Dr. David Uriarte
Neuropolítica

La ceguera funcional es una condición humana cuya evidencia está en todos los ámbitos de la vida, principalmente en las políticas públicas. Comprar conciencias es una inversión cada vez menos rentable, la devaluación también le pegó a la política y a los políticos. Antes con poco comprabas mucho, hoy con mucho compras poco, más si de clientelismo político se trata. La lógica y el Sentido común se han apartado de las agendas racionales de los políticos y le han apostado a la intuición y la inmediatez, aplicando el método del ensayo error. Todo lo que funcione se replica y todos los errores se entierran en el pasado político de una administración pública que busca evadir el escrutinio de la auditoria social. A veces, las respuestas de algunos servidores públicos ofenden e insultan la inteligencia del que pregunta, y más de la opinión pública que tiene que tragarse una sarta de ideas mal articuladas cuya intención es evidente; confundir. La lógica de muchas administraciones públicas va por el camino paralelo a la verdad y la rendición de cuentas, piensan en la opinión pública como un colectivo imaginario, amorfo y sin neuronas, es decir, creen que todo lo que dicen se los creen los demás. El sentido común dejo de ser prioridad en las acciones diarias de muchos políticos, siguen las inercias partidistas y la sumisión a los programas y presupuestos etiquetados aunque la evidencia demuestre la ineficacia de los mismos. La lógica y el sentido común indican que una sociedad necesita sentirse segura y protegida, sin embargo, la inseguridad es la sombra que nubla cualquier brillo del logro político. La percepción ciudadana de ser víctima de un delito que atente contra su vida, su seguridad o su patrimonio, es latente. No existen datos confiables para saber cuántos y donde están los delincuentes, solo especulaciones temerarias que a veces pueden ser el mejor guion de una película de acción. Lo que sí existe es el conocimiento científico de dónde se construyen las personalidades sociopáticas. Si la causa es el pensamiento delictivo que termina en una conducta antisocial, que tan lógico es apostarle a la formación de toreros en vez de buscar cómo bajar la bravura del toro.

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