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¿Indigenismo en el Altiplano?

Por: Aldo Santos Arias y Paulo César Vilca Arpasi

Durante los últimos años, el análisis de las reivindicaciones de carácter indigenista se ha convertido en un lugar común en el tratamiento que los medios le dan a los diferentes acontecimientos y procesos políticos que ocurren en nuestros países. Así, en unos más que otros, la “variable indígena” – o su nuevo correlato, lo “étnico” – está presente para explicar una serie de procesos sociales, políticos, económicos y hasta culturales. Lo ocurrido en Puno, al sur del Perú, con los movimientos aymaristas[1] no es la excepción.

¿Puno Aymara?

Puno no es Bolivia, pero más cerca no podría estar, ya que la influencia e impacto que tienen algunos hechos ocurridos en el vecino país en ciertos movimientos políticos y sociales del Sur Andino peruano es innegable. Sin embargo, la mayoría de ejemplos nos muestran cierta “interpretación folklórica” del fenómeno boliviano, el cual hace “soñar” a caudillos locales con repetir el proceso seguido por los movimientos sociales bolivianos articulados al Movimiento Al Socialismo – MAS, que llevaron a la Presidencia a Evo Morales.

¿Pero el Perú está cerca de emular la hazaña boliviana? La institucionalidad peruana, un Estado que ha promovido políticas públicas que confunden la modernización con la occidentalización de los pueblos originarios; una muy reciente emergencia de los movimientos indigenistas; y una marcada tradición de la izquierda peruana, que incorporó tardíamente la preocupación por las reivindicaciones culturales y étnicas, podrían ser la condición de ello.

Volviendo al caso puneño, en el que la referencia a la autoafirmación quechua o aymara, ha sido tradicionalmente utilizada como eslogan político, las nuevas figuras políticas surgidas de disímiles procesos locales, no han conseguido reinventar el discurso político, restringiéndolo al clásico sentimentalismo andino que vincula lo aymara con un supuesto paraíso existente, donde lo rural es lo que prevalece. De esta manera se excluyen las supuestas manifestaciones vinculadas con lo occidental, especialmente las lucrativas y comerciales. Como es obvio, ello niega la capacidad emprendedora y talento para participar activamente del mercado de un importante sector de la población aymara: Tacna, Unicachi, Ollaraya y El Alto (Bolivia), son expresiones del talento y habilidad de miles de aymaras para articularse exitosamente a un modelo económico que, desde los sectores reivindicacionistas, es sumamente cuestionado.

Este tipo de percepciones, ha llevado a que aymaristas, comerciantes aymaras y empresarios aymaras se mantengan en orillas diferentes y diferenciadas. No es lo mismo un aymara de Unicachi que triunfa en la capital y negocia mejores condiciones para desarrollar un proyecto en el cono norte limeño[2], que un aymara ilaveño que exige vincularse a espacios de participación local, o un aymara tacneño movilizado por la redistribución del canon minero con Moquegua. Aunque en los tres casos exista un componente importante de afirmación de pertenencia, las demandas son completamente diferentes.

Teniendo en cuenta esto y los resultados del último censo de población y vivienda, en el que la población rural iguala – en Puno- a la población urbana[3] lo indígena u originario, ya no puede asociarse estrictamente a lo rural; por el contrario es precisamente el acceso a la urbe lo que ha permitido que las reivindicaciones étnicas cobren fuerza en la actualidad. Hoy, gracias al internet y las nuevas tecnologías de comunicación, las demandas locales de grupos minoritarios, pueden alcanzar categoría mundial.

El aymarismo puneño

El hartamente conocido Ilave, fue el marco desde el que surgió un nuevo actor político en el altiplano: un movimiento de corte aymarista, que retomando la “fama” que los aymaras han tenido en el imaginario nacional, ha mostrado capacidad de bloqueo, tanto en la defensa de territorios puneños que la región Moquegua estaría usurpando o promoviendo el reciente “Levantamiento de los Pueblos”.

Aunque las causas de lo ocurrido en Ilave, no reposan necesariamente en reivindicaciones étnicas, este hecho colocó en la agenda nacional la presencia aymara. Pero los aymaras puneños están lejos de encontrar un punto de quiebre entre el estigma que los asocia a lo antidemocrático y los intentos por construir un movimiento político de escala regional, articulado a los movimientos indigenistas del país y América Latina. Entre otras razones, la causa para ello es que no cuentan con una identidad definida como movimiento.

Así por ejemplo, la cercanía de algunos grupos con Felipe Quispe, “el Mallku”, promotor de una especie de apartheid o sionismo aymara en Bolivia; la ilaveñización[4] de lo aymara; las notables diferencias que existen entre los intelectuales, empresarios y dirigentes aymaras; o la multiplicidad de demandas que no reposan necesariamente en la afirmación identitaria[5], difícilmente coadyuvan a consolidar un movimiento regional, y mucho menos un proyecto político de mediano o largo plazo.

En este contexto, la reciente convocatoria a un “Levantamiento de los Pueblos”, cuyo desenlace dio como resultado el bloqueo de la carretera que une a Sicuani (Cusco) con las regiones de Puno y Arequipa, no tuvo mayor respaldo en el altiplano, aunque los promotores, se empeñen en señalar que los juzgamos a través de categorías occidentales. Normalmente el objetivo de todo paro, levantamiento o huelga, es poner en agenda determinada plataforma contando con respaldo popular, mucho más aún tratándose de “los aymaras” que se jactan de ser un movimiento movilizador, y si no ocurre así, por lo menos cabe preguntarse si es que los promotores están en sintonía con quienes dicen representar.

En todo caso, y con todo derecho, este núcleo de minorías aymaras movilizadas, espera construir un instrumento político pensando en las próximas elecciones regionales y municipales. Así lo hicieron en las anteriores elecciones, en las que Sentimiento Unidad del Mundo Andino (SUMA) –identificada con el movimiento aymara puneño- no logró conseguir su inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). En ese entender, el promover huelgas, paros o levantamientos, los ayuda a ser el centro de la opinión pública regional y nacional.

Pero, ¿qué ha sucedido con este movimiento que hace algunos meses recibía un apoyo masivo en tanto reivindicaba una defensa del territorio puneño, ante un probable interés expansionista moqueguano? Lo expresado como resultado del “Levantamiento de los Pueblos”, revela en gran medida, una falla de origen que debe ser tenida en cuenta: el movimiento de reivindicación aymara, continúa siendo una cuestión de elites, de minorías activas que han encontrado canales a través de los cuales colocan sus demandas, pero que difícilmente logran articularse a la base aymara.

Mientras la mayoría aymara busca vincularse a lo comercial, ya sea a través de la producción ganadera en Ilave, el contrabando, el transporte, la migración, etc., los promotores del discurso reivindicativo, no han construido una propuesta que atienda dicha demanda, y por lo tanto su base social no puede sino reducirse a ciertos círculos estudiantiles. Aunque esto es importante, cabe preguntarse si será suficiente, ya que el movimiento necesita contar con una base sólida que garantice una aparición, por lo menos decorosa, en las próximas elecciones nacionales, regionales y municipales.

Finalmente, la cercanía al proceso electoral, podría ser un factor para causar una implosión en los núcleos aymaras. Por un lado, la necesidad de organizar levantamientos, huelgas o paros para mostrarse públicamente, aunque con ello también acaben ganándose el rechazo en la opinión pública regional.

Los discursos confrontacionales sirven para ganar elecciones, no para gobernar. La experiencia de Hernán Fuentes en el gobierno regional de Puno o la lamentable gestión municipal del vacado alcalde de Juli, Eugenio Barbaito, más conocido como “papalindo”, son muestras concretas de ello.

Notas:
[1] Para el presente documento, entendemos por aymaristas, las manifestaciones políticas que reivindican lo aymara
[2] Para mayores referencias del éxito comercial unicachino véase: “La voz de una Nación: Los aymaras de Lima metropolitana, el caso Unicachi” de Moisés Suxo Yapuchura.
[3] Véase los resultados del último censo de población y vivienda
[4] Parafraseando al antropólogo Luperio Onofre.
[5] Los aymaras de Unicachi, Tinicachi y Ollaraya tienen como agenda el reconocimiento de un circuito turístico, a fin de que puedan desarrollar el turismo rural-vivencial en el circuito conocido como “Wiñay Marka”

Publicado en la edición N° 07 de la Revista Thaki.


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