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La guerra de los clones

Por Daniel Link para Perfil

Nunca entendimos bien el éxito entre nosotras de La niñera, que focalizaba su atención en el choque entre la cultura judía de clase media y la cultura de los magnates del mundo teatral, a partir de un esquema de comedia ya muy superado por los tiempos en el momento en que la serie se emitía y con algunas obvias remisiones a La cenicienta y Pigmalión. Las actuaciones estaban a la altura del Teatro de Darío Vítori.

Hasta que, la semana pasada Fran Drescher, ahora líder del poderoso Screen Actors Guild, pronunció un discurso incendiario, justísimo en sus reclamos, en la línea de las grandes intervenciones evitistas. “¡Ah, claro!”, nos dijimos. En el fondo esperábamos algo así: la pasión y la excepción.

Entre sus varias puntualizaciones para sumarse a la huelga que mantiene desde comienzos de mayo el gremio de los guionistas, rescato éstas: "No se puede cambiar el modelo de negocio tanto como ha cambiado y no esperar que cambie también el contrato", o "Si no nos mantenemos firmes en este momento, todos vamos a estar en problemas. Todos vamos a estar en peligro de ser reemplazados por máquinas y grandes empresas".

En efecto, el primer capítulo de la última temporada de Black Mirror ya había producido una sátira al respecto: una vida cualquiera era interpretada no por una actriz (en este caso Salma Hayek), sino por un avatar generado por una “computadora cuántica” a partir de sus rasgos físicos y actorales y de la vida cualquiera.

La fuerza del capitalismo Digital había quedado clara ya el final de la saga La Guerra de las galaxias. La muerte prematura de Carrie Fisher obligó a los productores a generar un avatar que representara a una princesa Leia un poco impedida de gesticular, pero presente.

Harrison Ford, por su parte, aceptó que su doble digital rejuvenecido compartiera protagonismo con él en Indiana Jones y el Dial del Destino (donde hay, incluso, un tercer clon digital, entre el falso joven y el viejo real). En Misión imposible: sentencia mortal el director desistió, dijo, de presentar a un Tom Cruise jovencísimo, por respeto al actor.

En el lugar donde las imágenes se cruzan con el dinero (la Industria Cultural) clavó su lanza Fran Drescher y dijo: “no pasarán”. Tiene nuestro apoyo.

 



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