En ocasiones echo de menos mi lado más cáustico a la hora de hablar de temas educativos. Me he moderado con la edad y desde que me he largado de X. Pero, al final, hay momentos, en los que el cansancio es infinito y el cuerpo se resiente de hacer cosas que no tocan, en los que me apetece ponerme chusco. Y revolcarme en ese barrizal en el que viven Algunos que, los que naufragamos en las redes sociales o leemos noticias en prensa sobre educación, conocemos bastante bien. A ver si solo vamos a dejar el fango para esos gorrinos. Que el fango, por votación popular, es mezcla de tierra y agua en diferentes proporciones. Algo que tenemos, especialmente si la mezcla tiene agua salada, en abundancia.

Estos días han apuñalado con un punzón a una compañera. Por lo Visto, según algunos, algo habría hecho. Es que no querer formarse y seguir los dogmas pedagógicos imperantes hace que para algunos, aunque en este caso se les ha visto demasiado el peluquín y han tenido que disimular, sea lícita dicha agresión. A ver, que los punzones, como todos sabemos, tienen vida propia. Y se clavan por efecto Bernouilli. O Torricelli siendo más preciso. Estoy hablando desde el fango. Mezcla, repito, de agua y tierra. Ya no entro en aquellos tuercebotas que justificaron, hace bien poco, el zarandeo a un inspector por parte de un docente. Las agresiones no pueden justificarse. Las agresiones no deben justificarse.

Lo mismo sucede con el DUA y la discriminación que, según dicen, tienen los que no creen en él con el alumnado neurodivergente. No hay nada mejor que decir que los que no quieren el DUA atentan contra los derechos humanos y la reproducción de los bivalvos. Sin bivalvos no hay espíritu pedagógico. Un espíritu que, como bien sabe el Gabinete Caligari de X, sumando fuerzas con la Fundación Perejil y los Marcianos Sensatos, debe primar frente a cualquier evidencia o investigación. Hasta se han inventado un estudio acerca de los perjuicios que supone no usar el teléfono móvil en el alumnado. Un estudio que, a poco que alguien sepa leer (ya no pido que entienda de investigación), ya ve que es una soplapollez. Sí, he dicho soplapollez. Dejadme explayarme. Es domingo y no me lee nadie. O espero que nadie lo haga.

Por cierto, ¿os habéis dado cuenta de que el argumento defender el uso del móvil porque es mejor enseñar a usarlo llevándolo es como explicar la energía nuclear necesitando tener una central nuclear en todos los centros educativos? ¿Puedo saltar a la inteligencia artificial? De lo maravilloso que era su uso para algunos, ahora resulta que no lo es tanto porque a alguno de la secta se le acaba el chiringuito de sus dibujitos. Lo sé. No debo ser cruel con la gente. A ver si va a ser que va a tener que seguir dando clase, siendo insultado un día sí y al otro también por su alumnado, que se le bajan los calzoncillos en clase y le enseñan el pito. Por cierto, ¿os imagináis contar estas cosas en una red social sabiendo en qué centro da clase el susodicho? Suerte que es solo ficción. Ya sabéis que la imaginación de quien escribe es muy grande.

¿Os habéis dado cuenta de que hay mucha incoherencia en muchos? Estos días me han pasado nombres de docentes que han conseguido plaza en educación como funcionarios mediante concurso de méritos y que se presentan voluntarios (sí, he dicho voluntarios) a ser tribunales de oposición. Pero qué jeta tienen algunos. Es que no puedes menos que reírte. Docentes que jamás han superado (superar, antes de que alguien me tergiverse la palabra, no es aprobar) un proceso de oposición queriendo evaluar a sus futuros compañeros. Y lo más grave del asunto es que, seguramente, en su cabeza sonará bien el asunto. Vaya panda de sinvergüenzas. Son, por cierto, más de uno y de dos.

Una cosilla. No llaméis vago a un alumno. Lo estáis etiquetando. Si un alumno no quiere atenderos es porque será TDAH, TEA o cualquier otra cosa. Entonces sí que vale la etiqueta. Hace nada he visto un vídeo, que ya había visto hace un tiempo, en el que un padre pregunta por qué le han quedado todas a su hijo si es como Einstein: un superdotado. No puedes menos que tomártelo a coña. Si te lo tomas en serio a lo mejor alguna vena se te revienta. Así que, mucho mejor tomárselo a broma.

Voy a acabar un artículo en el que me he rebajado al nivel de algunos para ponerme bastante serio… ¿creéis que vale la pena rebajarse a este nivel de debate para hablar de educación? ¿Es necesario buscar enemigos y hacer un señalamiento de todos los que opinan diferente de uno? ¿Vale la pena buscar siempre el detalle para zaherir a alguien que, no se sabe todavía la razón, algunos han taxonomizado como enemigos? Yo estoy muy harto de estas cosas. Me cansa que haya personas que se pasen el día, sin aportar nada, publicando mensajes en las redes sociales o concediendo entrevistas en los medios, cuyo unico leitmotiv es el hacer daño, insultar y menospreciar a sus compañeros, a las familias que no piensan como lo que deben pensar las familias o, simplemente, jugar a molar entre su grupo de amigos igual de desnortados que ellos.

Pido disculpas por el post. Espero que lleguéis al párrafo en el que me he puesto serio. Es, sinceramente, el que vale más la pena porque, al final, ¿cuál es mi interés en lo que escribo? ¿Cuestionar a las personas o determinadas ideas educativas? ¿Hacer propuestas o solo jugar al acoso y derribo? Yo lo tengo claro. Lo que me gustaría es que otros, de los que no voy a dar nombres aunque son sobradamente conocidos, aportaran en lugar de dedicarse como único objetivo de su triste vida, a actuar como unos bullies de manual. Que ya tenéis una edad, ¡cohone!

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