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¿En qué consiste esa ola reaccionaria en educación que algunos denuncian en los últimos tiempos?

¿Existe un discurso Reaccionario en educación? ¿Existe, tal y como dicen, de forma recurrente, por activa y por pasiva, los que copan los medios de comunicación con sus discursos, una ola reaccionaria en educación? ¿Es perverso que las familias quieran, al ver determinadas cosas que están sucediendo con sus hijos, poner coto a determinadas innovaciones de los centros educativos a los que van? ¿Qué hay de reaccionario en cuestionar prácticas educativas que no funcionan, proponer determinadas opciones avaladas por evidencias o por las investigaciones o, simplemente, creer en que la homeopatía educativa hay ocasiones en las que puede hacer mucho daño?

Estos días se ha empezado a dar a conocer por determinados medios (aquí) que hay una plataforma, formada por familias (enlace), que quiere poner el freno a un determinado modelo de innovación al que acusan de ir en contra del aprendizaje de sus hijos. Una de las caras visibles de la plataforma es Dori Huertas con la que tuve el placer de hablar hace unas semanas por teléfono. Una conversación, larga y muy distendida, en la que, como madre, se mostraba muy preocupada de la bajada de nivel (eso que a algunos les causa urticaria) que había visto con su segundo retoño. Permitidme un inciso. Hablo con mucha gente y, en este caso, le he pedido permiso para poder decir que hablé con ella. Un permiso que me ha concedido sin ningún tipo de problema.

Y, de pronto, cuando se ha conocido esta lucha por parte de algunas familias, se ha empezado a mover la maquinaria de un determinado colectivo, sus adláteres y los medios de comunicación que les dan cancha, para decir que esta madre es una representante de la ola reaccionaria en educación. Una ola reaccionaria que, por lo visto, impedirá la mejora educativa basada en el ABP, el DUA, las matemáticas afectivas o la maravillosa LOMLOE.

El problema de todo lo anterior es que no hay nada más reaccionario que determinadas metodologías y prácticas que se venden como innovadoras. No hay nada más reaccionario que exigir, para los hijos de los demás, un modelo educativo del que se huye con los hijos de uno. No hay nada más reaccionario que pedir textualmente “que no se entreviste a quienes piensan diferente a mí o tienen otra ideología”. Debe ser muy complicado hilvanar un discurso tan manipulador pero hay personajes que lo hacen. Muchos con amplia visibilidad en las redes sociales. Muchos con un altavoz mediático muy importante detrás. Muchos, por cierto, avalados por intereses muy poco educativos o, simplemente, con ganas de aumentar su ego o hacer caja. E intentan vendernos que reaccionarios somos los demás.

A mí me interesa saber qué piensan las familias de lo que está sucediendo en las aulas en las que dejan a sus hijos. Me preocupa el despropósito que están haciendo con mi hija. Me preocupa ver cómo hay cada vez una mayor irrupción de determinadas prácticas educativas que, bajo el paraguas de la innovación aunque sean más viejas que alguna de las reliquias que a cualquiera se le pueden venir a la cabeza, siguen entrando en las aulas. Algunas incluso bajo el paraguas de la normativa. Es que el DUA por decreto debería chirriar a cualquiera. Es que ver ABP o dar más importancia a lo transversal que a lo puramente académico debería preocuparnos a todos. El problema es que a los que nos preocupa somos los reaccionarios. Formamos parte de esa ola reaccionaria que dicen algunos que existe.

Ser inmovilista no es Ser Reaccionario. Preferir ser tratado con medicamentos y operados por un médico, antes que intentar la sanación con cuencos tibetanos o con imposición de manos, no es ser reaccionario. Creer en que hay cosas que funcionaban mejor antes que ahora no es ser reaccionario. Añorar que el aceite de oliva esté a poco más de tres euros el litro no es ser reaccionario. Es que, por lo visto, algunos han modificado el concepto de reaccionario para que se adapte a sus necesidades. Y esto no funciona así. El discurso de los bandos y de creer que toda tradición es mala solo puede comprarse por los que lo venden o por los que no entienden. Es todo mucho más complicado. No hay ninguna conspiración mundial de la reacción. Ni tampoco, como dicen algunos, una coalición de la instrucción. Hay un grupo de personas, entre ellos muchos docentes y muchas familias, que se plantean ciertas cosas al ver lo que está sucediendo en las aulas. Y no es ser reaccionario el hacerlo. Es, simplemente, ser alguien preocupado.

Quizás algunos, aunque no tengamos tantas puertas abiertas para publicar nuestras reflexiones como tienen otros para insultar y menospreciar al que piensa diferente de ellos, estemos por trabajar por el procomún y, equivocándonos o no, poder aportar nuestro granito de arena a mejorar lo que sabemos que no funciona. Eso no creo que sea ser reaccionario. Tampoco implica ser de derechas o de izquierdas. Ni tan solo determina nuestra orientación sexual, nuestro respeto a los derechos humanos o el querer lo mejor para la sociedad. El problema es que algunos sí que intentan, a falta de argumentos, ponernos en la picota a quienes pensamos diferente de ellos. O que, simplemente, no comulgamos en bloque con su doctrina pedagógica.

Fijaos tan solo en la campaña que se ha organizado en las redes para despreciar a Dori y a las familias que no “piensan como algunos dicen que deben pensar”. Fijaos en los ataques a los docentes que denuncian ciertas cosas, por parte de determinados grupúsculos, que actúan para insultarlos y amedrentarlos. Mirad quiénes nos hemos tenido que ir de algunas redes sociales. No han sido los defensores de la libertad. No han sido los seres de luz. No han sido los de la ensoñación pedagógica cuyo único argumento es que su discurso es el bueno y el que no crea en el mismo debe ser, en primer lugar silenciado y, en segundo lugar taxonomizado como “reaccionario”, “facha”, “inmovilista”, “tradicionalista”, “añorante de la EGB” o cualquiera de los otros adjetivos que pergeñen en un futuro. Es que solo hace falta querer verlo. Y además, curiosamente, van de víctimas. Al final, la culpa la tenemos los agredidos. Habrase visto qué desfachatez no dejar ser agredidos en silencio. Dónde va a parar.

Hay muchas claves y reflexiones para entender determinados debates educativos pero, ya os digo yo que no son las que dicen algunos. Algunos que, si les quitas la necesidad de ver olas reaccionarias en todas partes, se quedan sin discurso ni relato.

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