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El círculo vicioso de la innovación educativa

Esta mañana, mientras estaba encendiendo el ordenador para perpetrar mi artículo matutino, he reflexionado acerca de cuál de los temas que rondaban en mi cabeza iba a escribir. Hay días en los que me falta inspiración pero, en otros como hoy, me sobran posibilidades. Posibilidades que, por desgracia, malgasto escribiendo algún día todo lo que me pasa por la cabeza o, simplemente, olvidándome de algunos temas que, dándoles una vuelta, me resultan finalmente demasiado poco interesantes.

Estaba pensando en si ponerme a hablar de las contradicciones de algunos en X. No estoy ahí activamente pero, como siempre sucede, hay gente que me quiere mal y me dice que mire determinadas conversaciones. Veo lo de siempre. A los de siempre haciendo lo que tanto critican. Quejándose amargamente de que les hagan capturas, que algunos aplaudan lo que dicen cuentas anónimas o que les cuestionen, más o menos duramente, lo que dicen. A ver, lo mismo que hacen ellos. Bueno, en ocasiones solo lo hacen ellos. Son gente a la que, de tanto en cuanto para hacerles un favor, se les tiene que hacer casito.

También he pensado si iba a publicar Algo de ese maestro que está más pendiente de grabarse en TikTok que de dar clase. Pero, sinceramente, me parece muy poco interesante hoy. Especialmente cuando algunos de los que se quejan de ello, curiosamente, también publican imágenes de sus aulas, de su alumnado o, simplemente, hacen unboxing de su último libro en una sala de profesores en horario lectivo. No soy yo el que debe denunciar qué está haciendo. Son los padres, el propietario del centro (me parece que es un centro privado) o inspección. Es que, a veces lo de hacer de justicieros 2.0 se nos va de las manos. Otro tema es que debamos y podamos criticarlo. ¡Claro que debemos criticarlo! ¡Claro que podemos dar nuestra opinión! Pero, por favor, si a alguien le molesta mucho, que lo denuncie donde toca. Esto de las cacerías en las redes sociales es algo que me cansa. Además hoy tengo un tema en la cabeza que tengo que solucionar.

Por tanto, al final he pasado a escribir de otra cosa. De algo que sí que me preocupa y que se refleja bastante bien en la siguiente imagen: el círculo vicioso de la innovación educativa.

Fuente: Greg Ashman

Un círculo que explica bastante bien qué está pasando (no solo) en nuestro sistema educativo. Además, fijaos bien en las fases:

  1. Se propone una nueva innovación educativa, muy excitante y que va a revolucionar la educación.
  2. Se adopta esa innovación en los centros educativos.
  3. La innovación, que iba a revolucionarlo todo, no funciona según lo que se preveía.
  4. Se acusa a los docentes por no haber sabido aplicar esa innovación en sus aulas.

Y así hasta el infinito. Modas y más modas, sin ningún tipo de diseño ni evaluación, que van apareciendo, incorporándose a los centros educativos y demostrando, como sucede con la inmensa mayoría de ellas, que no funcionan. Y cuando no funcionan, ¿sabéis a quién le dan las culpas de ese mal funcionamiento? ¿Al que o a los que han propuesto esa innovación? ¿A los que la han vendido o la han defendido de forma muy radical? No. A los docentes de aula. A aquellos que, sin comerlo ni beberlo, a veces con toda la buena intención del mundo, han creído que eso podría mejorar el aprendizaje de su alumnado.

Hoy es un buen día, al igual que lo fue ayer y también lo será mañana, para reflexionar de nuevo ante la efervescencia de innovaciones, tanto tecnológicas como metodológicas, que están irrumpiendo en nuestras aulas. Y empezar a pensar en que cambiar por cambiar, que es al final lo que se hace, no tiene ningún sentido. Como dije ayer, si algo funciona… ¡NO LO TOQUES! Haz lo posible para mejorarlo pero, por favor, no sustituyas humo por algo que sabes que funciona. No será tan bonito, no tendrá tantos colorines y quizás no permitirá lucirse pero, al final, ¿qué es lo que queremos en nuestras aulas? Cosas que funcionen.

Vuelvo hoy al curro después de un fin de semana largo. Y, ¿sabéis qué? No tengo muchas ganas de hacerlo. Eso sí, seguro que después de la ducha lo veo de otro color. Especialmente cuando se disipe el vaho y me ponga las gafas.

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