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El rostro de la explotación




Fernando Arredondo

Los nadie, que cuestan
menos que la bala que los mata.
(Eduardo Galeano, Los Nadie)

Mientras nos entretenemos con las monerías que hacen por tevé Ricky Fort y Silvina Escudero o Graciela Camaño y Carlos Kunkel, en el “país real” que no sabe de presupuestos dibujados y ni de chocolates caros acontecen situaciones que nos recuerdan, entre otras cosas, que la inequidad social está tan vigente y vigorosa como hace siglos.
Por ejemplo: nos jactamos los argentinos haber estado a la vanguardia de la abolición de la esclavitud, primero con la Asamblea del Año XIII y luego con la Constitución de 1853. Pero en los hechos, esa forma de explotación siguió y sigue funcionando allá donde el Estado no llega, o llega y hace poco o no quiere llegar, y donde el hambre y las necesidades no dejan más opciones que aceptar las condiciones laborales de explotación impiadosa y de humillación que los patrones imponen sin ningún tipo de pudor.
La semana pasada se habló de varios casos que componen este cuadro. El primero es el de los trabajadores del arándano en Concordia. En Colonia Ayuí se produjo una especie de rebelión de los zafreros ante el incumplimiento de los empresarios de lo que prometieron para llevarlos a trabajar en la cosecha. Los trabajadores en principio quemaron pastizales y luego hicieron lo mismo con tres acoplados de la empresa Blueberries SA, que tiene domicilio en Capital Federal y que –en los papeles– emplea a 61 personas. La Policía fue llamada a intervenir contra los revoltosos, que se terminaron dispersando, excepto dos indocumentados de Mendoza. Dos personas que no existen para nadie más que para su explotador.
Una semana antes, también por esto de la cosecha del arándano, hubo inspecciones en la quinta “Mc Berry”, en Calabacillas, en cuyos galpones se encontraron 200 camas en las que pernoctan en condiciones inhumanas los trabajadores, que cobran 60 pesos la jornada, aunque los llevaron por 80 o 90 pesos. Entre otras cosas se comprobó que en los almacenes donde estos zafreros se abastecían (vinculados a sus patrones), le llegaban a cobrar 50 pesos la caja de sobrecitos de jugos Tang. En otro establecimiento se encontraron menores de edad, de Corrientes y Santiago del Estero. El Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf) realizó presentaciones en la Justicia federal y provincial por esto de los chicos explotados, pero hasta el momento las respuestas han sido negativas.
Otro caso grave de explotación laboral que se difundió esta semana fue uno detectado en una empresa avícola de La Plata hace ya dos años, pero que tuvo su desencadenamiento fatal el miércoles, el mismo día de la cachetada de Camaño a Kunkel. En esa jornada murió Ezequiel Ferreyra, un chico misionero de seis años que desde 2007 trabajaba en condiciones de esclavitud junto a su padre y el resto de su familia en una granja de la empresa “Nuestra Huella”. El nene manipulaba venenos para moscas y trabajaba con la sangre y el guano de los animales. Su situación había sido denunciada hace dos años por la Asociación Civil La Alameda, que grabó un video que se puede ver en YouTube (ver abajo). Ezequiel murió por un tumor cerebral y las sospechas apuntan a que se debió a los tóxicos con los que estuvo en contacto en su corta vida. Por ahora, se esperan los resultados de la autopsia.
Frente a esto, proclamar que existe un derecho constitucional a no ser esclavizado, suena a broma de mal gusto.



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