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Educación: ¿ideología o criterios técnicos?

Tengo un grave problema en los últimos tiempos. Especialmente en lo que se refiere a la comprensión de determinados discursos o relatos, enmarcados en una determinada ideología, para defender ciertos postulados educativos. No los comprendo. No entiendo que se deba apostar por una educación basada en la ideología frente a una educación basada en Criterios técnicos. No me cabe en la cabeza que todo el discurso educativo esté como satélite de determinadas siglas políticas. Y no me cabe en la cabeza a pesar de que, como he dicho en más de una ocasión, yo también tengo mi ideología y tengo una visión ideológica acerca de cómo debería ser la educación. Pero, también como os he repetido cansinamente en los últimos tiempos, creo que debemos apostar más por criterios técnicos que ideológicos.

Si alguien se guía por criterios técnicos puede cambiar de opinión a la vista de los datos, evidencias e investigaciones. Si alguien se guía por criterios ideológicos es imposible que pueda hacerlo. Y, aunque el objetivo ideológico en el análisis del panorama educativo y la toma de decisiones sea muy goloso, nunca debería priorizarse frente a un trabajo diario, mucho más técnico, a corto y medio plazo que permitiera, de forma eficaz y eficiente, intentar paliar los problemas que tiene nuestro sistema educativo. Porque, vamos a ser sinceros, nuestro sistema educativo tiene múltiples problemas. Problemas cuya solución inmediata -o en tiempos relativamente cortos- requieren intervención quirúrgica. Una intervención más técnica que ideológica.

Os voy a poner un ejemplo de necesidades educativas… el establecimiento de un plan de competencia digital que, de forma ética y profesional, permita que el alumnado y el profesorado tenga unas determinadas habilidades en el uso de esa tecnología. Hay dos maneras de enfocar lo anterior: mediante criterios técnicos de inversión en determinados recursos y establecimiento de un plan de formación, con recursos y evaluación o, simplemente, jugar al discurso ideológico acerca de lo buenos o malos que son los dispositivos móviles. Por cierto, en este último caso, se ha demostrado, con suficientes evidencias e investigaciones, que los móviles, las tablets y los dispositivos repartidos en proyectos 1 a 1 (que no implica todos los dispositivos tecnológicos), son perjudiciales para el aprendizaje, aumentan los casos de ciberacoso e impiden, en muchos casos, la atención en el aula. En este caso, tenemos dos opciones: optar por creer que los móviles son maravillosos y que, como siempre sucede, la culpa es de los docentes que quieren escaquearse de enseñar a usarlos o, simplemente, acudir a lo que dicen las investigaciones y tomar medidas drásticas para evitar las consecuencias de esa barra libre de tecnología. Ojo, no estoy hablando de la necesidad de ser competentes digitales. Eso, para cualquiera que analice el panorama social, es algo imprescindible. El problema es el cómo hacerlo. Y ahí los criterios ideológicos, aunque algunos los defiendan en sus debates, no tienen cabida porque no se trata de una cuestión ideológica. No se trata de perjudicar al pobre prohibiendo los móviles. Se trata, con esa prohibición, de mejorar el aprendizaje de todo el alumnado.

Al final del párrafo anterior os doy una clave muy importante de por qué debemos usar criterios técnicos al tomar ciertas decisiones educativas. Los criterios técnicos permiten analizar y tomar decisiones de forma global. En cambio, la ideología prioriza a determinado alumnado. Y, aunque se suplante ideología por inclusión, esa ideología perjudica especialmente al alumnado más vulnerable. La educación, como entidad y sujeto de debate, es política. El sistema educativo es algo mucho más técnico y debería ser tratado de forma más profesional que mediante la incorporación de diferentes experimentos, muy poco serios, que se incluyen porque ideológicamente alguien ha dicho que deben incorporarse.

Tengo muy claro que en educación no hay decisiones neutras. Hace mucho que me he caído del guindo. También tengo claro que, la irrupción de determinadas cosas tiene su interés, económico o político, para que se impongan. A nivel macro las decisiones educativas, especialmente en la maquetación de ciertas normas o leyes, pueden tener su parte ideológica. El problema es cuando todas las decisiones se toman bajo criterios ideológicos. Y lo digo con independencia de la ideología porque, y ya sé que insisto mucho en el tema en este artículo, todos tenemos una ideología. El problema es cuando la superponemos a la parte más técnica de la educación. O cuando no intentamos centrarnos en el alumnado y en lo que implica una mayor eficacia y eficiencia en lo que se está haciendo en las aulas.

Las leyes educativas dan mucho más margen de maniobra de lo que algunos se creen. Claro que el marco curricular está plagado de cosas que emanan ideología pero, al final, son marcos curriculares técnicos. Marcos curriculares en los que, salvo determinadas aberraciones, en nombre de quienes los hacen, tiene mucho de criterios técnicos. Esto debe hacerse así. En Primaria deben saber esto. En la materia de Matemáticas deben saber esto otro, etc. Y, al final, ahí es donde está la clave de todo. En los qués y en la. El problema es que la concepción ideológica se centra más en los cómos y en la imposición forzada de determinadas transversalidades. Algo que hace que los criterios técnicos salten, en muchas ocasiones, por los aires porque es imposible luchar contra la obligación de hacer las cosas de una determinadas manera si la obligación de hacerlas de esa manera atenta contra lo que dicen las evidencias o las investigaciones.

El sentido común no es conservador ni progresista. El sentido común es intentar ponderar, mediante lo que dice la experiencia de uno y sus conocimientos, las actuaciones o la comprensión de determinados problemas para intentarles dar solución o encontrar explicación. Claro que viene influido por las creencias y la ideología. Otro tema es que el sentido común esté avalado por ser de izquierdas o de derechas. Por cierto, ¿qué significa ser de izquierdas o de derechas? ¿Votar a un determinado partido te hace tener una determinada ideología? ¿Estar a favor o en contra de la concertada es tener una determinada ideología? Conozco muchísimas personas que votan a partidos, supuestamente de izquierdas, e incluso abogan por la desaparición de los conciertos, que llevan a sus hijos ahí. A otras que, siendo votantes confesos de partidos que se supone de derechas, llevan a sus hijos a la pública. Entonces, ¿cómo podemos taxonomizar que alguien es de izquierdas o de derechas? También conozco a personas que defienden pseudociencias educativas sin ningún rubor. Y ya no entro en los que defienden una inclusión excluyente basada en, por ejemplo, agrupamientos sin sentido o en el DUA. ¿Son de izquierdas? ¿Son de derechas? Veis cuál es el problema de priorizar algo que, ni tan solo sabemos definir, para tomar decisiones educativas. Los criterios técnicos, aunque puedan estar influenciados por la ideología de uno, siempre van a ser mucho más serios y pragmáticos.

No debería haber proyectos educativos de izquierdas ni de derechas. Debería haber proyectos educativos técnicos. Al igual que sucede en la mayoría de países de nuestro entorno donde, si os fijáis, hay temas en los que no hay debate y hay alineación en el sentido del voto de casi todos los partidos políticos, con independencia de su ideología. Y entre ellos está la educación. Algo para lo que, después de consensuar criterios técnicos, no hay debate. Además, no tienen ningún rubor en ir haciendo modificaciones según lo que indican los resultados de la toma de determinadas decisiones. Modificaciones que también se realizan mediante consenso de la mayoría de partidos políticos.

¿Tengo ideología educativa? Claro que sí pero, por suerte, he llegado a una etapa de mi vida en la que lo que me interesa es que la educación funcione lo mejor posible. Y si para eso tengo que aceptar propuestas de unos u otros, en caso de que las vea lógicas, no se me va a caer ningún anillo. Al igual que tampoco me voy a morder la lengua para criticar cualquier medida educativa con independencia de quienes la formulen o apliquen. Es lo que tiene haberme hecho mayor, haber adquirido experiencia y haber leído mucha más investigación educativa que nunca. Las cosas no son tan fáciles como decir “vamos a apostar por la verdadera educación” como eslogan de una determinada ideología. Eso, para cualquiera que esté viendo qué está sucediendo en el ámbito educativo, ya no cuela. Hay decisiones buenas, malas y peores de unos y otros.

Finalmente, antes de que alguno me responda a este post lo que ya veo venir, simplemente avisarle de que si es más importante el quién que el qué, puede ahorrarse esa respuesta. El populismo pedagógico no me interesa. Además no aporta nada a la mejora educativa salvo, quizás, demostrar su incapacidad de huir de la concepción ideológica de la educación. Una concepción ideológica interesada que solo sirve a aquellos que quieren una sociedad homogénea con pensamiento único y “bueno” que, curiosamente, siempre va a ser el suyo.

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