saltan a la vista a cualquiera está también un endeble castillo de naipes donde cualquiera es rey y las cuerdas afinadas son tan comunes que se pierde la visión de la sorpresa y la novedad entre las melodías que se tornan llamativas y repetitivas.
Ya no hay honor en una fama de aplausometro y exhibicionismo de reality shows recalentados con voces, que, innegablemente son armonicas, pero que apelan al sentimiento de lastima o al escándalo con estrellas de 2 minutos que se reciclan en un nuevo programa que se ancla en la pedofilia artística de niños de voces chillonas o de famosos en busca de la popularidad perdida; como si se olvidara que la clave de la genialidad esta en la humildad y originalidad que brilla en si misma, sin luces o carismas reforzados.
 Ahora, con el bienaventurado acceso a la educación, ya cualquiera cuenta con las oportunidades de aprender lo que quiera y\o pueda, así las cosas, cantar afinado o tocar una guitarra ya no es gran hazaña y el camino al estrellato ya queda asfaltado pero se empina el doble con tantos músicos en ascenso y con esto, una lucha de talentos y egos, quiero detenerme acá, porque muchas veces eso es lo único que hay, solo gente de vocesitas afinadas que en un aire de superioridad toman cualquier cámara de vídeo, red social, tarima de barrio o concurso de canto para sobresalir con narcisismo por sobre los demás como si el don del arte de las musas fuera para alardear y no para servir y ser arte, saber cantar o interpretar algún instrumento no es suficiente.
Así las cosas, ya la música no es solo eso sino que se arma alrededor de la imagen, la percepción y la novedad y el artista ya supera su propia música haciendo un imaginario de si mismo que venda incluso más que sus discos, entre la filantropia, el baile, las redes sociales y una imagen de eterna juventud e irreverencia más allá de los pobres mortales que escuchamos sus demos con más tecnos que animas y de vez en cuando encontramos algo bueno, digno de pasar a los anales de la historia.



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