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El fenómeno fan en las redes sociales educativas

Ayer, mientras estaba leyendo el artículo de Salva acerca de las Edujornadas (enlace), que gracias al esfuerzo, especialmente de Ingrid, se celebraron en Madrid, a las cuales acudieron un montón de docentes con cuenta en X, mi cabeza empezó a dar vueltas a una de las frases de ese artículo. En concreto, a la que os reproduzco a continuación.

Hay docentes con muchos seguidores y gran predicamento en internet. Lógicamente, poder saludarlos, hacerse una foto con ellos, es un aliciente. Más todavía si intervienen en alguna mesa, o en una ponencia, o coordinan un taller. Una oportunidad fantástica de aprender y de compartir.

Una frase que es un síntoma de uno de los grandes problemas que suponen las Redes Sociales educativas. Un problema que, en mi opinión, desencadena muchos otros problemas. Yo empecé en X, cuando se llamaba Twitter, en noviembre de 2009. Algo que no me hace, ni me hacía, mejor ni peor profesional. Ni tampoco lo hace ahora tener más o menos seguidores en esa red o en cualquier otra. Eso sí, se ha tergiversado el modelo horizontal para convertirse en una especie de “fenómeno fan”. Bueno, no es de ahora. Todavía me acuerdo de un Novadors (un encuentro entre docentes a los que iba cuando era joven) en el que, curiosamente, se dirigieron a mí para preguntarme si era “xarxatic” y estuvieron, personas que ahora me odian a muerte y me insultan, un día sí y al otro también, muy interesadas por mí en ese evento porque, en ese momento, tenía más seguidores en Twitter que la mayoría de los que acudían a ese encuentro.

También me han pedido hacerse fotos conmigo. ¿Por qué? Simplemente porque hay un problema con el fenómeno fan y su extensión a todos los ámbitos. También al educativo. No se pregunta qué haces, cómo trabajas o tu currículum profesional. Te buscan o te dicen cosas porque tienes una relevancia en unas Redes sociales en los que, sinceramente, lo menos valorado es tu bagaje profesional.

Ahora hay gente que se pasa el día insultando en las redes sociales porque les interesa aumentar el número de seguidores. Hay algunos que han dejado sus blogs y centrado en sembrar cizaña porque su objetivo, al final, no es el de defender sus ideas sobre educación. Es conseguir una mayor visibilidad para que les llamen para cursos, les pidan fotos en los eventos a los que acuden o, simplemente, porque les gusta que les digan lo buenos y maravillosos que son. Siempre me acuerdo de aquel que, teniendo una academia, cuando veía que la visualización de sus vídeos bajaba y monetizaba menos, abría un hilo polémico para generar visibilidad. Es lo que hacen en la actualidad algunos. Incluso, hay algunos que no se esconden y han verificado su perfil en X. Verificar un perfil solo tiene como objetivo venderse. Especialmente si tras ese perfil no hay nada salvo una autopromoción.

¿Todo el mundo que tiene seguidores en las redes sociales los ha buscado? No. Hay gente que les ha llegado de casualidad. Hay gente que no miramos las métricas a diario. Hay gente a la que nos ha dado igual irnos del uso activo de determinadas redes sociales porque, aunque pudiéramos conseguir seguidores, nuestra felicidad y vida está fuera de esas redes. Ello no implica que no sigamos compartiendo cosas. Tampoco implica que en nuestra profesión, fuera de las redes, estemos trabajando menos. Es que no necesitamos esa visibilidad. No nos importa para nuestro día a día. Tenemos, como he dicho antes, cosas mucho más importantes fuera de ellas.

Reconozco que últimamente estoy pasando más tiempo en X (de mirón) de lo que tocaría. Que, en ocasiones, he tenido las ganas de volver para afear a algunos su conducta. Pero, ¿sabéis qué? Escribo por la mañana en este blog, hago los temas profesionales para los que me pagan de la mejor manera posible y, cuando acaba el día, me pongo a descansar. Y no, un domingo no renunciaré jamás a una paella para irme a ver una charla ni gastaré mi dinero para hacerme una foto con nadie. Otro tema es que pueda, en algún momento, ir a decir ciertas cosas en ciertos lugares. O que acuda, de forma muy invisible, a escuchar ciertas cosas.

El fenómeno fan tiene un problema (no solo) en educación. Y es el encumbrar a los cielos o a los infiernos a alguien sin conocerle realmente. Por cierto, es alguien que tampoco se conoce tomando una cerveza (en mi caso 0,0) y mucho menos haciéndose una foto con él. Los compañeros (actuales y los que tuve en los centros en los que he trabajado por más de veinte años), equipos directivos, familias, alumnado o jefes de ahora son y han sido, al menos para mí, los que he podido conocer un poco. Y, sinceramente, ellos son los que dan solución a ciertas cosas. En la profesión es donde vemos la realidad de las personas. Son horas de trabajo compartido que, al final, permiten saber a los demás quiénes somos y a nosotros saber quiénes son ellos más allá de una foto, un decir “estoy muy nervioso por hacerme una foto contigo” o encumbrar a alguien por lo que dice que hace o por haber dicho, en su momento, lo que supuestamente hacía.

A mí no me importa tomar algo con gente que he conocido por las redes sociales. He conocido a personas con las que, a día de hoy, puedo decir que conozco un poco. Espero que me permitan llamarlas “algo más que conocidas”. Eso sí, me aporta mucho más la charla con ellos de forma individual, en ocasiones haciendo cosas, que una conversación en las redes sociales. Ojo, que no estoy diciendo que no me apetezca tampoco tener esas charlas. Lo hago en ocasiones y por eso los mensajes directos en X echan humo. O los correos electrónicos. O las llamadas de teléfono porque, al final, uno es mucho más que lo que muestran las métricas. Y puede serlo en positivo o en negativo. Algo que solo pueden juzgar los que le conocen y no los que creen que, por las redes, pueden conocerle.

Finalmente, no me gustaría despedirme sin haceros, como ya hice un tiempo, la siguiente pregunta… ¿Qué sabéis de mí más allá del blog y de las redes sociales? Pensadlo. Y no hagáis trampas en la respuesta los que me conocéis en persona, más allá de haber charlado conmigo unos pocos minutos.

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